El cine para mí es un arte de la prosa. Definitivamente, se trata de filmar la belleza pero sin que se note, sin que se note para nada. La poesía me desespera. Y cuando alguien me envía poemas en las cartas, las arrojo directamente al cubo de la basura. Me gusta la prosa poética. Cocteau, Audiberti, Genet y Queneau, pero solamente la prosa. Me gusta el cine porque es prosaico, es un arte indirecto, inconfesado, esconde tanto como se muestra. Los cineastas que me gustan tienen todos en común un pudor que les hace parecerse, al menos en ese punto: Buñuel, que huye de hacer dos tomas; Welles, que acartona los planos bellos hasta que se vuelven ilegibles; Bergman y Godard, que trabajan a toda velocidad para quitarle importancia; Rohmer, que imita el documental; Hitchcock, tan emotivo que parece que sólo piensa en el dinero; Renoir, que finge remitirse al azar. Todos rechazan instintivamente la actitud poética. ... /..., Por eso yo he decidido continuar con ese cine que consiste en contar una historia, o en simular contar una historia, que en el fondo es lo mismo.
François TruffautÉste texto pertenece al número 190 de la revista Cahiers du cinema, publicado en mayo de 1.967. François Truffaut expone las claves de su estética cinematográfica, que construye bajo la idea de la uniformidad del conjunto. Por eso su mirada renuncia a la imagen poética, y busca en su lugar un equilibrio estético en el conjunto de todos los fotogramas. Ninguna escena destaca sobre cualquier otra en términos de belleza. El espectador no debe reparar, ni recordar la estética de una escena. Las escenas han de sucederse sin llamar demasiado la atención de los espectadores. Porque para François Truffaut lo esencial es la historia, lo que se cuenta, lo que se dice, lo que se narra bajo un esquema clásico de enlace, nudo y desenlace. La acción dramática, la trama, y los diálogos han de prevalecer sobre las montañas nevadas de los Pirineos, sobre los campos provenzales de Gordes, o sobre la lluvia suave que cae sobre el Pont Neuf cuando Francia es hermosa. De alguna manera François Truffaut comprende que el exceso de poesía traduce una especie de ñoñería barata que desluce el fondo argumental. La unidad de una cinta forja su suerte gracias al marco de una estética uniforme y general. Nos hayamos aquí con el viejo problema del fondo y la figura. Al final el estilo de un autor se dilucida dentro del juego de estos dos constituyentes. Que preste más atención al fondo o a la figura va determinar en buena manera la comunicación y el impacto final sobre los espectadores.
ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS