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The Addiction, vampiros, Proust y…

Publicado el 29 noviembre 2010 por Igork
The Addiction, vampiros, Proust y…The Addiction (1995), una película dirigida por Abel Ferrara, con Lili Taylor y mi venerado Christopher Walken. En estos tiempos de sequía, recuerdo. Una película de vampiros menor, un tostón a ratos y un objeto muy brillante a otros. De Ferrara, lo mejor es El Funeral, para mí, y Teniente Corrupto.
Rodada en blanco y negro, la historia es relativamente sencilla. Una estudiante de filosofía es mordida por una bellísima vampiresa que le pide no hacerlo, «pídeme que me vaya, dime que pare». La pobre chica sufrirá todos los síntomas de la mordedura, que evidentemente, impiden pasear bajo el sol un domingo cualquiera. Tras esta degradación, lo que creo interesa a Ferrara, es mostrar la caída de la joven. Es fácil ver paralelismos con otros tipos de adicciones.
Ferrara monta una obra muy esteticista: vampiros guapos y elegantes, el rap de fondo, los blancos y negros contrastados, el sonido de las calles, burbujeante. A veces parece que fotografíe en lugar de filmar. Eso sí, consigue lo que busca. Aquí la sangre no es roja, es negra. Detrás, hay toda una serie de reflexiones que a veces lastran la obra, de por sí, con rítmica de piano-piano. Resulta petulante en muchos tramos.
Mención a parte merece la breve intervención de Christopher Walken. El tío va paseando de noche, y en su monólogo se lamenta. Se lamenta porque, ya se sabe que estos vampiros viven largo tiempo, esperó durante años la larga novela de Proust. “En busca del tiempo perdido”, y cuando se publicó, se llevó un disgusto. ¡Vade Retro!. A pasos agigantados, por una calle desierta, el vampiro Walken decía algo así como “tras tanto esperar, esta porquería”. No, señor vampiro, la obra de Marcel Proust hay que leerla dos veces. Catarla, más que leerla, y más cuando nos habla del pasado:
«Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. (…) Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo».
Estas «ruinas de todo» prousianas, me recuerdan a una estrofa de Jaime Gil de Biedma, en la que dice:
No leer,no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,y vivir como un noble arruinadoentre las ruinas de mi inteligencia
Y cada día sale el sol, inexorable, incluso en invierno. Que sí.

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