Hace aproximadamente un año os recomendaba la antología de ciencia ficción Terra Nova, poco interesada en textos de aventuras espaciales o de futuros remotos y mucho en aquellos que especularan con situaciones extrapolables a problemas sociales, políticas o culturales de la actualidad, e intentando equilibrar la presencia de firmas en castellano con otras más consolidadas en el mundo anglosajón, pero no lo suficientemente difundidas aquí. No me equivoqué subrayando su valía, puesto que tal colección arrasó no hace tanto en los premios Ignotus, los más importantes repartidos en España. Ahora llega a nuestras librerías Terra Nova 2, con idéntica filosofía en su criterio de selección (a cargo de Mariano Villarreal y Luis Pestarini) y con la intención de dejar claro que existe una solución de continuidad para esta antología.
Al igual que ocurriera con la primera entrega, entre los textos traducidos nos encontramos con numerosos finalistas de algunos de los premios foráneos de mayor importancia (Sturgeon, Locus, Hugo, Stoker, Nebula…), tanto en la categoría de relato como en la de novela corta, de escritores que están despuntando, pero cuya situación aquí aún no es todo lo boyante que merece por la calidad de sus textos, por lo que conocerlos supone un valor añadido para la antología. Por otra parte encontramos los relatos escritos originariamente en español, de autores en su mayoría más rodados en revistas de género y otras antologías de menor repercusión que esta, entre los que seguro alguno se consolidará los próximos años.
Pero mejor voy comentando los 11 miembros del equipo uno a uno:
La textura de las palabras, de Felicidad Martínez es una excelente novela corta en la que se nos presenta, construyéndola con solidez y credibilidad, una sociedad de mujeres ciegas en la que se describen con gran elocuencia las rígidas relaciones tanto de las mujeres entre ellas como con los hombres. Un inicio rutilante para la colección en el que brilla la sensibilidad con que se trata la relación madre-hija.
Separados por las aguas del río celeste, de Aliette de Bodard es una buena manera de conocer a la autora franco-vietnamita-estadounidense y a su universo ucrónico de Xuya en una historia sobre el desarraigo cultural.
Las manos de su marido, de Adam-Troy Castro, nos cuenta una historia realmente bizarra, resultando un alegato antibelicista en el que la metáfora de que cuando alguien va a la guerra solo vuelve una parte de él se vuelve literal hasta el extremo, explorando la relación entre el regresado y su esposa. Un destacado de la colección.
¿Pueden llorar ojos no humanos?, de Germán Amatto, es un relato distópico de corte clásico, tanto en su apuesta formal como en su fondo, narrado con consistencia.
Juicio Final, de Carlos Gardini, es una novela corta que también recuerda vagamente a las distopías clásicas, pero con una aproximación mucho más singular, ya que realiza un acercamiento seudoartístico (sobre todo musical) al Apocalipsis, recordando por momentos a Cortázar y sobre todo a P. K. Dick (aunque no tan confuso). Relato destacado.
Araña, la artista, de Nnedi Okorafor nos lleva a un África sobreexplotada en la que la relación de la protagonista con un robot asesino dotado de una inteligencia curiosa nos da el contrapunto a la que tiene con su machista marido.
La djin, de Pedro Andreu, es un buen relato corto dotado del lirismo marciano de Bradbury, impregnando a su vez de un toque crudo a toda esta tensa narración.
Noches de cristal, de Greg Egan es un interesante relato sobre la evolución de unas IAs que recuerda tanto al de Ted Chiang en el primer volumen de Terra Nova como al más célebre cuento de George R. R. Martin (y esto es un cumplido), aunque con menos carga emocional y tensión narrativa que ambos.
En el filo, de Ramón Muñoz, es una novela corta con formato clásico policíaco, contada con solidez y con un protagonista bien dibujado, en el que el logrado escenario me hizo pensar en el de Blade Runner (película, que no novela).
El último Osama, de Lavie Tidhar, es una mezcla de western, ciencia ficción y viaje al horror conradiano en el que un cazarrecompensas elimina clones de Osama Bin Laden diseminados por todas partes para hacer recordar el poder de los símbolos.
El hombre que puso fin a la historia: documental, de Ken Liu supone la joya de la corona de la antología. El autor, que ya brillaba en el primer volumen, sigue haciéndolo ahora doblemente. Por un lado con una novela corta bien construida, original, y repleta de matices, en la que plantea una visión única de los viajes en el tiempo, lo que ya por sí es de enorme mérito. Por otro lado, plantea un dilema de gran interés e imposible solución: ¿quién es el propietario de la Historia? Brillante.
Y estos son los miembros del equipo, por lo que vuelvo a plantear la cuestión inicial: ¿puede jugar Terra Nova volumen 2 en la misma división (la primera) que el volumen 1? Y ya estamos en condiciones de dar una respuesta: rotundamente sí. Algunos lectores podrán optar por el primero, otros por el segundo, pero el proyecto se consolida y sigue cogiendo fuelle para, con suerte, seguir deleitándonos con unas cuantas entregas más. Por tanto, no puedo acabar esta reseña de una manera diferente a como acabé la del primer volumen: larga vida a Terra Nova.