Fracking es un término inglés para referirse a la técnica de fracturación hidráulica para la extracción de gas no convencional. Consiste en la extracción de gas natural mediante la fracturación de la roca madre (pizarras y esquistos). Para extraer el gas atrapado en la roca se utiliza una técnica de perforación mixta: en primer lugar se perfora hasta 5000 metros en vertical y después se perfora varios kilómetros en horizontal (2 a 5). Entonces se inyecta agua con arena (98%) y una serie de aditivos químicos (2%) a gran presión. Esto hace que la roca se fracture y el gas se libera y asciende a la superficie a través del pozo. El proceso se repite a lo largo de la veta de roca rica en gas. Parte de la mezcla inyectada vuelve a la superficie (entre un 15 y un 85 %). España cuenta con importantes yacimientos de gas pizarra en algunas zonas de Cataluña, la cuenca de Guadalquivir, la cordillera Subbética, Cantabria, Alava y ahora un buen puñado de empresas han iniciado las gestiones para proceder a su explotación. En Estados Unidos, el fracking es una tecnología de uso habitual desde hace 30 años. Hay medio millón de instalaciones de extracción repartidas por todo el país. Desde su puesta en marcha, la producción de gas se ha multiplicado por ocho. Para 2035 se prevé que la mitad del gas consumido en USA proceda de esta fuente, lo que aumentará evidentemente la independencia energética de la nación.
¿Qué efecto tiene el 'fracking' sobre la economía y el clima?
Los ecologistas, como era de esperar se oponen a esta nueva técnica extractiva. Entre los muchos inconvenientes que exponen destacan los siguientes:
- Contaminación del aire y aumento de emisiones de CO2.
- Contaminación de las aguas superficiales y subterráneas.
- Riesgo sísmico y posible producción de microterremotos.
- Alteraciones del paisaje y el terreno.
Contaminación del aire y aumento de emisiones de CO2. Evidentemente, el uso de gas como combustible es más contaminante en términos de emisiones de efecto invernadero que recurrir a otras fuentes de energía, como la nuclear, la solar o la eólica. ¿Pero lo es frente al carbón y el petróleo? El gas pizarra emite la mitad de CO2, un tercio de óxidos de nitrógeno y menos de un 1% de óxidos de azufre que otras alternativas, como el carbón. En ese sentido, usar gas extraído por fractura hidráulica reduce la emisión de gases de efecto invernadero. Sólo existen algunas dudas fundadas sobre el aumento de las emisiones de metano que esta técnica exige. La industria debe mejorar este aspecto si quiere ser realmente competitiva en emisiones. Para hacernos una idea, en Estados Unidos, desde que el fracking es moneda común, se han reducido las emisiones per cápita de CO2 cerca de un 20%. Hoy están a niveles similares a los de 1961.Pero es que, incluso si lo comparamos con las energías renovables, la adopción del gas pizarra podría suponer una reducción de gases de efecto invernadero mayor que la obtenida por energía eólica o biodiesel en todos los escenarios, salvo en uno: que sólo se produjera energía mediante tecnologías renovables, algo altamente idílico. Por si fuera poco, utilizar gas como combustible de automoción supone una espectacular mejora en las emisiones contaminantes. Según datos del Departamento de Energía de Estados Unidos, si todos los vehículos funcionaran con gas en lugar de gasoil o gasolina las emisiones de CO2 se reducirían en un 90%. Comparando los costes y la eficacia de las medidas parece evidente que, tanto económica como climáticamente, el fracking ha ganado allá donde las políticas de subsidio de energías renovables, los protocolos internacionales y las tasas que graban emisiones han demostrado ser ineficaces. Contaminación de las aguas superficiales y subterráneas. Es uno de los efectos secundarios más criticados de esta tecnología. No hay duda de que la fractura requiere grandes reservas de agua. El 30% de los millones de litros que se necesitan en cada explotación es agua perdida para siempre. El agua fue uno de los mayores obstáculos con los que se encontró la tecnología para implantarse en Estados Unidos. En realidad, la mayor parte de ese agua procede de acuíferos demasiado profundos para ser utilizados en el suministro potable de las ciudades. Los datos de las extracciones ya operativas nos pueden dar una idea. En Pennsylvania hay 2.916 licencias de explotación por fractura hidráulica. El estado consume unos 9.500 millones de galones diarios de líquido elemento (unos 35.000 millones de litros) De ellos, 1,9 millones se gastan enfracking, 62 millones en ganadería, 96 millones en minería convencional y 770 millones en la industria. No existen evidencias de deterioro de las reservas de agua en las zonas donde la extracción se produce, pero no cabe duda de que en un país como España, donde el equilibrio hídrico es tan precario, será necesario prestar especial atención a este punto. Por otro lado, muchos ecologistas alertan de la posibilidad de que los acuíferos que surten de agua potable a las ciudades puedan ser contaminados por agua residual tóxica de los pozos de fracking. La realidad es que las inyecciones de agua para la fractura se realizan a una profundidad tal que parece casi imposible que el agua residual supere todas las barreras geológicas hasta llegar a filtrarse en una bolsa de agua potable (cientos de metros más arriba). El líquido usado, que está enriquecido con aditivos, es demasiado denso para filtrase hacia arriba más de 3.000 metros. De todos modos, no existe riesgo cero. De las decenas de miles de extracciones realizadas en Estados Unidos, se tiene constancia de al menos dos contaminaciones de depósitos de agua potable para uso civil. En ambos casos, el acuífero de agua potable estaba demasiado cerca de la extracción de gas. Las autoridades tienen y deben tener potestad para garantizar el cumplimiento de las medidas de seguridad y revocar las licencias que no se ajusten a ellas. Riesgo sísmico y posible producción de microterremotos. No existe ninguna posibilidad de que con este motivo exista riesgo sísmico o se puedan producir microterremotos; realizar estas afirmaciones constituye una absoluta falta de rigor científico y una forma de alarmar a la sociedad de forma irresponsable. Alteraciones del paisaje y el terreno. Las alteraciones que puedan producirse en el paisaje no tienen ni punto de comparación, en cuanto a que son mucho menores, que las producidas por los aero generadores y por los “huertos” de placas solares, tan del agrado de ecologistas y demás partidarios de las energías limpias. En definitiva, las voces que se alzan contra el fracking deberán ofrecer argumentos mas sólidos que los expuestos , dado que una vez mas se observa la oposición por sistema de estos colectivos al desarrollo de la ciencia y la tecnología. F.J.de C.