Leonardo Favio durante el rodaje de “El romance del Aniceto y la Francisca” en 1965.
- La muerte me tiene sin cuidado.
- No te creo.
- Te lo juro. La veo como una hermana que ya va a venir. Sólo le temo a la humillación de la decrepitud. No pido ni un minuto más ni un minuto menos, que venga. Me creerías si me hubieras visto asistir a mis cirugías, inclusive a mi enfermedad. Eso sí, con dignidad quiero irme.
- Omitiendo féretro y soldadura y zaranda.
- Sí, sí, nada de eso. Hablé con mi abogado para evitar el manoseo. Tengo algo de musulmán: todo rapidito y chau y que se dejen de joder con coronas y aplausos. Respeto para mi cuerpo. Ternura quiero.
El anuncio de la muerte de Leonardo Favio evoca en algunos espectadores el recuerdo de la charla que el cineasta y cantante mantuvo cinco años atrás con uno de nuestros mejores entrevistadores, Rodolfo Braceli, en aquella ocasión para el suplemento ADN de La Nación. El archivo personal del periodista atesora otra joya: la foto cuya versión completa se esconde detrás de la porcioncita que ilustra este sentido homenaje a un argentino atípico, admirable por su coherencia artística, ideológica, militante.
“Es curioso que pensando tan diferente nunca nos hayamos peleado cuando sale el tema (del peronismo)”, comenta Braceli al promediar la extensísima y muy disfrutable entrevista. “La ternura nos protege de nosotros”, le responde un sereno Favio. Otra vez, esa palabra y/o sentimiento que este pequeño blog elige para decirle adiós a nuestro propio gran Leonardo.