Llegó la época del año en que más me gusta curiosear quién vive debajo de las rocas. Porque la lluvia despierta a la fauna lapidícola del matorral mediterráneo, y siempre hay alguna sorpresa que encontrar. A veces la sorpresa no estriba en dar con una especie, sino en observar algún episodio de su modo de vida, sobre todo en el caso de algunos animales frecuentes y de aspecto un tanto anodino. En la ilustración tenemos una caracola de lo más común en los montes secos ibéricos, Rumina decollata, el decollate snail de los anglosajones, una especie originaria de la región mediterránea. Es inconfundible por su concha en forma de cono con el ápice truncado, y se trata de la caracola más común en nuestro ecosistema, junto con la insólita Jaminia quadridens, mucho menor. ¿Quién podría sospechar, a primera vista, que la discreta Rumina es un carnívoro voraz?
Este depredador a cámara lenta no sólo come otros caracoles y babosas, sino también sus huevos, y lombrices, y otros invertebrados fáciles de atacar. No caza a sus presas, simplemente se las va comiendo a base de rasparlas con su "lengua", la rádula, una lámina de quitina repleta de dientes diminutos que la hacen áspera como un papel de lija, convirtiendo a esta caracola en el depredador con más dientes de todos los del paraje. Esta "terrible caracola" también rae materia vegetal y restos descompuestos, pero su capacidad de eliminar a otros caracoles le ha ganado la fama de aliado del agricultor. Sobre todo fuera de España, donde Rumina se emplea como agente de control biológico de caracoles.
En California, por ejemplo, la introdujeron deliberadamente en naranjales, durante los años 1970, en un intento de controlar las plagas de otra especie mediterránea de caracol, Helix aspersa. ¿Funcionó la idea? Las pruebas no son concluyentes, y además puede que nuestra caracola contribuyera al declive de especies interesantes de caracoles autóctonos. Ese declive ha ocurrido ya en las Bermudas, y los culpables parecen ser caracoles carnívoros invasores, entre ellos Rumina. En estas islas el desatino ecológico ha alcanzado cimas grotescas: para acabar con las Rumina, que ellos creían una plaga para las plantas, trajeron a otro caracol carnívoro, Natalina cafra, y así añadieron otro enemigo para la fauna autóctona de caracoles. El peligro potencial de Rumina para otras especies de caracol se ve aumentado por su gran capacidad de colonizar nuevos territorios. Por ejemplo, llegó a Norteamérica hacia los años 1820, quizás a bordo de hortalizas importadas; y ahora está "invadiendo" Argentina. A pesar de todo esto, si buscáis en la web veréis que venden lotes de Rumina como antiplagas ecológico para jardines y cultivos...
Nuestra terrible caracola me hizo pensar que la región mediterránea es una máquina de producir especies invasoras. Recordé que la mayoría de las "malas hierbas" hoy cosmopolitas tienen origen mediterráneo (referencia: aquí). ¿Acaso nuestras condiciones climáticas, o biológicas, favorecen la evolución de especies muy invasivas? Quizás... pero de momento quedémonos con ese inesperado paralelismo entre Rumina y las plantas mediterráneas, porque esa sólo es su primera similitud. La segunda estriba en la reproducción: las Rumina, hermafroditas, no suelen aparearse, al contrario que los demás caracoles, sino que la mayoría de las veces... ¡se autofecundan! Así basta con una caracola para originar una población entera, como ocurre con muchas plantas que tampoco necesitan cruzarse con otra para dar semilla. Tal vez esto les permite invadir mejor y tener una distribución mundial muy amplia, acercándose a las distribuciones amplísimas de las bacterias. Como Rumina, las bacterias sólo intercambian genes esporádicamente, en lo que podríamos llamar sexo. Como las bacterias, Rumina difícilmente se ajusta al concepto usual de especie, basado en que los organismos de una misma especie se reproducen sexualmente entre sí.
En nuestro matorral habrá pocas especies de caracoles, pero desde luego no tienen desperdicio para cualquier naturalista curioso.
Gracias a Jesús Dorda por facilitarme la guía que me despertó la curiosidad por esta especie.