26 letras. 26 directores. 26 maneras de morir. La idea no puede ser más simple: a cada cineasta se la adjudica una letra, y se le da total libertad para crear un cortometraje en el que la muerte juegue un papel destacado. De esta manera, se construye una antología de cadáveres exquisitos que supone, sin ninguna duda, uno de los proyectos más ambiciosos que el género ha conocido en toda su historia cinematográfica (no en vano, la producción ha atravesado quince países diferentes). El objetivo: ofrecer una panorámica ora divertida, ora siniestra, que sirva para
definir todo aquello que le ha ocurrido al terror en los últimos diez años.