Cuando vamos por la calle, mis hijos (si,si, los dos, aunque la pequeña aun no tiene los 2 años, hace lo mismito que su hermano) van recogiendo todo tipo de palitos, piedrecillas, bridas de embalajes, propaganda, hojas y cualquier cosa que esté tirada en el suelo y a sus ojos les llame la atención.
Yo suelo mosquearme por que al final el carrito (que es desde hace un tiempo un mero acompañante del paseo,un perchero con ruedas y/o una suerte de maleta gigante que nos acompaña) va lleno de basura, mis manos son ocupadas por palos,bridas y papeles.
Cuando hago limpieza general de habitaciones, es increíble lo que puede haber acumulado...
Si le quito una etiqueta a un pantalón, se tiran a por ella como aguiluchos y se pelean por un pedacito de cartón con un precio marcado.
Pero en el empeño por entender mejor a mi pequeña prole, para poder así respetarlos, echo la vista atrás y recuerdo como entre las paginas de un libro viejo tuve yo guardadas unas entradas caducadas para el Aquopolis durante siglos y una bolita de cristal que probablemente en origen colgaba de alguna lampara de estas de cristal de bohemia fue mi tesoro durante muchisimo tiempo (es mas, creo que aun esta guardada en una caja con recuerdos que tengo en un maletero).
Será que la mirada limpia de los niños es capaz de ver belleza y utilidad en las cosas mas absurdas? será que la infancia tiene un pequeño toque de síndrome de Diogenes que es convenientemente reconducido y aniquilado por los padres?
Son vuestros hijos también rastreadores de belleza? lo fuisteis vosotr@s?
Myriam Cabanillas