Revista Cine

Texto 45: Carlos Losilla contra los clásicos de cine.

Publicado el 08 enero 2013 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine
Extraigo este texto de la página 247 del ensayo La invención de Hollywood escrito por el crítico de cine Carlos Losilla. El ensayo se publicó en la editorial Paidos durante el año 2.003 y en términos generales desacredito respetuosamente los postulados que sostienen el libro. Y particularmente desacredito el texto que a continuación transcribo en el que Carlos Losilla abomina del cine clásico con una intemperancia y una procacidad inadecuada a su condición de crítico y ensayista.
Es cierto que la banalidad del cine contemporáneo campa a sus anchas por nuestras pobres carteleras de cine. La baja calidad del cine de nuestros días obedece a un afán de las productoras por colocar un producto a cualquier precio. El impulso inicial no es ya el de hacer una buena película sino el de hacer lo que sea con tal de llenar un espacio en las carteleras de cine de medio mundo. Sobretodo porque los grandes estudios tienen que cumplir con sus contratos y están obligados a producir una determinada cantidad de películas al año.
Por otro lado es incierto que el cine clásico se halle desprestigiado. Yo no conozco a nadie que se coma ese cuento. El cine clásico es el cine que ha pasado una criba histórica y por tanto es una garantía de buen cine. Que los espectadores no vean los clásicos no significa que esto se deba a un  desprestigio. Lo que pasa es que, como es lógico, la factura técnica de los viejos clásicos dejan mucho que desear cuando se las compara con la técnica cinematográfica de los tiempos corren.
Nadie duda que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha sea la cumbre de la literatura española pero por alguna razón la mayoría de las gentes prefieren gastarse 20 euros en comprarse Los pilares de la tierra de Ken Follet, a gastarse 5 euros en adquirir una joya o leerlo gratuitamente en internet. No obstante el  que se compra el Quijote ya sabe que tiene que realizar un esfuerzo añadido para comprender el castellano que se hablaba en el año 1.605. En el mundo del cine sucede parecido. Ver cine en blanco y negro cuesta. Por lo menos hasta que uno se acostumbra. Y quizá sea esa la razón última por la cual el cine clásico no suele ser tan visto como quisiéramos.
Discrepo también con respecto de esa ocurrencia de Carlos Losilla de "olvidar el cine clásico". Me parece una barbaridad. Los jóvenes promesas no deben desentenderse nunca de su herencia cultural. El cine del pasado justifica el del presente y el cine del presente proyecta el del futuro. La consigna, por tanto, es la contraria. Hay que asumir los clásicos, absorber sus estructuras, devanar sus instancias, y comenzar a rodar desde el sustrato dado. Tanto es así que hasta la transgresión de las formas, debe ser una consecuencia directa del conocimiento profuso de los clásicos dejados en herencia. Toda sandez pasa por el olvido y olvidar no significa lo que Carlos Losilla quiere hacernos ver; olvidar no es en modo alguno cuestionar, poner en duda o pensar una y otra vez las películas que ya han sido cuestionadas, puestas en duda, y repensadas hasta la saciedad. Los clásicos son clásicos. Las películas que alcanzaron ésta categoría pasaron los filtros de los grandes críticos de cine.
El texto objeto de este comentario dice lo siguiente:
Una buena manera de enfrentarse a la banalidad cinematográfica contemporánea podría ser el desprestigio del cine clásico. sin su apoyo legitimador, muchas de las propuestas actuales dejarían de tener sentido para un cierto sector de la tribu cinéfila y pasarían a engrosar las filas de la nueva cultura audiovisual, a no dudar el lugar que les corresponde. Por lo tanto, hay que olvidar el cine clásico. Y eso significa cuestionarlo, ponerlo en duda, pensarlos una y otra vez, sin tregua. Ahora que tanto ese clasicismo como la modernidad subsiguiente viven sólo en el recuerdo de unos pocos es el momento de describir el panorama general: el futuro del cine está en manos de un puñado de nombres cuya guerra de guerrillas tienen como objetivo la aceptación de que todo es finito, pero también la preservación de la memoria. A todos ellos me gustaría poderlos llamar aún autores. 
Carlos Losilla
ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

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