Revista Cine

Tengo un (mini) poder

Publicado el 02 noviembre 2016 por Esti @estipuntobpunto
Os pareceré una radical. Una extremista. Una loca. Pero no puedo soportar ni una serie/película/trilogía grandilocuente de súper héroes más. Hay un momento en el que hay que decir basta. Como a las películas de la II guerra mundial o las escenas de persecuciones por el metro de cualquier gran ciudad. Ni una más. Estamos a una adaptación de DC cómics y dos de Marvel de acabar viendo a los Xmen en el jardín de infancia: "X-men, la búsqueda del chupete perdido".
Tengo un (mini) poder Todos y cada uno de estos tipos embutidos en trajes rarunos tienen su película. Algunos hasta una saga. 
Y, sin embargo, hay un aspecto de los súper héroes que nadie, ni siquiera Nolan, ha explorado. Los poderes sobrenaturales existen, en esta realidad, en nosotros, sin necesidad de venir de un planeta de otra galaxia, ni de ser un mutante. Lo que pasa es que no son súper poderes, son mini poderes, poderes tontorrones, dones que no sirven para gran cosa. Todos tenemos uno, o incluso dos. Los hay muy prácticos, como encontrar aparcamiento con facilidad; los hay molestos, como el don para encontrarte con tu ex o la persona que te gusta justo cuando vas hecha un adefesio; y los hay tontorrones, como los míos. Porque tengo dos minipoderes. De uno ya hablé aquí.
El otro consiste en que provoco pasiones en la tercera edad. O mejor dicho, provocaba. Llegaba mayo, me ponía tirantes o vestidito corto y ya empezaban los mayores de 75 años a decirme preciosísimas cosas llenas de finura y clase como "qué corta vas" o "gua-pa" (curioso que guapa, para ser piropo, deba decirse así, en dos veces: "gua" por un lado, "pa" por el otro). En las últimas primaveras los señores vetustos han dejado de piropearme. No sé si porque mi grupo de fans ha muerto o porque yo me he hecho demasiado mayor para ellos, ¡ya parezco su hija más que su nieta y eso no puede ser!
Pero hoy mismo he comprobado que mi poder con la tercera edad continúa en plena forma, lo que pasa es que  ha evolucionado. Ahora funciona con las señoras mayores. Hace unos meses unos amigos me regalaron un bono para ir a un spa que hay cerca de mi casa:
Tengo un (mini) poder El spa al que voy es como éste. Igual. Excepto porque hay muchísima más gente. Y porque no hay árboles alrededor. Y el agua está un poquito más verde.
Así que, aprovechando el festivo, allá que fuimos: las chanclas, la toalla, el gorro de baño, el gel, el champú, el bañador y yo. Que iba tan cargada que más que ir a pasar un rato en el agua calentita parecía que me iba de fin de semana al extranjero. Estaba yo tan a gusto rodeada de burbujas en el jacuzzi cuando entra una señora vetusta, se sienta al lado y me empieza a dar conversación. Pero no creáis que fue la típica conversación de persona mayor que se aburre y aprovecha que la mitad de los chorros no funcionan para darte una turra de dos minutos sobre el tema. No. Ella pasó de los chorros averiados al spa en sí, su antiguo dueño, sus actuales dueños y cuánto tiempo llevaba ella viniendo. De ahí hiló con el siguiente tema: los beneficios del agua termal en su salud. De ahí pasó al siguiente tema: problemas de salud de la gente de su edad y de ahí al siguiente: cómo le molestaba la manera en que le trataban los médicos y los trabajadores del centro de día al que antes iba:
- Si es que nos tratan como a niños. "Bonita", me dicen, y me explican las cosas despacio. Que no soy una niña. Yo esto no lo pensaba de joven, una no piensa en que va a envejecer, seguro que tú no lo piensas.
Siguió hilando temas: su pasado como enfermera, que la enfermería es bonita pero muy dura, que si la cantidad de niños que había visto morir, en esos féretros tan pequeños... todo mientras seguíamos rodeadas de las burbujas del jacuzzi. Por fin la señora me dijo "menudo tostón te estoy dando" y yo, por supuesto, le dije que "para nada". Ella siguió con sus temas hilados unos minutos más (lo bueno que era el baño turco, que era como una exfoliación natural, la decoración del otro spa de la misma cadena en Cuatro Caminos...) cuando encontré el momento de irme. Nos despedimos muy amigablemente y me acordé de ella durante los cinco minutos que aguanté el vapor del baño turco.
Acabé el circuito termal, me fui al vestuario... y allí otra señora vetusta me enganchó. Usó la misma técnica: hablar primero del spa con una pregunta aparentemente inofensiva. La suya fue: ¿hay mucha gente en el circuito? Contesto y ella aprovecha para hilar temas. Que si tenía un quiste sangrante (sea lo que sea eso) que si qué mal está la seguridad social, que si el diagnóstico se lo hizo por la privada porque aún tenía que esperar 3 meses a que la viera un especialista, que si cuidado no te dejes nada por aquí, que a mí una vez me intentaron robar el bolso, que si a una clienta de aquí le robaron los zapatos... Señora Vetusta 2 no se enrolló ni la mitad que Señora Vetusta 1, pero las dos tenían algo en común. No buscaban entablar conversación, no te dejaban meter baza... como mucho lograbas intercalar algún "ajá" entre sus frases. Ellas buscaban que las escucharan.
Y vosotros, ¿pensáis alguna vez en qué significa envejecer?, ¿os imagináis en el futuro como uno de estas ancianas deseosas de compartir sus achaques con cualquiera?, ¿o más bien como ancianos de los que piropean?, ¿cuál es vuestro mini poder?


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