Está claro que comer es una necesidad y un acto que tenemos normalizado en nuestro día a día. Normalmente seguimos unos horarios para comer y nos guiamos por el hambre que sentimos, pero no siempre es así.
Muchas veces acabamos de comer o hemos comido hace poco y nos apetece algo más por
antojo, capricho… y no por hambre. Hasta ahí es normal, ya que de vez en cuando es bueno satisfacer estos antojos.El problema viene cuando comemos compulsivamente, es decir, no sabemos exactamente por qué, pero necesitamos comer y lo hacemos sin control. Normalmente este tipo de ingesta está relacionada con la ansiedad.
¿Cómo ocurre esto?
La comida es un potente reforzador que nos hace sentirnos bien de forma inmediata. Por este motivo muchas veces usamos la comida para escapar de emociones negativas. Esto se produce a través de un condicionamiento. Es decir, cuando nos sentimos tristes, estresados o cualquier otra emoción negativa, comemos. Comer en ese momento nos genera placer y nos ayuda a escapar de las emociones negativas, pero solo a corto plazo. Al ayudarnos a escapar de las emociones negativas, asociamos la conducta de comer a bienestar, por lo que cada que nos sintamos mal anímicamente, comeremos. Aquí es cuando se crea el condicionamiento:
Pero, ¿Qué pasa a medio y largo plazo?
A medio plazo, empiezan los sentimientos de culpabilidad por todo lo que hemos comido. A largo plazo aumenta la culpabilidad y además somos más conscientes de que no estamos afrontando las situaciones que nos generan las emociones negativas, sino que simplemente intentamos huir de ellas a través de la comida.
¿Cómo se si me está pasando?
Es estos casos, cuando este tipo de ingesta ya se ha convertido en un patrón de conducta, es difícil diferenciar si tengo realmente hambre, como por costumbre o por ansiedad.
Hay una serie de características que nos pueden ayudar a identificar la ingesta emocional de la necesaria por hambre:
- Viene de repente, no de forma gradual. Por lo tanto se siente el impulso de tener que comer.
- Se come de manera compulsiva y no se atiende a las señales de saciedad de nuestro cuerpo por lo que se termina desagradablemente lleno.
- Se tiene preferencia por alimentos altamente procesados y altos en grasa ya que son altamente reforzantes.
- Sentimiento de culpabilidad después de la ingesta, ya que se come más de lo que se pretendía.
- Da igual que se haya comido hace poco, al estar regulada por las emociones se come de igual manera.
- Puede no corresponderse con las horas estipuladas para comer: desayuno, almuerzo, comida, merienda o cena. Y si corresponde, la cantidad es muy superior o el tipo de comida no es el adecuado.
¿Cómo podemos evitarlo?
Si te sientes identificado con ingesta emocional pide ayuda psicológica ya que se puede trabajar mediante el uso de técnica cognitivo-conductuales, y poner solución al problema.
Para empezar es necesario aprender a identificar las señales que nos da el cuerpo y que nos advierten de que tenemos hambre. También habría que aumentar la capacidad de autoconocimiento y autorregulación de la emociones. Saber cuáles son las situaciones que nos están generando las emociones negativas y aprender a afrontarlas de forma alternativa, por ejemplo a través de técnicas de relajación para disminuir la ansiedad y con ella el impulso de comer.
Fdo: Nazaret García del Río. Psicóloga especializada en clínica y educación.
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