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Terror en la noche (más o menos)

Publicado el 27 enero 2015 por Angeles
 Mi tío contaba  entre risas,  para diversión de la familia, una anécdota que le ocurrió cuando era joven. A lo largo de los años la anécdota se volvió a contar en casa en diversas ocasiones y gracias a eso la recuerdo  yo.
 A ese muchacho que era entonces mi tío le gustaban las historias de terror (no sé, por cierto, si esto es algo que se transmita por herencia genética, pero si así fuera, yo podría suponer de dónde viene mi gusto e interés por el género), y cada noche, antes de dormir, leía un rato alguna novela o cuento escalofriante. Decía que pasaba miedo, que se ponía nervioso, y que muchas veces estaba a punto de soltar el libro y no leer más, pero que al mismo tiempo  disfrutaba mucho con aquellas emociones  producidas por  seres de pesadilla,  sótanos siniestros, cementerios en ruinas y lúgubres bosques.
Terror en la noche (más o menos)Una noche, al parecer, se sintió especialmente impresionado por la historia que acababa de leer y le estaba resultando difícil quedarse dormido. Además se dio la circunstancia de que aquel día  había dejado una camisa blanca colgada de una percha y ésta colgada  en el tirador de la ventana. Cuando sus ojos se acomodaron a la penumbra de la habitación, pudieron percibir el contorno de la camisa, que, colgada como estaba, le pareció por un momento un hombre allí de pie.Con esta idea ya en la cabeza y con  la imaginación estimulada por la lectura, mi tío se iba obsesionando cada vez más con la dichosa camisa, que ya se le figuraba el asesino de la novela que hubiera escapado de sus páginas.Era consciente de que aquello no era más que su camisa, pero no podía librarse de la impresión que le causaba. Y así, incapaz de ignorar aquella silueta fantasmal,  tuvo que saltar de la cama, descolgar la camisa y guardarla en el armario.Cuando contaba la anécdota decía: “¡Yo ya veía al tío con sombrero y todo!”Terror en la noche (más o menos) 
Las novelas que tanto entretenían y sugestionaban a mi tío en su juventud eran, según he sabido después, de las que se denominan “novelas de a duro”  o "bolsilibros", que se vendían en los quioscos, constituían lo que se considera infraliteratura y eran el equivalente español de la literatura pulpamericana. En concreto, las que coleccionaba mi tío eran las que editó Bruguera durante los años setenta  en la colección “Selección Terror”, y que tienen títulos tan estupendos y rotundos como Bajo la fría lápida, El siniestro asesino soy yo, Calefacción en la tumba, Las llaves del diablo  o ¡Matad, muertos, matad! Un día, cuando mi tío ya estaba casado y era padre de familia, descubrí que las novelitas seguían en casa de mis abuelos, olvidadas allí cuando su dueño dejó la casa paterna. Mi abuelo me dijo que podía quedarme con ellas si las quería. Claro que las quería, y hoy sigo conservando esa docena de historias baratas que recuperé del olvido sin saber que con el tiempo se convertirían en el preciado objeto de coleccionismo que hoy día son.Durante las noches de aquel verano en que mi abuelo me las dio, esas novelitas pulp fueron para mí un ligero e intrascendente entretenimiento. No me parecían muy terroríficas ni tan persuasivas,  pero siempre, antes de apagar la luz, me aseguraba de que en mi habitación no hubiera nada que, en la oscuridad, pudiera parecerse a la camisa de mi tío.  Terror en la noche (más o menos)
 Es fácil encontrar en internet información sobre estas novelas y sobre sus autores más emblemáticos: Clark Carrados, Silver Kane, Burton Hare...


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