Revista Videojuegos

Tebeos de videojuego

Publicado el 29 octubre 2010 por Elrosso

Es de sobra conocido que el mundo de los cómics sirve de fuente de inspiración para desarrollar juegos desde que el mundo es mundo y Gabe Newel pesaba menos de tres dígitos. Los superhéroes americanos o el manga y el anime son fuente inagotable de recursos que utilizan el tirón mediático como recurso atrayente para el consumidor, igual que sucede con el cine, aunque este último arte, al estar ya más que trillado, no es un buen caldo de cultivo como llevamos viendo todos estos años con “videojuegos oficiales de la película” y demás zarandajas sacacuartos.

Tebeos de videojuego

El noveno arte va más allá de tíos en mallas y personajes andróginos con poderes sobrenaturales. Servidor es un ferviente consumidor de tebeos desde su más tierna infancia, por lo que el presente artículo tiene doble función: Presentar unos cuantos cómics que considero piezas de arte que deben ser promovidas para el disfrute de mis lectores, así como mostrar unas cuantas fuentes que bien podrían servir como base para desarrollar unos videojuegos la mar de apañados.

Predicador:

La línea Vértigo de DC Cómics nació como vertiente adulta de la línea editorial, con historias que se alejan de la tónica habitual de tipos superpoderosos en pos del lucimiento de autores que han plasmado allí lo mejor de su obra. Los dos buques insignia en los 90 fueron el sobrevalorado Sandman de Neil Gaiman y esta apocalíptica road movie de Garth Ennis.

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El reverendo Jesse Custer es un humilde predicador en Amiville, un pueblucho de la américa profunda, que así porque sí se le mete en el cuerpo una criatura celestial fruto de la unión entre un ángel y un demonio. El mismísimo Dios todopoderoso se acojona ante lo sucedido y decide abandonar su trono en los cielos desterrándose a sí mismo al mundo. Jesse, un tipo duro de esos que fuma Marllboro y se toma sus lingotazos on the Rocks decide rendir cuentas con el todopoderoso por abandonar su creación, y decide recorrer los Estados unidos para rendir cuentas con él por cagueta. En su recorrido le acompaña su exnovia y un vampiro irlandés que le gusta más un cubata que a un tonto un lápiz. Y poco más.

Tarantinera como pocas, Predicador es algo así como una lectura de váter para adultos, algo así como leer El Jueves: Te ríes con las borricadas, pero tampoco te emociona, lo cual es más que suficiente para servir de plantilla para un beat em up de camorra pura y dura. A lo largo de los 66 números de los que consta la obra, el párroco se desfoga con todo el que pilla, sucediéndose las peleas en bares de carretera y las escaramuzas con otros tantos desviaos que se le cruzan por el camino. El carisma de los personajes, unido a una violencia gutural podrían dar como resultado un “avanza y machaca” con el suficiente atractivo argumental para estos menesteres. Y no tanto Scott Pilgrim y su puta madre, que la gente se emociona con nada si les tocas la vena sensiblona.

El Incal:

Cualquiera que vea una entrevista a Alejandro Jodorowski se da cuenta de que este seño o es un puto genio o está como una regadera. Este guionista, pensador y psicomago creó junto al totémico dibujante Moebius la mayor space ópera que ha parido el mundo de la historieta. Los más pequeñuelos no recordarán esos tebeos de la línea Metal Hurlant que intercalaban tetas y alta tecnología, y que iban cogidos de la mano del movimiento technovisual ochoentero del Vívora, ‘Eavy Metal y todas esas movidas que ya solo se recuerdan por los dibujos de Luis Royo.

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John Difool es un policía putero en un universo cyberpunk que se ve envuelto en una aventura de proporciones cósmicas y trascendentales que ya quisiera Sephirot para sus tejemanejes. El vacío, el huevo de la vida o el Tecnopapa son algunos de los sugerentes nombres que hacen tener una idea de la trascendencia que intenta abarcar esta obra. Dada la progresión argumental entre la insignificancia de un indivíduo y su aventura por intentar salvar a la humanidad, tendríamos como resultado un rpg oriental de los que ya no se hacen. Vale que choca un poco mezclar un desarrollo pajillero como es el de los juegos de rol del país del sol naciente con la suntuosidad cómic europeo, pero qué puñetas, aquí se viene a divagar y no a soltar coherencias.

Dylan Dog:

Cuando uno piensa en tebeos italianos, irremediablemente se te viene a la cabeza Milo Manara, tetas y culos por doquier. Aun así, algunos casos aislados como este, hacen que uno no haga ascos a anda y abra su mente hacia campos que en un principio podrían parecer yermos. Dylan Dog es un investigador de lo paranormal algo gambitero que resuelve misterios al más puro estilo Scooby Doo ayudado por su ayudante Groucho Marx. Sí, el mismo que viste y calza, solo que como si de un elseworld cualquiera se tratase, tras su paso por el mundo del cine decidió seguir su carrera como investigador privado.

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Me doy cuenta de que cada vez que introduzco en un párrafo la sinopsis de cada cómic os podéis preguntar qué cojones leo y qué puñetas tengo como preferencias. He plagado el artículo de documentación adicional en forma de enlaces, por lo que si realmente confiáis en las humildes preferencias ociosas de un servidor, os intereséis por estas obras si no las conocéis.

El caso es que las historias autoconclusivas de Dylan Dog son perfectamente imaginables como un survival horror con todas las de la ley. Dylan, además de un tipo muy listo bastante cercano al perfil de Sherlock Holmes en cuanto a prepotencia y capacidad deductiva, es un personaje interesantísimo que toca el clarinete para relajarse, se cepilla a una atractiva señorita en cada aventura y tiene una lengua afiladísima, lo cual ya hace que supere a Snakes, Reidfields y demás peones de chichinabo que suelen acabar como ídolos de masas casi sin esfuerzo.

Para los más listos de la sala, mencionar que ya existe por ahí un videojuego que lo tiene por protagonista para ordenadores de ocho bits, pero la cosa no quedaba más que en una aventurilla arcade simplona que por obvias razones ha caído en el olvido.

Akira:

Palabras mayores. Otomo sí que es un buen mangaka de los que ya no hay, cuando los tebeos que le molaban a la gente estaban realizados por Shirow, Katsura y esos artistazos que hicieron que el manga tuviera calado universal. No como ahora, con tanta gotita en la frente y tanto fanservice facilón, que no es más que una tendencia al servicio del culto a la paja que practica el japonés medio desde hace décadas.

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En este caso, me permito el lujo de evitar una sinopsis argumental al haber visualizado todos al menos el anime basado en la obra original, que adquirimos a mediados de la década pasada en un pack junto a Ninja Scroll en los kioscos. El problema de conocer la historia tan solo por su vertiente animada es que se pierden dos tercios del desarrollo completo, ya que tras el bombazo en el que neo Tokio se va a hacer puñetas al final de la película se cuenta mucho más en una ciudad devastada donde las distintas bandas se pelean por subsistir, lo cual sería un ideal planteamiento para realizar un majestuoso sandbox con gran protagonismo de combates motorizados.

Como el icono cultural que es Akira, me extraña que tan solo haya parido la industria un juego de pinball y algunas máquinas de pachinko basadas en él, lo cual podría tener cierto sentido por el hecho de que el incomprensible juego este de las bolitas es el equivalente patrio a la petanca o el dominó. ¿Se imaginan un PC-Mus con el trasfondo de yo que sé, El capitán trueno? Costumbrismo en estado puro.

Transmetropolitan:

Finiquito este batiburrillo conceptual con la obra que considero más definitoria en lo que a la repercusión intelectual hacia mi persona se refiere. También perteneciente a la línea Vértigo (Aunque nacida bajo el difunto sello Helix), las andanzas del reportero Spider Jerusalem son el summun de la representación agorera del futuro tecnológico así como la mayor crítica social que se ha realizado en tebeo a todos los niveles. Warren Ellis es un brillante y cabroncete escritor cuyo historial literario deja patidifuso al que se interesa por él, siendo por ejemplo el creador de The Authority, que redefinió el género de los superhéroes hacia esos patrones cuasi cinematográficos que Joe Quesada y compañía llevan realizando en la actualidad en sus tebeos.

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Cyberpunk extremo es lo que define a la serie. Dispensadores de comida adictos a drogas de diseño, una ciudad donde se crea una nueva religión cada minuto y una sociedad desfigurada y manipulada por gobiernos corruptos que hacen temblar al futurólogo más tremendista. Eso y mucho más es Transmetropolitan.

Una obra que se sustenta en unos diálogos que aún haciendo una década que comencé a leer, sigo recordando por su brillantez e irreverencia. Frases como “No te puedes fiar de algo que sangra cinco días y no se muere” son más que definitorias.

Un tebeo de este calibre no podría desarrollarse si no fuera como una aventura gráfica. Pocos personajes me han calado tan hondo como Spider Jerusalem y sus dos ayudantes. Personajes que si fueran plasmados en otro medio serían poco menos que iconos mediáticos de esos que te hacen ponerte un poster suyo en el dormitorio o comprarte una chapa para poner en tu riñonera, lo cual me hace pensar que tarde o temprano la industria recurrirá a estas fuentes para alimentarse, ya que las ideas se van agotando, y aunque ya se ha explotado algun que otro filón como las obras de Frank Miller queda mucho recorrido por recorrer.

Y veremos si el cine no se adelanta, pero dada la vaciedad craneal de los productores de Hollywood, prefiero que no sea así por su propensión a desgraciar grandes personajes e historias de otros medios. Al menos la industria del videojuego sigue siendo un medio floreciente por mucho que el graphicwhorismo y la casualización empañen estos últimos años. Hay que tener fe.


Filed under: Opinión Tagged: Akira, Comics, Dylan Dog, El Incal, Predicador, Transmetropolitan
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