Hacia la segunda mitad del siglo XII la conquista y la repoblación de las comarcas meridionales que se habían conquistado a los árabes, fue una empresa en la que intervino la nobleza y los monasterios, dirigidos por los condes de Barcelona. No debemos olvidarnos de los caballeros del Temple, los monjes guerreros, que junto a los monjes cistercienses del "ora et labora" tenían grandes intereses económicos en los mismos lugares. En las tierras del Ebro los templarios llegaron a controlar el paso del río desde Tortosa a Riba-roja d'Ebre, pasando por el castillo de Miravet, que fue testigo del final de la orden del Temple en Cataluña. La nueva ruta empieza por los dominios del Císter y acaba en las tierras del Ebro, entre olivos, viñedos y almendros.
En la comarca de la Conca de Barberà los templarios establecieron una encomienda en el pueblo de Barberà de la Conca, situado en mitad de la ruta de los monasterios del Císter. A 14 km se encuentra Poblet, a 23 Santes Creus y a 30 Vallbona de les Monges.
Los dos primeros eran monasterios masculinos, mientras que el tercero era femenino, fundados en el siglo XII, forman uno de los conjuntos cistercienses más notables de Europa. En 1098 un grupo de monjes benedictinos de la abadía de Moresme fundó el monasterio de Cistercium en la Borgoña francesa. Querían volver a la pureza original de la regla de San Benito, de esta manera abrían camino para la creación de la nueva Orden del Císter. Con San Bernardo, abad y fundador del monasterio de Claraval en 1115, esta orden alcanzó la gloria. Este mismo Bernardo inspiró la creación de la Orden del Temple, de la que redactó sus estatutos. Por eso nos sorprende que dos órdenes religiosas con un fundador común tuvieran tantas desaveniencias.
En 1132 Ermengol VI de Urgell traspasó el castillo de Barberá a los templarios, un año después esta donación fue confirmada por Berenguer IV, pero no sería hasta cuarenta años después cuando los templarios fundaron su encomienda.
Del antiguo castillo de Barberà de la Conca se puede ver su reconstrucción ya que estaba bastante maltrecho, pero gracias al poeta José Augustín Goytilsolo, un enamorado de la región, se restauró. Desde aquí la orden del Temple controlaba el ganado, los molinos y las tierras de cultivo. En 1248 los templarios aprovecharon la ocasión y se hicieron con la propiedad del castillo y la villa de Pira, obteniendo los derechos sobre el agua de los molinos. Su próximo paso era conseguir tomar posesión de Montbrió de la Marca y de su castillo, pero no pudieron hacerlo hasta que se solucionó el litigio que mantenían con la comunidad cisterciense de Santes Creus. En 1275 el juez de Tarragona dictó sentencia a favor de los templarios, en las afueras del pueblo se encuentran las ruinas de un molino templario.
En 1247 la orden obtuvo, gracias al testamento de Simó de Palau, una parte del dominio de la villa de l'Espluga de Francolí, de esta manera conseguía frenar la política de expansión del vecino monasterio de Poblet. Pero los monjes cistercienses nunca dejaron de reclamar sus derechos sobre la villa. Del antiguo castillo templario, que fue derribado en 1880, apenas quedan unos muros. En cambio nos queda la Iglesia de Sant Miquel, también conocida como la Iglesia Vella, se considera un bello ejemplo de la arquitectura templaria catalana.
En la ciudad de Tarragona la encomienda templaria de Barberà de la Conca tuvo unas cuantas casas de maestros albañiles desde comienzos del siglo XIII, se encontraban en las zona de Puigsarrier. Hay documentos que nos indican que en 1255 los templarios cedieron una casa a Pere Traver y a su esposa, con la condición de que siempre hubiera cinco camas preparadas para acostarse, un lugar donde dejar los caballos y un almacén de grano.
En el año 1152 aún quedaban reductos musulmanes por la zona del Ebro, en diciembre de 1152 los cristianos comenzaron el asedio al último reducto musulmán de la zona. Se trataba del Ribat de Miraste, donde los monjes guerreros del Islam, los almorávides, seguían resistiendo consagrados a la Yihad. Dispuestos a morir para conseguir el paraíso que Alá les tiene destinado como mártires de la guerra santa. Si por un lado teníamos a estos monjes guerreros, por parte del otro bando teníamos a sus homólogos, los caballeros del Temple, bajo las órdenes de Ramón Berenguer IV. No fue hasta el 24 de agosto de un año después cuando el castillo de Miravet cayó en manos cristianas, y lo hizo después de una sangrienta batalla.
Para agradecer el servicio prestado el príncipe de Aragón y conde de Barcelona les cedió la titularidad del castillo a la Orden del Temple. Como estaban en territorio fronterizo, y aún sufrían el azote enemigo, los caballeros templarios se afanaron en construir un castillo cruzado, como los de Tierra Santa, que pudiera contener los futuros ataques y permitiera controlar y defender el paso del río Ebro, desde Tortosa hacia el interior. Lo que no se imaginaban los caballeros es que 154 años después, ellos serían los que tendrían que resistir un arduo asedio, tras ser traicionados por sus propios mandatarios y hermanos de religión.
De este castillo dependían unas 27 casas, se trataba de la encomienda de Tortosa-Miravet, y mantenía autoridad sobre otras casas y encomiendas, como la de Horta, Gandesa, Villalba y Ascó-Ribaroja.
Cuando la orden se disolvió, en 1314, tuvieron que entregar todos sus dominios y posesiones a la Orden del Hospital, u Hospitalarios, que pasaría a depender de la castellanía de Amposta, hasta el 1835.
El origen del castillo puede atribuirse a la época de Abd-al-Rahman III, cuando mandó fortificar la frontera del Ebro entre Tortosa y Zaragoza a principios del siglo X. En el siglo XII el conde rey Ramón Berenguer IV, con la ayuda de los Templarios reconquista estas tierras, primero Tortosa y luego Miravet. El 24 de agosto de 1153 la orden tomaba posesión del castillo y de las tierras circundantes, es decir buena parte de la Ribera d'Ebre y de la Terra Alta. Trece años después de haber sido conquistado y donado a la Orden de los Templarios, el castillo ya ofrecía el aspecto que hoy en día aún podemos admirar. Hay que destacar que desde el castillo hay un control absoluto sobre las tierras de alrededor, y sobre todo del río, que en aquellos momentos era muy importante porque unía la Península con el Mediterráneo , por lo que controlar y dominar este enclave era crucial. Durante el siglo y medio que la orden estuvo al mando del castillo y sus tierras convivieron las tres culturas, la musulmana, la cristiana y la judía. Se establecieron unas costumbres y leyes que más tarde los Hospitalarios compilaron en un código o "Llibre dels Costums de Miravet" redactado en catalán en 1319, y aprobado por la orden de San Juan en Gandesa. A pesar de haber sufrido seis guerras, un par de ordenes de demolición, alguna que otra reforma carlista, de ser expoliado y abandonado. Por suerte se conservó la totalidad de la estructura original románica y un total de 16 dependencias cubiertas que lo convierten en el castillo románico más íntegro del siglo XII en la zona catalano-aragonesa.
Construido como castillo convento, según los ideales de San Bernardo de Claraval, tiene una influencia del estilo cisterciense provenzal, de apariencia austera y sobria. El recinto soberano lo constituye un cuerpo principal, y las dependencias están dispuestas alrededor del patio central, en tres niveles, el nivel inferior era para el "mundo material" es decir, para bodega, silos, cocina, refectorio...mientras que los superiores era para el "mundo espiritual" donde estaban los dormitorios, el claustro y un templo en honor a Santa María de Gracia. En el recinto inferior también se encontraba todo lo que era la intendencia militar, y de caballería, situados en tres terrazas amuralladas y escalonadas donde estaban los estilos, la prisión y el cementerio.
En 1990 fue declarado Bien de Interés Cultural, y donado a la Generalitat de Catalunya.
Otra encomienda templaria se encontraba en la ciudad de Tortosa, esta ciudad, durante toda su historia ha sido un cruce de vías y culturas, lugar donde el Ebro está a punto de encontrarse con el Mediterráneo. Centro neurálgico y frontera entre Al-Ándalus y la Marca Superior, llegó a convertirse en un reino taifa independiente hasta que Ramón Berenguer IV lo conquistó en 1148.
Bajo el mandato de Abd al-Rahman III se levanta el castillo de la Zuda (Suda), actualmente es el Parador Nacional, entre otras construcciones ya desaparecidas como eran las atarazanas, los baños públicos y una mezquita de cinco naves, estas construcciones acabaron reconvertidas en el palacio del Obispo y la catedral gótica.
El castillo ocupa el lugar que antes ocupaba la antigua necrópolis romana y su construcción se remonta al siglo X. Tras la conquista cristiana, la ciudad se repartió entre los Montcada, los genoveses y la orden del Temple.
Los caballeros del Temple organizaron la encomienda el mismo año de la conquista, cuarenta años más tarde al recibir una donación por parte de la Corona, compraron la parte de los genoveses. Junto con la encomienda de Miraste formaron una las encomiendas más poderosas y ricas de toda la Corona de Aragón.
La influencia religiosa de la orden se materializó en la construcción de la sede románica, que se inició en 1158 y fue consagrada veinte años más tarde. Ya en el siglo XIII se le añadió el claustro y en 1347 se inician las obras para la construcción de la catedral que se alargará hasta el siglo XVIII, aunque la fachada principal no fue acabada.
La catedral gótica estaba bajo la advocación de Santa María, se trata de un edificio con una planta basílica de tres naves y capillas entre los contrafuertes siguiendo el estilo de la Francia meridional. El espacio interior queda iluminado mediante tres niveles de ventanas, aunque el primero de ellos se encuentra tapado por los retablos que ocupan las capillas laterales. La Sede no fue acabada por lo que le faltan los pináculos sobre los contrafuertes en la cabecera, la fachada principal, también inacabada, se construyó en estilo barroco, al igual que las Capilla de la Cinta y la Capilla Real.
El castillo de la Zuda (o Suda) se encuentra en el punto más alto de la ciudad, desde el se domina la ciudad bajo-medieval y el barrio de Remolins, la antigua judería . La fortificación original disponía de torres prismáticas y cilíndricas en sus extremos par adaptarse a la orografía del terreno, y se encuentra rodeado por una sólida muralla de estilo andalusí del siglo X. La torre del homenaje y las dependencias contiguas has sido totalmente restauradas durante su reconversión en parador.
El castillo también hacia la función de cárcel publica de la ciudad, sede del tribunal de justicia y del Palacio Real. Jaime I "el conquistador" lo convirtió en su residencia real predilecta y desde aquí se prepararon para la conquista de Peñíscola y Burriana. Durante la Guerra Civil Española sufrió una grave destrucción, de la antigua edificación se conservan las murallas, las arcadas de acceso al recinto, la nave del polvorín , el patio de armas y un importante conjunto de galerías subterráneas.