Revista Cine
Director: Richard Brooks
"The Last Hunt" es un western que va de menos a más, a genial y a magnífico, de regular western a western adulto, maduro, sucio, violento y contundente que, sabiamente, va más allá de su premisa argumental para adentrarnos, para sumirnos, para hundirnos en la ruindad, la crueldad, la dureza y rudeza del hombre y de la naturaleza, el viaje atávico y oscuro por las entrañas de un estilo de vida y de un territorio, un territorio indomable, salvaje, que no distingue entre valientes y débiles, entre locos y sensatos, entre buenos y malos, pues bajo esa tormenta que es la agonía de vivir a lo largo y ancho de aquel páramo, no hay distinciones, qué estilo de vida acá, qué locos y sensatos, qué buenos y malos, qué valientes y débiles, los hombres no son nada en mis recovecos, son todos animales condenados a morir, de a poco y de muchas formas, es la fuerza atávica que se introduce en la mente, en el alma, y que acompaña al desafortunado a donde vaya, a punto de caer en el abismo de la demencia. Un relato tan psicológico, en tanto se disecciona con particular mala leche las relaciones de los personajes y sus personalidades "liberadas" en lugares donde la ley no llega o es ciega (en donde sólo queda la moral de cada quien, pero como es tierra de nadie, una moral vale tanto como cualquier otra y siempre entre compañeros de viaje, de empresas, de travesías, surge una suerte de lealtad más fuerte que un cuerpo legal), succionadas por los agujeros negros de la negra naturaleza, como sutilmente argumental, pues las múltiples mutaciones de esta aventura nos conducen por los numerosos vericuetos de esa dureza que mencionaba; no importa tanto la premisa argumental, la de la caza de búfalos, como hacia dónde te lleva y por qué, o qué nos muestra: reservas de indios muertos de hambre por culpa del invierno y de la cacería de búfalos; pequeñas ciudades dominadas por el vicio y la salvaje ambición de los hombres, o de las bestias mejor dicho; los prostíbulos, las cuevas, los campos regados con sangre...
El caso es que Stewart Granger y Robert Taylor (a quien le quedan la mar de bien los papeles de hijos de puta, como Humphrey Bogart en "El tesoro de Sierra Madre"), de diferentes y casi opuestos caracteres, en tanto el primero, otrora gran cazador de búfalos (el mejor de todos dicen), aborrece la caza y la matanza, mientras que el segundo mata por placer, le gusta matar, hasta se diría que es un ser amoral, motivado solamente por el dinero y el poder, se proponen cazar búfalos dado lo bien que se pagan sus pieles, sus lenguas, etc. La empresa, a la que se unen otros personajes, caerá sobre ellos con la fuerza de un mazo, minando su estabilidad emocional, moral y psicológica, y ya no diré más, imaginen "El tesoro de Sierra Madre" dirigido con la glacial profundidad moral de un S. Craig Zahler, pero, claro, dirigido por Richard Brooks, curiosamente director que recién ahora venimos a comentar aunque hace largos años ya vi un par de títulos que me recuerdan, y con este film confirman, a un director de gran fuerza estética y cinematográfica, pero también de certera y afilada mirada moral, humana, etc. Acá hasta llegamos a sentir un poco de lástima por Robert Taylor, hijo de puta como es aunque un tanto patético, porque ¿quién puede soportar el desprecio de todos quienes te rodean durante meses en condiciones inhumanas?, ¿no merece algo de apoyo y comprensión?, pero mira que ahora está abusando de la india y matando a otro indio mientras Granger se va a un bar, en donde bajo una atmósfera ominosa y caliginosa emborráchase, lanza y recibe puñetazos, sillazos y botellazos y monedazos, tal es el poder destructor de la naturaleza...
No dejaré de decir que en un inicio no le encontraba la gracia a una simple historia de gente matando búfalos (búfalos muriendo de verdad, por lo demás), pero bastante pronto nos damos cuenta que Richard Brooks, también a cargo del guión, nos propone una experiencia mucho más compleja, profunda y brutal, oscura, tenebrosa de lo que en un inicio aparentaba. Nada más esperen a ver cómo acaba Robert Taylor, como acaban casi todos a decir verdad...
Imprescindible film.