Serie: The Florentine #1
Editorial: Penguin Berkley
ISBN-10: 0425266494
ISBN-13: 9780425266496
ASIN: B00KWG9JL8
Género: Romance, New Adult, Paranormal
Precio: 16,63 € [Tapa Blanca]
Precio: 8,45 € [Kindle]
496 páginas
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Raven Wood pasa sus días en la Galería Uffizi de Florencia restaurando bellas obras de arte del Renacimiento. Sin embargo, un paseo a casa después de pasar una inocente noche con sus amigos cambia su vida para siempre. Cuando se convierte en testigo de una paliza sin sentido a un hombre sin hogar, los atacantes se vuelven contra ella, arrastrándola hacia un callejón. Raven, esta semi-inconsciente cuando su asalto es interrumpido por una cacofonía de gruñidos seguidos por los gritos de sus atacantes. Por suerte, ella se desmaya, pero no antes de ver un atisbo de una sombra que le susurra algo ...
Cassita vulneratus.
Cuando Raven despierta, se encuentra inexplicablemente cambiada. Ella regresa a la Galería Uffizi, pero nadie la reconoce y más preocupante aún, ella descubre que ha estado ausente durante una semana entera. Con ningún recuerdo de los acontecimientos que condujeron a su desaparición, Raven también descubre que su ausencia coincide con uno de los robos más grandes en la historia de los Uffizi : el robo de una serie de ilustraciones de Botticelli de incalculable valor. Cuando la desconcertada policía la identifica como su principal sospechoso, Raven está desesperada por limpiar su nombre. Ella busca a uno de los hombres más ricos y escurridizos de Florencia en un intento de descubrir la verdad sobre su desaparición. El encuentro lleva a Raven a un oscuro submundo cuyos habitantes son capaces de matar para mantener sus secretos ...
Adelanto
Una figura solitaria se alzaba en lo alto de la cúpula de Brunelleschi, bajo la sombra de la cruz y el globo dorado. Su ropa negra hacía que se fundiera con la oscuridad, lo que lo volvía invisible a la gente que caminaba a sus pies.
Aunque si hubieran alzado los ojos, tampoco lo habrían visto.
Desde su mirador privilegiado parecían hormigas. Y para él no eran más que eso, una presencia molesta pero necesaria en su ciudad.
Florencia había sido suya durante casi setecientos años. Cuando no estaba de viaje siempre contemplaba la puesta de sol desde el mismo lugar, e inspeccionaba su reino con un orgullo digno del propio Lucifer. Todo lo que veía era fruto de su esfuerzo; lo había logrado con sus propias manos, y ejercía su poder sin compasión.
Su considerable fuerza se magnificaba gracias al intelecto y a la paciencia. Los siglos pasaban ante sus ojos, pero él permanecía. El tiempo era un lujo del que disponía en abundancia. Por eso nunca se apresuraba en su búsqueda de venganza. Habían pasado más de cien años desde que le robaron una de sus posesiones más preciadas. Había esperado a que volvieran a aparecer, y por fin lo habían hecho. Esa noche había recuperado las ilustraciones que pertenecían a su colección personal. La sofisticada seguridad de los Uffizi había sido un insignificante trámite.
Por eso se alzaba triunfal, recortado contra el cielo cubierto de nubes negras, como un príncipe Medici contemplando Florencia. El cálido aire de la noche bañaba la ciudad mientras él meditaba sobre el destino de las personas que habían adquirido las ilustraciones robadas. Dos años atrás había decidido matarlos, pero un tedioso intento de asesinato había interrumpido sus planes. Y la guerra civil que se declaró entre Florencia y Venecia lo había mantenido ocupado desde entonces. Había ganado la guerra y se había anexionado Venecia y todos sus territorios. Al fin había llegado la hora de ocuparse de otras injusticias de carácter personal.
Tenía tiempo de sobra para planificar el asesinato de los ladrones. Por eso estaba disfrutando de su triunfo mientras una lluvia cálida y persistente empezaba a caer. Las hormigas se dispersaron a sus pies, buscando refugio.
Las calles se vaciaron enseguida de presencia humana.
Sujetó la caja que llevaba bajo el brazo con más fuerza. Necesitaba llevar sus ilustraciones a un lugar resguardado. En un abrir y cerrar de ojos se deslizó por las tejas rojas hasta llegar a una media cúpula situada en un nivel inferior.
Desde allí, bajó al suelo de un salto y echó a correr por la plaza. Escaló la Arciconfraternita della Misericordia, un antiguo edificio adyacente a la catedral, hasta el tejado.
Hubo un tiempo en el que se habría unido gustoso a la Arciconfraternita y habría compartido su misión misericordiosa en vez de considerarles un obstáculo. Pero no era misericordioso desde 1274. En su nueva forma, la idea ni siquiera le cruzó la mente.
Saltaba de tejado en tejado a gran velocidad, esquivando las gotas de lluvia y acercándose cada vez más al Ponte Vecchio, cuando el olor de la sangre lo distrajo. Respiró hondo, profundamente. La sangre provenía de más de una fuente (o «cosecha», como le gustaba llamarlas), pero una en concreto le llamó la atención. Era joven y extraordinariamente dulce. El aroma resucitó en él recuerdos que llevaban mucho tiempo olvidados y un anhelo igual de antiguo. Cambió de dirección y aceleró el paso, dirigiéndose hacia el Ponte Santa Trinita. La silueta oscura se difuminaba contra el cielo nocturno mientras saltaba de tejado en tejado.
Otros monstruos se movían en la oscuridad. Salían de todos los rincones de la ciudad y se dirigían a la carrera hacia el lugar donde la sangre inocente los llamaba. Mientras corría, una pregunta que ocupaba su mente: ¿quién la alcanzaría primero?