Revista Cultura y Ocio

Terry Riley - The Palmian Chord Ryddle (2017)

Publicado el 22 febrero 2018 por Syntheticman @vozdelosvientos
Terry Riley - The Palmian Chord Ryddle (2017)
Entre los compositores “minimalistas” encontramos una característica común, especialmente en sus inicios: la utilización de formaciones instrumentales muy poco convencionales y, en general, una cierta huida de los conjuntos más habituales en la música clásica. Con el tiempo muchos de ellos han corregido esa tendencia (Philip Glass tiene ya una obra para orquesta o grupos de cámara tan extensa o más que la escrita para su propio “ensemble”) y han terminado por escribir piezas dentro de la convención académica.
Es complicado encontrar obras orquestales en la trayectoria de Terry Riley quien, por otra parte, nunca tuvo reparos en trabajar con cuartetos de cuerda. Sin embargo, en los últimos tiempos el compositor californiano parece buscar una reconciliación con la orquesta y ha compuesto varias piezas centradas en ese formato y en sus variantes con distintos solistas. En 1991 ya comenzó a escribir un concierto para orquesta y cuarteto de cuerda del que no hemos vuelto a saber nada pero no fue hasta 2007 que volvió a componer para orquesta con un triple concierto para dos guitarras y violín. En las notas de la grabación que comentamos hoy, Riley indica que le resulta muy complicado escribir música para un instrumento concreto y que, en realidad, lo hace para un intérprete. Necesita conocer la forma de tocar de alguien para llegar a escribir un concierto basado en su instrumento y aquí es donde entra en juego el violinista Tracy Silverman. Frecuentemente nombrado como uno de los músicos más talentosos surgidos de la Juilliard School, en sus inicios se centró en el jazz y llegó a formar parte del Turtle Island String Quartet durante cuatro años en los que sustituyó a su líder David Balakrishnan. El grupo fue uno de los puntales del sello Windham Hill en su momento y hoy siguen en activo tras una refundación completa en 2015. Antes de eso, Silverman tocó su violín eléctrico en varios grupos de punk-rock en locales de baja estofa del Bowery en Manhattan hasta que sus padres le convencieron de no seguir “malgastando su talento” con esa música. El músico se especializó en el violín eléctrico de seis cuerdas que interpreta con una técnica similar a la de Ed Alleyne Johnson, artista que ya ha aparecido por aquí tiempo atrás. Ambos consiguen multiplicar el sonido de su violín hasta el infinito utilizando distintos pedales y efectos de “delay” y “loops” lo que le ha granjeado a nuestro protagonista el sobrenombre de “el cuarteto de cuerda de un solo hombre”.
Desde entonces, Silverman ha estrenado obras de John Adams o Nico Muhly y así llamó la atención de Terry Riley quien escribió “The Palmian Chord Ryddle” pensando en él. El concierto se terminó en 2011 y consta de ocho movimientos. Su primera grabación está recogida en el disco que hoy comentamos y que publica el sello Naxos con la interpretación de la Nashville Symphony dirigida por Giancarlo Guerrero.

Terry Riley - The Palmian Chord Ryddle (2017)

Riley y Silverman durante los ensayos de la obra.


THE PALMIAN CHORD RYDDLE (2011)
“Starting from Here” - El título de la pieza alude a un modo, el “palmio” que trataría de imitar a los modos griegos (dórico, lidio, frigio, etc.) pero que realmente es una invención del propio Riley. Este juego con las armonías clásicas no es algo nuevo en el compositor que ya escribió piezas inspiradas en ellos (“Dorian Reeds” sería un ejemplo) aunque nunca había creado uno. La idea surge de un sueño en el que Riley se ve hablando con otros músicos del “acorde palmio” formado por las notas re-mi-fa-fa sostenido-sol sostenido-la-si-do-do sostenido. A partir de ahí se desarrolla este primer movimiento. El comienzo es muy directo con las cuerdas dando paso al violín de Silverman que ejecuta una melodía muy en la linea del Riley moderno de piezas como “Requiem for Adam” y con un toque “jazzy” muy característico.
“Iberia” - El segundo movimiento refleja la influencia de la música árabe que el músico recogió durante el tiempo que vivió en Andalucía a principios de los años sesenta aunque en el inicio enlaza con el aire jazzístico del corte anterior. Las percusiones, muy vivas nos llevan hasta la parte más “aflamencada” de la pieza con el violín y la orquesta enzarzados en una lucha de altos vuelos con la percusión como árbitro.
“Slow Drag” - Continúa la obra con esta pieza dedicada por Riley a sus padres que fueron campeones de “charleston” en su juventud. El movimiento empieza con un solo de violín en el que Silverman explora las posibilidades del violín eléctrico en un “blues” lento realmente curioso. La orquesta queda en un segundo plano cediendo el escenario al solista casi todo el tiempo.
“Towards the Clouds” - Riley despliega aquí toda la energía de la percusión de la orquesta en intervenciones sucesivas en las que cada instrumento da paso al siguiente hasta terminar todos unidos en un fuerte in crescendo al que se suma la orquesta y el piano. Es una pieza muy poderosa que da paso al violín para enfrentarle a una sección de cuerda en pie de guerra. La segunda parte del movimiento vuelve al jazz brevemente para cerrar con el violín erigiéndose en vencedor en un pasaje muy “gershwiniano” si se nos permite la expresión.
“For Maresa” - Riley vuelve a los modos griegos (esta vez a uno real como es el lidio) en este movimiento lento en el que el violín de Silverman suena como un violonchelo para jugar con las maderas durante unos instantes.
“Ghandi-Ji's Danda” - La influencia India aparece aquí en forma de danza inspirada en las del sur del país. Probablemente la pieza que requiere de un mayor virtuosismo por parte de Silverman que está a la altura. El movimiento es realmente espectacular y enlaza casi sin solución de continuidad con el siguiente.
“Wedding Music” - Riley recicla aquí otro tema, en esta ocasión, procedente de la música que escribió para la boda de su hijo Gyan. Como el anterior, es de gran vivacidad y se integra en el siguiente que funciona como una coda, algo normal si entendemos que representa la fiesta tras el enlace.
“The Afterglow” - Con esta celebración termina “The Palmian Chord Ryddle”, una gran obra que hace que merezca la pena seguir prestando atención a uno de los grandes compositores de las últimas décadas.
Silverman interpreta en solitario un fragmento de la obra:

La segunda obra del programa es otro concierto, en esta ocasión para órgano y orquesta estrenado en 2013. En 2008, Riley estrenaba “The Universal Bridge” para órgano solo en el Disney Hall de Los Ángeles. Impresionado por el espectacular instrumento de aquel recinto, pidió poder tocarlo a solas, algo que hizo durante varias noches. De aquellas improvisaciones surgió buena parte de la música que hoy forma parte de “At the Royal Majestic” convenientemente arreglada con el acompañamiento orquestal. En la grabación de Naxos, el intérprete es Todd Wilson, el organista que  estrenó el instrumento del Disney Hall.

Terry Riley - The Palmian Chord Ryddle (2017)

El maravilloso órgano del Disney Hall.


“AT THE ROYAL MAJESTIC” (2013)
“Negro Hall” - Riley recicla material descartado de su ópera de 1990 “The Saint Adolf Ring”. La ópera estaba basada en la obra del poeta y dibujante suizo Adolf Wölfli quien, pese a no haber salido nunca de su país y a haber vivido en reclusión en un hospital psiquiátrico realizó dibujos de todo tipo, incluyendo varios de la comunidad negra estadounidense de los años 30. Su estilo, que recuerda en cierto modo a los “mandalas” budistas, es muy intrincado y colorista lo que se refleja en la música de Riley. Comienza con el órgano ejecutando una introducción e inmediatamente secundado por la orquesta. La combinación de ambas fuerzas es poderosísima y de ese choque se benefician otros instrumentos como las maderas o las flautas que brillan a lo largo de breves apariciones que salpican la pieza. La música es abrumadora por momentos pero siempre brillante y, aquí sí, con retazos de ese minimalismo del que Riley ha huido tanto desde los años setenta. Esto se hace notar especialmente en algunos pasajes de órgano ciertamente repetitivos. El tramo final, en el que las cuerdas dan un paso al frente es una agradable sorpresa, un remanso de paz que nos permite un breve descanso antes del segundo movimiento.
“The Lizard Tower Gang” - En este breve movimiento (considerandolo dentro de una obra en la que los otros dos rondan los quince minutos) escuchamos de todo. Las distintas secciones van entrando y saliendo del plano (con especial protagonismo para las cuerdas y la percusión) mientras surge poco a poco el órgano llenándolo todo. Los metales marcan una especie de ritmo marcial entonces que pone en guardia a los timbales y nos llevan hasta el final.
“Circling Kailash” - El título hace referencia a una peregrinación que se realiza anualmente al monte Kailash en el Tibet, donde se supone que vive la diosa hindú Shiva. Comienza con una preciosa melodía a cargo de los violonchelos que es replicada después por el órgano y los violines sucesivamente. Tras esto, se incrementa el ritmo y es el solista Todd Wilson el que toma los mandos por unos instantes. Asistimos a momentos de gran fuerza en los que la orquesta es utilizada de forma brillante por Riley lo que nos hace preguntarnos por qué no lo ha hecho con más asiduidad en el pasado. Los metales dejan hueco a los timbales, estos a las campanas tubulares, la celesta, etc. en un apabullante collage sonoro que se detiene de repente para dar paso al segmento final. En él volvemos a escuchar al órgano, brillantísimo, a lo largo de una serie de melodías que se despliegan en cascada con la ayuda de la orquesta. Una delicia.
El organista Todd Wilson nos habla de su trabajo en la obra de Riley:

Es complicado seguir la pista a Terry Riley por varios motivos. No tiene un especial interés en las grabaciones de su música aunque gran parte de su obra está publicada. Por otro lado, parece motivarle más la improvisación en directo que la propia composición convencional con partitura. De ese modo, muchas de sus creaciones sólo existen en registros sonoros de conciertos que van apareciendo con cuentagotas. En ese sentido, esta grabación de Naxos es muy valiosa por dejarnos apreciar al Riley orquestal, lo cual es poco común. Esperemos que cunda el ejemplo y vayan apareciendo discos similares para deleite de los aficionados.

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