Foto: Pedro Muñoz
Hace unos días Marco R. Wagner vino a mi casa a comer y a ultimar los detalles del bolo en el Café Berlín –set list, músicos invitados, etc–. Le recibí, fuimos a la cocina a por unas birras y, cuando las estaba sacando de la nevera, me preguntó si había una guitarra en la casa. Estaba ansioso por mostrarme algo.
Le di mi acústica y nos sentamos frente a la estufa encendida, yo en una silla baja y él al filo del sofá.
–A ver qué te parece. Es una canción que lleva años conmigo, haciéndose a fuego lento… Estos últimos días, pensando en el set list del 19, ha vuelto a llamarme. Y a fuerza de pasar el rastrillo por fin he podido dar con un par de versos que se me resistían. La pieza está lista, lo sé. Voy a ensayarla estas semanas y la tocaré en el Café Berlín. Se titula “The Ballad of Rob Cohen”, y cuenta algo que leí cuando vivía en los states acerca del suicidio de un joven negro.
La canción en cuestión es una preciosidad, un tema folk de aire dylaniano que quienes os acerquéis al Café Berlín el jueves 19 podréis escuchar en directo. Pero si cuento la anécdota es porque retrata perfectamente a Marco: siempre con una canción al fuego, o con la posible solución a un arreglo de guitarra en mente, o con un verso esquivo a punto de mostrarse fugazmente a su atención… Siempre aspirando a escribir la canción perfecta, “the perfect song of mine”, como me dijo un día con madurada ironía para añadir inmediatamente aquello de que “la música, en verdad, no es tan importante”.
Más o menos importantes, las canciones que Marco R. Wagner escribe son, antes que cualquier otra cosa, canciones bonitas. Canciones bonitas que huelen y saben a blues, a folk, a country, a todo ello junto. Canciones de rock and roll que le deben la vida al alimento que les llega a través de las raíces –tan peculiares, por cierto, como su estilo a la guitarra–. Y que Marco compartirá con quienes allí nos juntemos, acompañado del gran Fidel Rubio a la percusión, el próximo jueves 19 de abril en el Café Berlín.
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