Puede que ante una situación que nos ha desbordado hayamos dudado si lo que estábamos sintiendo era un exceso de ansiedad o de preocupaciones, pero lo cierto es que ambos términos no son sinónimos.
Si recordamos el artículo anterior, las preocupaciones son todos los pensamientos que se nos pasan por la cabeza: las interpretaciones de lo que ha sucedido o las cavilaciones sobre lo que puede pasar, mientras que la ansiedad es una respuesta o consecuencia que acompaña a lo que hemos pensado, pero no tiene por qué ser la única respuesta. Ante una preocupación podemos sentir miedo, culpa, incertidumbre…
Por lo tanto, ¿qué es la ansiedad? Una emoción.
Esta descripción puede chocarnos, ya que no estamos acostumbrados a asociar que la ansiedad comparta término junto a emociones como la tristeza, la envidia o la alegría.
La ansiedad es la mezcla emocional y física que sentimos cuando prevemos consecuencias negativas de algo que aún no ha pasado, o lo que es lo mismo, nos ayuda a prepararnos para la acción en caso de peligro. Esta ansiedad o exceso de activación no tiene por qué ser siempre mala.
Pongamos un ejemplo: Nos hemos quedado dormidos y tenemos examen a primera hora y justo antes de llegar a la parada vemos como nuestro autobús ya está allí y pensamos “Si lo pierdo llegaré tarde al examen y no me dejarán entrar”, por lo que echamos a correr para cogerlo a tiempo.
¿Cómo es posible que la ansiedad tenga una función adaptativa?
La ansiedad tiene su origen en los tiempos en los que vivíamos en cuevas y teníamos que protegernos de otros depredadores. Si nos fijamos, lo que nuestro cuerpo hace cuando se pone nervioso es prepararse para activarnos y huir o luchar (los músculos se ponen tensos, el corazón y la respiración van más rápido, etc).
¿Cuál es el problema?
El problema es que en la actualidad ya no tenemos que escapar de los depredadores, siendo perder ese autobús una de nuestras fuentes de ansiedad actuales. Esa activación que nos hace correr para llegar a tiempo al examen es positiva, el inconveniente es que esta respuesta no es tan buena para afrontar las dificultades del día a día.
De poco me sirve estar preparado para correr cuando me enfrento a un examen o a una situación difícil, pero todas las funciones positivas que tiene la ansiedad desaparecen cuando nos agobiamos por consecuencias terribles de algo que aún no ha pasado y de las que ni siquiera tenemos evidencias, desgastándonos físicamente, dificultando nuestra toma de decisiones o nuestra capacidad de afrontamiento.
Si ante la situación de perder el autobús pienso que puedo llegar tarde al examen (consecuencia probable) haré todo lo posible para que eso no suceda o escogiendo un medio de transporte más rápido, como el metro.
Si me dejo llevar por las preocupaciones y por consecuencias negativas menos probables, es posible que me bloquee y no utilice mis recursos personales para intentar llegar a tiempo al examen.
¿Esto qué quiere decirnos? Que todas las emociones son útiles y necesarias si las aceptamos y afrontamos evitando que nos desborden y dificulten nuestras acciones. La ansiedad tiene una forma peculiar de expresarse en nuestro cuerpo que nos revoluciona de forma desagradable, pero si la evitamos o maximizamos estaremos dejando a un lado su función adaptativa.
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