En estos más de dos años creo que hemos probado todas las posturas posibles para dormir a nuestro hijo. Sea con nosotros en nuestra cama, durmiéndolo en brazos, con cuentos, canciones, dejando que nos pellizce, arañe o tire del pelo, hemos experimentado un sinfín de métodos que seguimos explorando cada noche. Siento envidia de esas familias con niños que se van sólo a sus camitas y se duermen, o esos bebés que los dejas en la cuna y te olvidas. Mi hijo nunca ha sido así, así que hemos tenido que ser muy creativos, una vez más. Y si en alguna ocasión se ha dormido prácticamente solo, nos hemos alegrado como quien recibe un regalo inesperado.
Unas veces lo conseguimos antes que otras, pero está claro que una vez dormido, no está todo terminado. Queda el delicado momento de salir de la habitación y cerrar la puerta para respirar con alivio, ¡por fin! Unos instantes en los que te juegas todo: un paso en falso, y se despertará, te volverá a reclamar y la historia empezará de nuevo.
Así que cada noche, después de dejarlo dormido, salgo de la habitación como si pisara un campo de minas. Hay noches en que podría salir tirando todos los muebles a mi paso, y él ni se enteraría. Pero otros días me he visto obligada a echarle imaginación al tema, inspirándome hasta en películas de guerra, para evitar hacer el menor ruido que le despierte. Y esto nos ha pasado sobre todo cuando era más pequeño, e incluso cuando se ha dormido en nuestra cama. Éstos son todos los trucos que he probado y que quiero compartir para otros padres en apuros.
→ La del gato sigiloso: es una de las mejores estrategias. Si el niño está en su camita y se ha dormido contigo al lado, te levantas despacio, calculando el lugar en el que poner la mano o la rodilla sin que se note en el colchón, como en un juego de contrapesos o como si jugaras al Twistter. En cuanto sales de la cama (o de la cuna, en su defecto), sólo queda salir de la habitación en silencio sepulcral. Mejor sin zapatillas de casa y en calcetines. Y mucho mejor sin que te crujan las articulaciones, como me pasa a mí con mi cadera y rodilla chasquidora, que siempre siempre se hacen notar un metro antes de que alcance la puerta. Y si no es mi propio cuerpo el que atenta contra mí, es el crujir del suelo.
→ A lo teniente O'Neill. No es ninguna fantasmada ni leyenda urbana: yo he llegado a escaparme de la habitación de mi hijo reptando por el suelo como en un campo de entrenamiento militar. A veces me ha funcionado, y otras veces me ha cazado en plena faena, pero todo sea por salir de la habitación cinco minutos antes. Cuando tu hijo se asoma por encima de la cuna y te pilla en esa postura tienes tres opciones: disimular tirándote al suelo; tratar de recomponerte diciéndole que se duerma ya o optar por el ataque de risa nervioso y vuelta a empezar. Ya puestos, lanzo un plan B: prueba a escaparte aunque te haya visto, seguro que hay alguien a quien le cuela y le funciona, ¿no?
→ Modo 'asegurando'. Este es para los que no quieren riesgo en sus noches. Como no te fías si está profundamente dormido (la prueba irrefutable es tomarle de un brazo o pierna y dejarla caer) te quedas sobado al lado disimulando. Pero terminas cayendo dormido, y para cuando abres el ojo, descubres que ha pasado una hora desde que te metiste a la cama. Son las 11 de la noche, no has cenado y te despiertas medio destemplado. El niño, por supuesto, duerme como un angelito, se le ha salido el chupete de la boca del gusto e incluso le cae la babita. Y a ti también.
→ Modo mentira por si cuela. "Espérame aquí, cariño, que voy al baño y ahora vengo. Tú cierra mientras tanto los ojitos" A mí una vez me funcionó. Una. Pero tenía que incluirlo, porque seguro que a otros padres les va mucho mejor que a mí. Es mejor mentirijilla del mundo.
Por cierto que estos métodos son para cuando el niño está dormido en su cunita o cama, porque quienes han dormido a su bebé en brazos lo tienen más difícil. Nosotros nos planteamos la opción de cortarnos un brazo y dejarlo en la cuna para que no se notara, pero terminamos consiguiéndolo con un cuento, como expliqué aquí. De verdad que probamos usando un muñeco dou-dou, una forma más ortodoxa, pero no nos funcionó.
Dos últimos consejos a tener en cuenta: que la luz del pasillo nunca esté encendida para que no le moleste la luz al abrir la puerta, y mejor usar un proyector de luz sobre el techo con música, para esconder los crujidos de nuestros huesos (o la madera)
¿Habéis empleado alguna de estas técnicas?