No me había enterado hasta hace unos días.
Estaba buscando unos calcetines en el agujero negro de la cesta de los calcetines cuando lo oí.
-No me puedo creer que todavía ande por aquí, os dije que lo matarais cuando me fui de vacaciones.
-¿De que hablas?
-De qué voy a hablar, del maldito grillo que se coló este verano en el porche de la cocina.
-¿Ahhh, te refieres a Paco?
-¡¿Paco, qué Paco?!
Así es, queridos amigos. Tenemos otra mascota.
Ya se sabe que los bichos, mientras son bichos en genérico, la cosa va bien. El problema es cuando, por la razón que sea, los bichos adquieren nombre. Entonces dejan de ser animales sin más y se convierten en parte de la familia.
Quién no ha llegado a casa con el pollito pintado de verde y cuando la mujer le ha puesto a parir por traer otro animal más que cuidar, ha soltado con firmeza:
-Bah, no te preocupes, éste en cuanto crezca lo tiramos a la cazuela y nos lo comemos guisadito.
Pero el pollito verde se convierte por aclamación popular en Clotilde. Se ha decidido que será una hermosa gallina sin consultar a Serrat ni a ningún otro sexador de pollos, así que la situación adquiere otra dimensión.
Los niños aciertan y Clotilde no es un gallo con dudoso nombre de gallina, es una gallina en toda regla. Pone huevos, ensucia el jardín, se apodera de todos los alfeizares de las ventanas y decide hacer de la recogida del huevo diario una especie de Ginkana, porque todos los días lo pone en un sitio diferente. Original que ha salido…
Pasa el tiempo y Clotilde, que ya tiene una edad, deja de poner huevos así que ahora solo ensucia el jardín y caga los alfeizares de las ventanas. Pero claro, nadie se responsabiliza de ser el asesino de Clotilde; sí el asesino, porque a una gallina se la mata, pero a Clotilde se la asesina.
Cada vez que insinúas que quizás, solo quizás sería hora de darle un buen fin a Clotilde, los niños te miran como si fueras el protagonista de la matanza de Texas y todo porque el maldito bicho tiene nombre.
-¿Quieres matar a Clotilde, mamá?
Joder y es que dicho así, la verdad, es que suena fatal…
Te imaginas ahí, como el de Psicosis con el cuchillo por el jardín detrás de la pobre Clotilde, encima sin poder darle alcance, porque nadie le ha cortado las alas, por no hacerla sufrir, claro. Los niños mirando por las ventanas como en El Resplandor.
-¡¡Que no cariño, cómo voy a pensar en matar a Clotilde!!
Y así pasa el tiempo, hasta que un buen día Clotilde aparece tiesa como la mojama.
Ha muerto y los niños que ya no son tan niños y están en plena adolescencia pasan de Clotilde como de hacer sus camas así que aprovechas, la desplumas, la metes a la cazuela y después de seis horas de olla exprés ultra rápida y ochenta euros de luz de la vitrocerámica, Clotilde está intacta, incorrupta, dura como su puñetera madre.
Caldo hay, pero lo que es la carne no hay Cristo que le pueda hincar el diente y es que después de años y años corriendo por el jardín y elucubrando sitios dónde poner huevos, la carne se endurece que es una barbaridad, así que guardas el caldo en el congelador y no le dices a nadie, la suerte que ha corrido la susodicha.
Ahora ha vuelto a pasar.
Cuando me fui de vacaciones, les pedí que mataran al jodío grillo, que había leído que viven de ocho a doce meses y lo de aguantar casi un año el frotar de alas del bicho era demasiado para mis oídos. He vuelto y dicen que no lo encuentran.
Que debe de haber hecho un curso de supervivencia ó algo, porque cuando se acercan, se calla y claro así no hay quién lo encuentre, entonces lo bautizan y se consuma la adopción.
Antes de irme era cuestión de echarle insecticida al grillo, pero ahora, ¿Quién es el guapo que gasea a Paco?
Así que yo solo espero que Paco no se haya mudado al porche con Francisca y para abril tengamos 450 Panchitos.
El Niño por supuesto, no pierde oportunidad de meter sus puyas en cuanto puede.
-No te preocupes Madre, seguro que no llega a la primavera, morirá de frío como todos nosotros.