Apuesto a que a Woody Allen le habría encantado interpretar el papel protagonista de su última película. Sin duda, hubiese disfrutado poniéndose en la piel de ese docente perdido en su propio laberinto de paranoias mentales y encandilado por una joven estudiante. El perfil de un hombre en crisis, angustiado por dudas existenciales, ahogado en sus tormentas interiores y embelesado por las mujeres, ha sido una constante en su filmografía, un referente indiscutible. En esta ocasión, la manifiesta diferencia de edad entre el cineasta y su alter ego le impide interpretarlo. Sin embargo, el cómico neoyorkino suele impregnar con su extraña e hilarante personalidad a cuantos actores se ponen en su piel. Aquí es Joaquín Phoenix quien ocupa el lugar del propio Allen delante de la cámara. Sin embargo, la innegable carga de pesadumbre y abatimiento que siempre acompaña a este intérprete nacido en Puerto Rico neutraliza cualquier intento de construir un personaje con visos exclusivamente cómicos. Su actuación no constituye ninguna exhibición de humor patoso ni tampoco se construye sobre diálogos ágiles, cínicos y mordaces. Por el contrario, refleja plenamente su caos psicológico con la vertiente humorística que ello comporta, pero a través de un semblante más pausado, de parquedad en los gestos y de ausencia de tics estridentes, verdaderas señas de identidad de Phoenix.Cuenta la historia de Abe, un profesor de filosofía incapaz de encontrarle un significado a su vida y destrozado desde el punto de vista emocional. Cuando recala en la Universidad de una pequeña ciudad, entabla relación con dos mujeres muy diferentes: Rita, una maestra solitaria que aspira a que le rescate de un matrimonio infeliz y Jill, una brillante estudiante. Pese a las muestras del desequilibrio mental del hombre, formarán entre los tres un atípico triángulo sentimental que terminará por afectarles. Con este largometraje agridulce, Woody Allen continúa fiel a su compromiso de estrenar un título al año que, si bien no puede en modo alguno situarse entre sus mejores obras, ofrece momentos de gran inteligencia. Sin partir de una trama atractiva ni alcanzar ese nivel de profundidad dramática y de genialidad humorística que le han ensalzado a la cima del cine de autor, el realizador firma un trabajo que contiene las dosis justas de divertimento, originalidad y entretenimiento para que, tanto sus incondicionales como la mayor parte de los espectadores, salgan satisfechos de la sala de proyección. Habiendo ganado hasta la fecha cuatro Oscar y con veinticuatro nominaciones a sus espaldas, este peculiar artista no tiene nada que demostrar a nadie. Ni siquiera creo que lo pretenda. De lo que no dudo es de su irrefrenable necesidad de insistir una y mil veces sobre sus temas de referencia -como el sexo y la religión- y de transitar por los lugares comunes a toda su filmografía. Sin embargo, esa prolífica persistencia a la hora de rodar (con este, son ya cuarenta y siete sus filmes) le impide plasmar su creatividad siempre con acierto y los signos de agotamiento se evidencian cada vez con mayor claridad. Aun así, resulta indudable que nos hallamos ante un genio polifacético que ocupa por méritos propios un lugar de privilegio en la historia del Séptimo Arte. El ya referido Joaquín Phoenix añade este papel a su particular galería de tipos extraños y agranda su leyenda con esa capacidad innata para mezclar la genialidad y la locura hasta llegar a confundirlas. Encabeza un elenco en el que le acompaña una magnífica Emma Stone, que repite con el director tras “Magia a la luz de la luna” y que encandila sin ningún esfuerzo tanto a la cámara como a su compañero de reparto. Como tercer vértice, les acompaña Parker Posey, que inició su trayectoria en la década de los noventa y que ha sido felizmente recuperada para la gran pantalla.
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Datos del filmPelícula: Irrational Man.
Dirección y guion: Woody Allen.
País: USA. Año: 2015. Duración: 95 min. Género: Comedia dramática.
Reparto: Joaquin Phoenix, Emma Stone, Jamie Blackley, Parker Posey.
Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Edward Walson.
Fotografía: Darius Khondji.