En la bitácora de Pediatría social, de la Sociedad Española de Pediatría Social, han publicado un comentario sobre “antivacunas asesinos“. El título sugiere que todos los “antivacunas”, entendido este concepto como las personas que deciden no vacunar de todo o de algo a sus hijos, son asesinos. El asunto es muy fuerte pero más si cabe porque proviene de una sociedad médica. ¿Primum non nocere? ¿Lo primero no hacer daño?
La noticia de ese blog no cuenta nada del culpable en este caso. El Gobierno de Estados Unidos mató a Bin Laden y como comentan el médico Juan Gérvas y Mercedes Pérez, también médico y mujer del primero, en su libro Sano y salvo (y libre de intervenciones médicas innecesarias) (p. 126), eso agravó el problema.
Como me cuenta Juan:
“Justo en Pakistan el problema es complejo y sin “comprender” a los asesinos conviene saber que el asunto tiene aspectos culturales y políticos muy importantes. Así, existe oposición ideológica y religiosa a la vacuna contra la poliomielitis en los países donde es endémica y se difunden bulos acerca de su uso para cumplir planes maquiavélicos de EE.UU. o reacciones adversas como la impotencia sexual. Lideran la oposición los islamistas y sobre todo los talibán.
La situación se complicó por la cooperación con la CIA, la agencia estadounidense, de un médico de salud pública pakistaní en la operación que llevó al asesinato de Osama ben Laden en 2011. En esa ocasión el médico cambió su actividad normal en la campaña de vacunación oral contra la poliomielitis por una falsa campaña de vacunación contra la hepatitis B, en el pueblo donde los espías de la CIA sospechaban que estaba refugiado el terrorista.
El médico pudo conseguir muestras para el análisis de ADN que confirmó la presencia de la familia de Osama ben Laden, lo que llevó a su asesinato por fuerzas armadas de EE.UU. El médico fue detenido y juzgado, pese a que el Gobierno de Obama, reclamó su extradición (y confirmaron su colaboración con la CIA).
El suceso dio alas a los talibán y redobló los problemas para la aceptación de la vacuna de la poliomielitis. Este ejemplo demuestra la interacción entre política, religión y vacunas, que complica el ya enrevesado panorama del impacto de la vacuna de la poliomielitis en la ecología de los virus“.
Asistimos a la sobresimplificación de un problema de “vacunología social”. En él colisiona la libertad individual y la salud pública. ¿Qué es primero? Pero también es muy importante reconocer que para decidir debemos tener TODA la información sobre las vacunas y eso no ocurre sino todo lo contrario; su comercialización está rodeada de misterio más que de ciencia pero también de política.