Yo no sé si con el tiempo esta cuadragésimo quinta edición de la NFL permanecerá en nuestras retinas por la aplastante temporada de los nuevos Belichik's boys, la solidez de los Falcons o quizá por el espectáculo que sobre el césped del Cowboys Stadium nos brinden, el próximo seis de febrero, los finalistas de la Super Bowl. De lo que sí estoy seguro es que, en mi caso, suceda lo que suceda, la temporada 2010-2011 quedará asociada a un amargo recuerdo: la retirada de uno de los grandes mitos de este deporte, Brett Favre.
Hace casi dos décadas que llegaste en silencio a la fría ciudad de Green Bay, para iniciar lo que ha sido un maravilloso viaje a través del implacable mundo de la NFL. Y casi con la misma discreción, sin mayores ceremonias, te has ido, dejando tras de ti un majestuoso legado. Hoy es imposible revisar cualquier registro atribuible a un quarterback sin que tu nombre no brille, con luz propia, en un destacado lugar. Pero tu interés jamás fue el de acumular marcas. De tu mano he vivido momentos electrizantes, mágicos, inolvidables, instantes suspendidos en el tiempo y en la memoria pero, a la vez, tan volátiles como aquellas viejas fotografías de Polaroid.
Con tus virtudes y tus defectos, con tus errores y tus aciertos, me has mostrado la esencia del liderazgo gracias al cual, tras alguna decepción, siempre fuiste el primero en levantarte y tirar de todos tus compañeros en la difícil tarea de dejar las lamentaciones a un lado, seguir adelante y luchar un partido más. He visto tu amor hacia este deporte, tan entregado y tan entusiasta como para mantenerte en activo mucho más allá de la edad en la que la mayoría de profesionales prefieren arrojar la toalla y disfrutar de la vida. Me has enseñado que aún dentro de la competividad, en un cosmos tan inmisericorde como es la NFL, hay espacio para la generosidad como cuando permitiste que Michael Strahan te placara y así pudiera superar el record de sacks en una temporada. Fue Mariano Tovar -otro auténtico Favremaníaco-, quien me recordara, tu partido contra los Oakland Raiders en extraño Monday Night de diciembre del 2003, la noche siguiente a la muerte de tu padre. De la electricidad del ambiente y de cómo saltaste al terreno de juego, miraste al cielo buscando un consuelo imposible, de cómo jugaste como jamás nadie haya jugado sobre un campo de fútbol y de cómo tus ojos bañados en lágrimas concluyeron el encuentro mucho antes de que éste acabara. Las palabras que aquella noche dijiste describen perfectamente la forma en la que has entendido este deporte:
"sabía que a mi padre le hubiera gustado que jugara. Lo quiero tanto y quiero este deporte. Ha significado mucho para mí, para mi padre, para mi familia. No esperaba que las cosas salieran tan bien, pero sé que él me estaba viendo esta noche"
Así ha sido comprensible que, tras tantos y tantos momentos de gloria o fracaso -pero siempre vibrantes-, permaneciera anclado a mi sillón cada vez que aparecías por la pequeña pantalla, sabiendo que en cualquier instante podía ocurrir el milagro porque "si Brett está en el campo, hasta el último segundo, cualquier cosa es posible". Alcanzaste el Olimpo solo reservado a unos pocos cuando conquistaste tu única Super Bowl ante los Patriots en 1997 -jamás nadie mereció tan escasa recompensa para tantos esfuerzos- y te asomaste a la peor cara del deporte cuando el magistral John Elway y sus Broncos te superaron en la siguiente edición. Para lo bueno y para lo malo siempre has permanecido fiel a tu estilo de pistolero. Y has llevado esa condición de shooter hasta su máxima expresión, el punto donde la inspiración se convierte en obra de arte, décimas de segundos en los que el mundo parecía detenerse y la multitud silenciaba su griterío, pendientes de seguir la elipse que dibujaban tus envíos. Un parpadeo o varios eones en los que se decidía la suerte de un partido y donde la épica del éxito o del fracaso elevaba y hundía, en la misma medida, a todos sus actores.
Pero el final ha llegado. Y lo has hecho como solo los viejos rockeros pueden hacerlo; muriendo con las botas puestas, sobre un terreno de juego, al lado de tus compañeros. El fútbol te ha querido dispensar quizá la salida más callada posible, pero también la más digna y has afrontado el final del camino dando, como no podía ser de otra manera, hasta la última gota de tu sangre. En pié, firme tras tu línea ofensiva, intentando ayudar a un equipo que se hundía, sin plantearte la inútil naturaleza del esfuerzo. Tu destino estaba escrito con la misma tinta indeleble con la que se escriben y se escribirán las historias de los héroes. Cuando aquella noche del veinte de diciembre vi como salías del terreno de juego, magullado y dolorido, apoyado en unos auxiliares supe, aunque quería negarme a creerlo, que aquellos serían los últimos segundos de tu carrera. Llegará septiembre y caerán las hojas de los árboles. Y con el inicio de una nueva temporada volveremos a apasionarnos por este deporte. Pero mi amigo Mariano, yo y muchos otros notaremos algo extraño en la competición. Será fácil adviniar que echaremos de menos el no ver como te ajustas tu casco mientras sonríes, como quien reta al destino, presto a iniciar un nuevo drive. Seguiremos tu ejemplo y miraremos hacia adelante, qué remedio, pero cuando menos será algo como conducir un buen coche al que le falta su esencia principal: el alma.
Dentro de unos años, cuando alguien mire aquellas grandes figuras de la NFL y pronuncie apellidos tan insignes como Montana, Staubach, Boomer, Simms, Griese, Starr, Fouts, Aikman, Young, Elway, Marino o Unitas, esperaré impaciente a que me pregunte por ese tal Brett Favre y así tener, de nuevo, la oportunidad de revivir lo que un día significaste para los que amamos este deporte.
"Brett Favre is one of the greatest quarterbacks in the history of professional football. You're judged by winning, and he's wonmore games than any other quarterback who was ever played. But I will remember him just as well for being such a fierce competitorand an outstanding leader. He was the face of the Packers and agreat credit to our game. It was an honor to coach against him". Mike Shanahan, head coach de los Angeles Raiders,
Denver Broncos y Washington Redskins.
Dime amigo, ¿qué más podríamos haberte pedido?.Brett, gracias.