Revista Cine

The dirty dozen

Publicado el 29 octubre 2012 por Ganarseunacre @ganarseunacre
The dirty dozen (1967) Doce del patítulo
Robert Aldrich


The dirty dozen

ROBERT ALDRICH


The dirty dozen

Reparto:

Lee Marvin...Major Reisman

Ernest Borgnine...General Worden

Charles Bronson...Joseph Wladislaw

Jim Brown...Robert Jefferson

John Cassavetes...Victor Franko

Richard Jaeckel...Sergeant Bowren

George Kennedy...Major Max Armbruster

Trini López...Pedro Jiminez (as Trini Lopez)

Ralph Meeker...Captain Stuart Kinder

Robert Ryan...Col. Everett Dasher Breed

Telly Savalas...Archer Maggott

Donald Sutherland...Vernon Pinkley


La reseña contiene algún “spoiler” debidamente señalado, por si alguno,  a estas alturas todavía no conoce este magnífico film.
Una película con tantas “estrellas”, una película con este tono “grupal”,donde más que “doce” los protagonistas son “catorce” y de dos horas y media de duración imagino que será difícil de llevar a la pantalla, y en ese tiempo hacer unos retratos exactos de cada personaje del grupo, Aldrich por lo tanto tiene que “elegir” entre todos los candidatos y dejar a los otros con trazo algo más grueso – además en un grupo tan peculiar como éste - .Aldrich nunca fue un director digamos que “sutil” a la hora de la dirección de actores: los decorados, los objetos y detalles, la iluminación, los encuadres y sobre todo su discurso siempre ha sido su fuerte en la labor de la puesta en escena. Digo esto porque cada personaje en Dirty Dozen responde en todo momento a un esquema, que es “dibujado” inicialmente, así hay asesinos fríos, maníacos religiosos, personajes primitivos, con el problema añadido de que cada personaje tiene mayor o menor importancia según sea el actor que lo interpreta, así los personajes interpretados por John Cassavetes, Jima Brown o Telly Savallas (Exceptuando el grupo capitaneado por Lee Marvin y Richard Jaeckel) se hace notar más que otros actores por entonces menos conocidos. Incluso en el momento de sus * spoiler * muertes *spoiler* mueren digamos con honores de estrella, mientras que a los demás se les reserva una muerte casi anónima en el conjunto del plano general. Por lo tanto Dirty Dozen se enfrenta por una parte a la servidumbre del género bélico y a los estrellatos de varios de los actores, del cual, en mi opinión Aldrich sale bastante airoso, al hacer la película “suya”.El mayor Reitman (Lee Marvin) recibe una  extraña orden: reunir a una docena de soldados condenados a muerte o a más de treinta años de prisión y entrenarlos para llevar luego a cabo una misión casi suicida, de la cual quién sobreviva tendrá el perdón para su pena. La misión de Reisman a entrenarlos para matar al mayor número de oficiales alemanes, que se encuentran en un castillo en zona germana, para pasar ratos “alegres” y evadirse entre el numeroso personal femenino que allí se aposenta. Aldrich narra pues quién es Reisman, quienes son esos doce reclusos seleccionados, su entrenamiento, la incursión del grupo en territorio enemigo  y el asalto al mencionado castillo del placer *spoiler* del cual la docena queda reducida a un solo hombre *spoiler*. Como decía más arriba el comando no está compuesto de doce hombres, en realidad es una docena de catorce, pues a los doce del patíbulo hay que añadir al propio Mayor Reissman (Lee Marvin) y al sargente Bowren (Richard Jaeckel). Por un lado el discurso de Aldrich insinua con bastante claridad la idea de que la guerra es tan sucia y brutal  como sus propios combatientes, y que cuanto más sucios y más brutales sean estos combatientes,  más sucia y brutal será aquella. La violencia en el cine de Aldrich propone un acercamiento de la violencia institucional (el ejercito) y la violencia individual (representadas por los comandos del grupo). Enfrentado a esa misión de matar, hasta el “legal” Sargento Browen se convierte en alguien tan violento y despiadado, al igual que los doce “ilegales” que le acompañan. Los doce futuros comandos son , en la primera parte de la película, sometidos a un duro curso intensivo de entrenamiento y disciplina, mientras que Browen y otros soldados exhiben a menudo una conducta cruel, reflejado en sus miradas, actitud, sonrisas etc., en un comportamiento que no desentona en absoluto con la de los doce “Dirty”. Aldrich acostumbrado a mirar críticamente a las instituciones (recordemos, sin más, el que quizás sea su título más emblemático del género “Attack!”) mantiene esa mirada desde el principio,  cuando toda la jerarquía militar se apoya sobre quién tiene más… galones o estrellas, no sobre quién tenga la razón. Los Dirty son por tanto, según comandancia, un “montón de deformados psicópatas”, pero no cabe duda de que esa suciedad y brutalidad son al mismo tiempo compañeros de viaje de los oficiales que los mandan. Dirty Dozen está narrada en dos partes,  la primera en la descripción (como digo con mayor o menor detenimiento) de los personajes, su entrenamiento  para la misión (como también dije mas arriba un tanto subyugado por el culto al actor “estrella”) y la segunda en el minucioso desarrollo del plan, unidas con enorme habilidad en una escena en el que el Mayor Reisman les hace repetir, como si fueran párvulos, los detalles del plan, numerado uno por uno,  en el momento en el que una de esas repeticiones ya tiene lugar a bordo del avión que los lleva a tierras germanas. Entretenidísima y deslumbrante historia, con un Aldrich en horas altas, combinando una vez más arte y espectáculo.  Recomendable para los amantes del género y los que quieran una buena distracción sin más.
The dirty dozen

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