Desde su publicación en 2006, The Road se ha convertido en todo un éxito de ventas y crítica, ganando el premio Pulitzer y dando a su autor, el estadounidense Cormac McCarthy, el reconocimiento que merecía desde hace tiempo (entre sus obras figura, por ejemplo, No Country for Old Men) hasta el punto de convertirse en una de las novelas más valoradas de la recién terminada década.
The Road resulta una lectura compleja, casi tan ardua como el paisaje que nos presenta, con multitud de niveles. En ella, un padre y su hijo, cuyos nombres desconocemos en todo momento, atraviesan unos Estados Unidos devastados rumbo a la costa, su última esperanza. Nada sabemos acerca de los dramáticos acontecimientos que han llevado al mundo a semejante nivel de degeneración, donde la naturaleza ha muerto por completo y los pocos humanos que sobreviven son hostiles con sus semejantes. En este desolador terreno somos testigos de la lucha diaria del padre y su hijo, de sus momentos de absoluta desesperación y de cómo, a pesar de las barbaries cometidas por los hombres que contemplan durante su recorrido, los dos protagonistas consiguen seguir hacia delante gracias a la esperanza y el amor único que los mantiene juntos.
Así, el relato de The Road nos deja con pasajes realmente desgarradores e implica a los lectores tanto en las desgracias como en los logros que acontecen a la pareja principal. Aparentemente, esto podría chocar con el estilo simplista (a primera vista) de McCarthy: frases separadas exclusivamente por puntos y unidas por la conjunción y, diálogos igual de esquemáticos en que no se señala quién interviene y algunas expresiones repetidas. Nada más lejos de la realidad. Parte de la maestría de esta obra reside en su poderosa capacidad de evocación, cómo nos sumerge en los ambientes post-apocalípticos y nos presenta temas universales vinculados con la propia esencia de los seres humanos.
Si bien es pronto para decirlo, posiblemente nos encontremos ante una obra maestra actual, ya sea por las cualidades antes citadas o por la concepción que presenta de la naturaleza, propia de nuestro tiempo. Al fin y al cabo, la carretera por la que caminan los protagonistas es una sutil alegoría de la vida.
Recientemente se estrenó en cines la adaptación homónima de John Hillcoat, fiel al espíritu original; si bien se toma las licencias necesarias para dar el salto entre medios de forma adecuada.
Como película, The Road posee una dirección estándar y un ritmo lento, que puede llevar a dificultar su disfrute a quienes desconozcan la novela. Sin embargo, cuenta con aciertos como la recreación de los estériles paisajes repletos de ceniza, una fotografía prácticamente exenta de color, una banda sonora correcta y, lo más importante, las convincentes actuaciones de un reparto entregado. Entre sus miembros encontramos a Charlize Theron, Robert Duvall y Guy Pearce con breves intervenciones, pero quienes conducen la película son el joven Kodi Smith-McPhee y el inconmensurable Viggo Mortensen, siempre esforzándose en sus papeles.
Aunque no deja de ser un filme interesante, puede funcionar mejor como complemento de la de la novela, cuya lectura recomiendo encarecidamente y que seguramente no dejará a nadie indiferente.