Revista Cultura y Ocio
tengo amigos cuya sociedad me es en extremo agradable. Son de todas las edades y de todos los países. Se han distinguido, a la vez, sobre el campo de batalla y en el silencio del gabinete, y han obtenido grandes honores por sus conocimientos de las ciencias. Es fácil llegar a ellos, porque siempre están a mi servicio y les admito a mi lado, o los despido cuando me place. Jamás son importunos, y responden a todas mis preguntas inmediatamente. Algunos me refieren los hechos de otros tiempos; otros me revelan los secretos de la naturaleza. Éstos me enseñan a vivir, aquéllos a morir. Unos, con su jovialidad, destierran mis cuidados, alegran mi espíritu; otros, me dan la fuerza del alma y me enseñan la importante lección de no contar sino conmigo mismo. Rápidamente me abren los variados senderos de todas las artes y de todas las ciencias, y puedo fiarme de sus informes tranquilamente en todas circunstancias. A cambio de todos estos servicios, solamente me exigen que les preste una habitación conveniente en un rincón de mi modesta morada, en donde puedan descansar en paz, porque a estos amigos seduce más la paz de un tranquilo retiro que los ruidos del mundo.
(Petrarca)
ronronea: claudia