El otro día me enteré de la iniciativa de 'the Slow Art Day', que promueve el consumo lento y consciente del arte. Parece ser que a grosso modo no le dedicamos más de 30 segundos a las obras expuestas en un museo.
Me siento identificada con la estadística, sobre todo cuando me dedico a esas maratonianas visitas a museos tipo Tate Modern o Moma donde pretendes abarcar la colección permanente más la exposición temporal y encima disfrutar y reflexionar sobre el arte y la cultura: Mission impossible, para que nos vamos a engañar. Es mejor seleccionar, salas o artistas y basta, pero cuando viajas te entra el ansia de devorarlo toooodooo...
David Hall, TV Interruptions
Me estoy desviando del tema puesto que lo que ha motivado este post no es el Slow Art Day sino más bien la sensación que me han producido dos exposiciones que visité (varias veces) en estos últimos meses: Esteu a punt per a la Televisió? y El d_efecto barroco, MACBA y CCCB respectivamente.
Cartel de la exposición en el CCCB
Se trata de dos exposiciones que exigen un volumen de dedicación de nuestro tiempo inmenso. Pantallas y muestras de vídeos y documentales son la vía para hablarnos de la relación entre arte y televisión o bien sobre la construcción del concepto de Hispanidad. Ambos proyectos son ambiciosos y requieren un exhaustivo trabajo de investigación por parte de sus comisarios y por extensión de tiempo y concentración por parte del público. Debo reconocer que aluciné con el planteamiento de Esteu a punt? La idea me parece super interesante y como proyecto comisarial el trabajo de Chus Martínez es alucinante (hay que ver con que seguridad en sí misma se expresa esta chica, quién pudiera...) Pero más allá de lo comisariado y lo comisariable, ¿estamos preparados para dedicarle tanto tiempo a una exposición?
Esteu a punt per la televisió? Foto: www.mag-da.eu
Si nos paramos a pensar en cómo nos comunicamos hoy en dia, accedemos al conocimiento y consumimos cultura, veremos que estos procesos gracias a las nuevas tecnologías, son cada vez más rápidos. Si yo, que no pertenezco a la generación digital, me cuesta un esfuerzo pasarme unas horas viendo a Pasolini o la cumbre iberoamericana en una pantalla de vídeo con los cascos puestos, cómo sentirá un adolescente o un joven al que se le pide que acceda al arte a través de la exposición de 82 horas de televisión? ¿No deberían los proyectos expositivos reflejar el modo en que consumimos arte y cultura? ¿Por qué cuanto más veloz es todo más se ralentiza el modo de exponer art contemporáneo?