Publicada originalmente y completa en Ultramundo: critica-de-zatoichi-takeshi-kitano-2003.html
*Uno de los elementos que más me gustan del cine de Takeshi Kitano son los contrastes; el uso de los contrastes específicamente. Una valoración muy japonesa de los recursos tanto dramáticos como plásticos que se expresa en contrarios: el humor y la violencia, el estatismo y la velocidad, el interior y el exterior, el presente y el recuerdo. continuar
(…)el director extrema el carácter impresionista del film haciendo que la evocación se convierta en motor dejando que un elemento externo, el clima lluvioso, el sonido mismo de la lluvia y una música que en cierto modo replica sus efectos, desate recuerdos dolorosos en los protagonistas, siendo estos visualizados mediante fugas que en absoluto rompen con la plástica del conjunto. Basada esta en la valoración del encuadre frente a la profundidad, la puesta en escena de Kitano es por decirlo de alguna manera, horizontal y plana (incluso con trampantojos que no son rotos hasta la aparición de un elemento nuevo, un paraguas rojo, por ejemplo).
Como explica Santiago Vila en su excelente Takeshi Kitano: Niño ante el mar “En Zatoichi, los recuerdos de los principales personajes están en constante interrelación con su presente diegético, invocados por asociaciones momentáneas. En algunos casos, personaje y recuerdos se presentan fundidos, sugiriendo que su pasado determina completamente el sentido de sus acciones (…) Otras veces se trata de recuerdos de recuerdos, repeticiones de secuencias ya vistas en el film (…) El film articula una suite de recuerdos” Y añade que a “Esta yuxtaposición de tiempos en la dimensión narrativa le corresponde una agregación de estilos y referencias fílmicas en la dimensión expresiva (…)”
Todo ello da la sensación de fluidez y rara armonía de un conjunto compuesto en realidad por fugas, momentos aislados, rupturas y variaciones, armonizados por una estructura musical que explota en un final insospechado pero anunciado en distintos momentos, que es corolario y ruptura de la película: nada menos que un baile comunitario, donde se impone el colorido amarillo, verde, azul y rojo frente a los tonos apagados del resto del metraje, y la vitalidad que fusiona percusión tradicional y claqué en un proscenio que explícita la naturaleza de puesta en escena del conjunto, otro elemento metatextual, pero en el cual Zatoichi no participa, como fuera del triunfo de los campesinos quedaban los samuráis supervivientes de Los Siete Samuráis.
Kitano emplea el recuerdo como motor, evocación y homenaje. Con modestia se aviene a plegarse a la estructura codificada y repetitiva de la saga/modelo que le da origen, pero sobre ella reescribe, reinterpreta y distorsiona en busca de una armonía diferente que aún así contenga la original en su interior.(…) continuar
Sobre esto incorpora capas propias, desde esa estructura evanescente y musical a la comicidad física, deudora del slapstick, tan tontorrona como sofisticada y en la cual se ejemplifica el maravilloso sentido del espacio enoff que posee Kitano, quien en gran medida, basa su comicidad en enseñar solo el principio y el final del gag. Algo que prolonga en no pocos momentos de violencia, tanto en esta como en otros de sus trabajos. Lo intermedio le interesa bastante menso que el antes y el después, todo lo cual hace muy natural su adecuación al “teatro de sables”.(…) continuar
(…) Kitano busca un hiperrealismo que le permita, por una parte, transgredir la representación de época, y por otra alejarse del estilo barroco de la saga durante los 60/70, una de las más importantes a la hora de comprobar como este chambara popular emerge dentro del cine japonés de su época como un equivalente estético-conceptual delspaghetti-western mediterráneo; no en vano nacido en su forma definitiva en Por un puñado de dólares (Sergio Leone, 1964) de un expolio de fondo, forma y tempo respecto a Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961). Película que, por su parte, refrescó el jidaigeki (los filmes de época) con su revisión orientalizante de la novela hard-boiled Cosecha Roja de Dashiell Hammet.* leer completa