Nada nos confronta más con el verdadero significado de la vida que la sola posibilidad de perderla. Perder nuestra salud a causa de una enfermedad crónica puede sumirnos en una depresión y alejarnos de vivir con responsabilidad y protagonismo este proceso.
El transitar por una enfermedad parece dejarnos con muy pocas cosas que elegir; no escogimos esta situación, nadie nos preguntó si nos parecía justo y tampoco nos dan respuestas absolutas y definitivas sobre nuestro futuro. Estamos a la deriva o eso parecería. Sin embargo, la tanatología, disciplina reciente en nuestro país (16 años) nos invita a vivir estos procesos con absoluto protagonismo, con una actitud de aceptación más no de resignación (Pérez, G. 2012)
La aceptación es activa y nos lleva al empoderamiento de la enfermedad, nuestra percepción comienza a cambiar, no somos víctimas de lo que ocurre sino corresponsables de nuestra curación. La depresión es el enemigo a vencer, ésta avanza cuando tomamos una actitud de resignación, cuando aceptamos nuestra situación y nos responsabilizamos de ella, la depresión y tristeza retroceden para dar paso a la acción.
La consejería tanatológica puede ayudarnos, es un acompañamiento de escucha activa que pone tus miedos sobre la mesa para hablar de ellos y hacer que dejen de perseguirnos por las noches. Todo es mucho menos amenazador cuando se le ve de frente. Aunque la etimología de la palabra Tanatología pudiera remitirnos a muerte, sobre la muerte no hay nada que hacer. Es absoluta, definitiva e irreversible. En cambio sobre la vida hay todo por lograr por eso la Tanatología nos habla de vivir con responsabilidad cada situación de nuestra existencia. Asumiendo a veces que el mismo sufrimiento es prueba de vida. (Pérez, G. 2012)
A veces cuando hablamos de pérdida y duelo, pensamos solamente en la muerte. No solamente nos dolemos por la muerte de un ser significativo de este plano terrenal, también tenemos otras pérdidas tales como:
•Etapas de desarrollo (niñez hacia la adolescencia, joven adulto hacia la vejez)
•Mudanzas•Divorcios
•Una extremidad
•Salud (enfermedades)
La pérdida de la salud está asociada a un proceso de duelo, y una crisis debido a la confusión mental y el dolor emocional al enfrentarse con la amenaza de la muerte. Elizabeth Kübler-Ross citada por Chávez (1998) y Quezada (1991), señala que la persona durante este tipo de crisis experimenta cinco fases:
1. Negación y aislamiento: la persona niega que lo que está sucediendo es real.
2. Cólera: se expresa por la impotencia ante la enfermedad o la muerte, esta fase está acompañada de sentimientos de molestia, culpa, invalidez, vergüenza, hostilidad, envidia y agresión
3. Regateo o negociación emocional: es un intento por posponer la muerte, se hace un trato con Dios donde hay ofrecimientos y premios de por medio.
5. Aceptación: por lo general, en esta fase la persona se encuentra muy cansada y débil, se observa en la persona calma física, psicológica y espiritual.
No todas las personas que se enfrentan con procesos de pérdida de salud experimentan estas fases en su totalidad o en el mismo orden, algunas viven en repetidas ocasiones varios estadios o no experimentan alguno. A pesar de que estas fases son descritas solo para las personas que tienen la enfermedad, los miembros de la familia también experimentan proceso de duelo, y aunque en forma diferente, sufren y comparten el dolor con su ser querido.
Cuando la persona enferma y su familia recibe información cargada de emoción como son las noticias de diagnóstico, tratamiento o pronóstico, suelen estar muy ansiosos y por lo tanto menos capaces de tomar decisiones adecuadas y resolver sus problemas con coherencia. El impacto de la noticia sacude a todo el sistema familiar y a la vez todos tratan de adquirir gran cantidad de información alarmante, la persona enferma y su familia buscan recobrar el control de una situación abrumadora, recabando todo tipo de información. (Baird y otros,1991).
La enfermedad no viene sola. Es necesario poner empeño y ganas, orientarse sobre todo en estas tareas de duelo. Puede que queramos descubrir quiénes somos ahora, qué significado ha tenido para nosotros todo lo que hemos vivido o tenido hasta ahora, hacia dónde van nuestros sueños, cómo me relaciono con mi enfermedad, y qué obtengo con ella. En qué momento nos ha llegado. Las enfermedades también nos dicen cosas. Y es un trabajo valiente el mirarse y preguntarse “qué hace esta enfermedad ahí”.
Es innegable, que nunca más nuestra vida volverá a ser la de antes, ya que al transitar por este sufrimiento la vida nos enseña a valorar lo que tenemos a nuestro alrededor, nos enseña la inmensa fortuna que tenemos de estar vivos o a apreciar a los seres queridos que están con nosotros; en otras situaciones, si no aprendemos a resolver todos estos conflictos que nos lleva el experimentar el dolor de una pérdida, entonces puede ser que nuestra vida se vuelva difícil manteniendo un inmenso dolor por siempre, haciéndonos víctimas de las circunstancias y hundiéndonos cada vez más en la desdicha (Bautista, 2009).
Conocer sobre el dolor y el duelo no es la cura al sufrimiento pero nos da el conocimiento necesario para saber cuando estamos actuando de manera normal o nuestro comportamiento ya es atípico y preocupante.
¿Cuándo debería buscar ayuda?Aunque el dolor, la soledad y los trastornos que acompañan al duelo no tienen nada de “anormal”, hay algunos síntomas que deberían hacer que acudiéramos a un profesional o a alguna persona de nuestro entorno que pueda ayudarnos: médicos, guías espirituales, responsables de grupos de apoyo o profesionales de la salud mental. Aunque cada persona debe tomar esta decisión libremente, debe plantearse seriamente hablar con alguien sobre su duelo si presenta alguno de los siguientes síntomas (Neimeyer, R. A. sin año):
• Intensos sentimientos de culpa, provocados por cosas que hizo o dejó de hacer en el momento de conocer su diagnóstico
• Pensamientos de suicidio que van más allá del deseo pasivo de “estar muerto”.• Desesperación extrema; la sensación de que, por mucho que lo intente nunca va a poder recuperar la vida que anteriormente llevaba.
• Inquietud o depresión prolongadas, sensación de estar “atrapado” a lo largo de períodos de varios meses de duración.
• Síntomas físicos, como la sensación de tener un cuchillo clavado en el pecho o una pérdida sustancial de peso, que pueden representar una amenaza para su bienestar físico.
• Abuso de sustancias, confiando demasiado en las drogas o el alcohol para desterrar el dolor por la pérdida de la salud.
Aunque cualquiera de estos síntomas puede ser una característica de un proceso normal de duelo, su presencia permanente debe ser causa de preocupación y merece la atención de una persona que vaya más allá de las figuras de apoyo informal que suelen estar presentes en la vida de cada individuo.
Referencias:
Neimeyer, R.A. (sin año). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Recuperado de http://gemma.atipic.net/pdf/332AD10607C.pdfChacón, K. S. (sin año). Crisis por alteración de la salud física: un modelo de intervención. Binass, 63(4). Recuperado de http://www.binasss.sa.cr/revistas/ts/63/art4.htm
Fleming, S. (sin año). Duelo por mi salud. Un camino que se hace andando [Mensaje en u blog]. Recuperado de http://www.psicologiacrecimientopersonal.es/duelo-perdida.html
Pérez, G. (06, Mayo, 2012). El duelo por la pérdida de la salud [Mensaje en u blog]. Recuperado de http://www.viveplena.com/index.php?option=com_content&view=article&id=150:el-duelo-por-la-perdida-de-la-salud&catid
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Psic. Iliana BarbozaAguascalientes, Ags.