Revista Deportes
Hace algunas semanas abordé la controversia entre Kyle Orton y Tim Tebow. Lo hice prescindiendo de otros asuntos que no fueran los puramente deportivos. Así que me concentré en describir las circunstancias que llevaron al quarterback desde Gainesville hasta Denver, el mal juego de Orton, las presiones de Elway, la comparación entre ambos mariscales de campo y el ambiente reinante en la ciudad de las Rocosas. La verdad es que no me interesa en absoluto ni sus creencias religiosas, ni si se ha acostado con treinta mujeres o si sigue virgen -difícil de creer viendo la pinta que tienen algunas de las potrancas con las que se le relaciona-, ni dónde prefiere ir de vacaciones o cuál será su color preferido. En ese artículo incluso me atreví a lanzar al aire un reto impregnado de opinión, un pronóstico, un desafío que ha acabado por cumplirse. Y lo que te rondaré, morena.
Días antes de que el equipo viajara hasta Florida, John Fox ya decidió -y anunció- que otorgaría el mando del equipo a Timothy Richard. Por fin veríamos a Tebow como titular al frente de los Broncos y, casualidades de la vida, el acontecimiento tendría lugar cerca de Can Gators, su equipo de la Universidad a quienes tanto debe. Había llegado la hora de aplicar aquel dicho del Nuevo Testamento -cita nunca más apropiada- de "por sus obras los conoceréis".
Creedme cuando os digo que soy una persona moderada. Suplico vuestra comprensión; no soy ningún fanático, extremista o talibán. No tengo por costumbre ser tan rotundo en mis análisis. Me gusta conceder segundas, terceras y hasta vigésimo quintas oportunidades. No soy dado a rajar contra nadie. Tampoco tengo nada en contra de Tebow. Ni me cae bien, ni me cae mal. No guardo ninguna animadversión hacia los Denver Broncos -todo lo contrario-, Gators o donde fuera que Tim cursara sus estudios básicos. Para mí es solo un nuevo jugador en el universo de la NFL y, como tal, despierta mi curiosidad. Es más, como apasionado de los quarterbacks, siempre estaré a favor de apoyar a las nuevas promesas. Y cualquiera que sea capaz de llegar hasta el profesionalismo tiene que tener, por fuerza, condiciones para ello. Pero, de verdad, sinceramente, lo que yo he visto sobre el protagonista de este artículo me ha dejado helado, a ratos sorprendido y, porque no decirlo, también indignado.
Tebow redefine la posición de quarterback con carrera tal y como la hemos conocido. No estamos ante un mariscal de campo que se sirva de este recurso como lo hacía Young, tampoco al estilo Vick. No. La mejor descripción de su juego la realizó Manolo Arana por boca de Mariano Tovar: "Tebow es como un fullback". Yo iría más lejos: es un fullback de quien se espera que tenga capacidad de pase. Y claro, lo que es imposible, es imposible. Por lo observado en Miami tengo que decir que esa capacidad es tan limitada como el peor de los quarterbacks en activo. He sentido la tentación de entrar en comparaciones con Tarvaris Jackson, Curtis Painter o lo que hemos visto esta temporada de Kerry Collins, pero en este momento todos esos nombres me parecen auténticos fenómenos al lado de Tebow. El de Filipinas falla en una gran cantidad de envíos, casi un escalofriante sesenta por ciento en el mejor de los casos y tomando el global de un partido. Incluso Andrea Zanoni señaló que el QBrating de T.T. durante gran parte del partido contra los Dolphins rozó el 17. Habéis leído bien: diecisiete. Sus pases, sin ninguna presión en el pocket, hacia receptores totalmente libres de marca, suelen quedarse varios metros demasiado cortos, demasiado largos, demasiado bajos, demasiado altos, demasiado alejados del objetivo o todo a la vez. Incluso algunos de sus envíos fueron tan mal dirigidos que en su parábola no se hallaba, ni remotamente, ningún jugador propio de tal manera que aún no me explico cómo no fueron sancionados con un intentional grounding.
Además, Tebow es extremadamente lento -debería haber escrito "incapaz"- en la búsqueda de opciones alternativas cuando el primer receptor está cubierto. A resultas de esta situación, cuando no decide lanzar hacia ese compañero -con gran riesgo de intercepción-, permanece en el pocket totalmente inoperativo hasta que, acuciado por la presión defensiva, o sucumbe al correspondiente sack (y fueron 7 en total), o recurre a la carrera. Pero esa escasa capacidad de quiebro no le concede tampoco la esperanza de muchas yardas de ganancia. Su mejor faceta es la carrera directa, pura potencia en línea recta. Con 1,91 cms y ciento siete kilogramos de masa, no es extraño que alguno de los linebackers que salgan a su paso puedan ser asfaltados por semejante mole. Una virtud muy valorable en "terceros downs y pocas yardas" o en situaciones puntuales dentro de la red zone. Pero incluso en este apartado, Tim corre demasiado riesgo por no proteger correctamente el balón cuando el placaje está a punto de llegar. Reconozco haber sentido hilaridad cuando, en una jugada de pase, Tebow se zafó de la presión, corrió unas pocas yardas, superó la línea de scrimmage y, dubitativo, aún siguió amagando con lanzar el balón a algún receptor.
El fenómeno Tebow es lo más extraño que ha sucedido en la NFL en las últimas décadas, y ya he vivido unas cuantas. ¿Se ha vuelto loco todo el mundo?. Leo acerca de Tebow's Magic, Tebow's Time, Tebow's heroic rescue, Tebowmania, "la sensación de la temporada" o The beauty of football . A un lado, en la penumbra, veo a los Ponder, Newton, Dalton, incluso Gabbert. A otro, iluminado por el foco mediático, a Tebow y con él, sus entregados fans de Denver. Y vuelvo a preguntarme, ¿se ha vuelto loco todo el mundo?. Solo me cabe una explicación. Cualquier deporte es un estado de ánimo y en este contexto, Tebow aporta algo de lo que carece totalmente Orton. Ese empuje, esa expectación -aún con todo el envoltorio de incapacidad manifiesta como quarterback-, hace que el equipo entero se sobreponga, entre en un estado extraordinario de motivación, muy alejado del aletargamiento que Kyle insuflaba. Con T.T sobre el terreno de juego, es posible lo que unos minutos antes parecía una quimera.
Tim es un chaval muy joven. En agosto cumplió veinticuatro años. Tiene mucho tiempo por delante para aprender a jugar a esto. Mi opinión es que no lo logrará; no ahora. Estoy convencido de que él cree que está viviendo la oportunidad buscada, la que merece y se ha ganado con trabajo. Pero yo pienso que está justo a un paso del precipicio y, doble, triple o quíntuple contra sencillo que acabará estrellándose. En esta situación no puede crecer como jugador porque lo único que le mantendría en su posición serían unos triunfos que no pueden llegar porque su desarrollo no alcanza para eso. La gente espera de él que sea quien les guíe a un nuevo renacer pero ese liderazgo solo puede alimentarse de victorias. Y el juego de Tebow, hoy por hoy, no da más que para excitar a su partidarios. Y será esa misma excitación la que acabe por volverse contra él. No van a darle tiempo para crecer, sólo quieren ese espíritu, esa épica que se construye desde el éxito. Una derrota no importará; quizá un par de ellas serán soportables, pero cuando las aguas vuelvan a su cauce su nueva defenestración está cantada. Yo me prepararía ya para ese momento.
Quizá sea injusto juzgar a un quarterback por un único partido. Lo admito. Probablemente dentro de algunas jornadas deba retractarme de lo aquí expuesto. Lo haré encantado si llega el caso. Pero mientras acabo estas líneas solo puedo pronosticar que Tebow, hoy que sigue siendo portada, acabará abandonando Denver la próxima temporada, quién sabe con que nuevo destino. Y cuando eso suceda, pensaré que ese será el verdadero inicio en la formación del exGator como futuro quarterback de la NFL. Tenía que decirlo.