Como ya es costumbre en Gúdtivi, tardo demasiado en escribir sobre las series que más me gustan, probablemente porque me cuesta expresar con claridad todo lo que disfruto de ellas. Comprendan, estimados lectores, que para una persona acostumbrada a trabajar todo el tiempo con números, gráficos y esquemas, a veces es difícil traducir pensamientos a palabras (y palabras a textos coherentes). Después de esta penosa excusa, comienza en este blog una seguidilla de entradas sobre mis series favoritas del momento.
Lo mío con The Ricky Gervais Show fue amor a primera vista. Desde que me enteré de que la HBO iba a animar el genial podcast de Ricky Gervais (uno de los podcast más descargado de iTunes, si mal no recuerdo) supe que me iba a gustar el experimento. Y digo experimento porque The Ricky Gervais Show no es una serie animada, no tiene argumento, ni personajes, ni chistes escritos. Como bien indica el narrador en la intro de cada semana, el programa es simplemente 2 tíos, Ricky Gervais y Stephen Merchant (para mí los reyes de la comedia británica moderna), dándole conversación a un bufón de cabeza redonda llamado Karl Pilkington.
Karl es la estrella del programa y la gracia reside en que en ningún momento sabes con certeza si el que habla es un grandísimo actor o un auténtico idiota. Porque el cerebro de Karl funciona a menos revoluciones que el del resto de la humanidad. Sus pensamientos son de una estupidez increíble, capaces de hacerte revolcar de la risa con reflexiones del tipo: (hablando sobre la evolución) "Si no tuviesemos aviones y todo eso, hoy tendríamos alas." o "El otro día pasé por el lago y estaba congelado. Los patos parecían preocupados." o "¿El Big Bang fue realmente una gran explosión o es que el sonido parecía más fuerte porque no había otra cosa que lo tapara?".
Este tipo de chorradas (que causan más gracia dichas por Karl) son el pan de cada día del programa: la gente envía preguntas, Karl responde lo que se le ocurre y Steve y Ricky se dedican a darle charla y a reírse en su cara. Las preguntas de cada semana pueden dar mejores o peores resultados, no siempre son del todo hilarantes porque dependen del nivel de tontería de Karl, pero lo que nunca falla son las 2 secciones fijas: en una Steve lee el diario personal de Karl (el mejor diario jamás escrito después del de Anne Frank) y en otra, titulada Monkey News, Karl cuenta una historia real relacionada con los simpáticos monetes.
Lo que más me gusta del programa es la capacidad que tiene de extraer petróleo cómico de situaciones comunes y corrientes gracias a la estupidez de Karl y a la velocidad mental y la facilidad para la ironía de Steve y Ricky, dos cómicos enormes que no me extraña que hayan ideado juntos dos joyas de la televisión como son The Office y Extras.
The Ricky Gervais Show evidentemente no es para todos los públicos, es un programa único y para nada convencional que puede desinteresar a los que busquen algún tipo de historia o aburrir a quien no entienda su particular sentido del humor. Pero en mi opinión es una pequeña gran joyita de la televisión actual, un formato impensable fuera de los dominios de HBO y la prueba de que cuando los cómicos son realmente buenos, se puede hacer comedia con cualquier cosa. Ojalá dure unos cuantos años, porque en estos momentos no sé si puedo vivir sin mi dosis semanal de chorradas Pilkingtonianas.
Advertencia: The Ricky Gervais Show es difícilmente disfrutable si no entiendes un mínimo de inglés. Recomiendo verla con subtítulos en inglés (o incluso sin ellos, como hago yo), ya que no me fío para nada de la calidad de los subtítulos amateur en castellano y no creo que sean capaces de mantener la gracia al traducir diálogos tan coloquiales. Tengan en cuenta que el programa no tiene guión, son conversaciones reales e improvisadas. Además, se aprende un montón, doy fe.