Elizabeth Taylor era una señora más bien rellenita, que se casaba mucho, amiga de ponerse cosas en la cabeza y joyas en el cuello, y con unos ojos bonitos, aunque a la edad de la que estemos hablando, nunca dijeras de una mujer, fuera actriz o no, que tenía los ojos de esta o aquella manera. O era guapa o no, y aquella mujer que no paraba de salir en el Semana y el Diez Minutos de tu madre era demasiado mayor para entrar en aquellos debates. Eran más tiempos de Errol Flynn, John Wayne o Bruce Lee. Tiempos de aventuras, espadas y Colt 45. Las niñas, chicas, mujeres y señoras eran como la pieza del puzzle del color del cielo: ya habría tiempo para colocarla.
Y luego, una tarde…
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