“Sea Lion“, de The Ruby Suns, es uno de esos discos turísticos, cuya mayor virtud consiste en ofrecer inigualables panoramas en los que la coherencia entre ellos es lo de menos. Lo importante, en realidad, es la fuerte presencia de la naturaleza en toda su majestad, venga de donde venga; la incorporación de los colores más exóticos a la vastísima paleta cromática, los giros inesperados que convierten cada tema en una topografía de lo imposible. Casi podría decirse que la única diferencia con una de las películas de Indiana Jones (no en vano uno de los temas recibe el nombre de “Adventure Tour“) es que en estas últimas la transición entre Berlín y Jordania se resuelve con el fácil recurso del dibujo de un avioncito que va dejando una estela discontinua sobre un apergaminado mapa, mientras que en el disco de The Ruby Suns nada puede hacernos imaginar lo que va a pasar a continuación, ni cuál será nuestra próxima parada en el zigzagueante recorrido.
Si el itinerario que sigue el asombroso world tour del álbum no está tan claro, el punto de partida sí que puede situarse con mayor exactitud: casi resulta obligado hablar de los Beach Boys estrellándose contra la creación de “Smile“ (la filiación brianwilsoniana es más que evidente en el pop de campanillas de “Remember“), aunque en su momento también hubo comparaciones más afiladas con Animal Collective o Vampire Weekend, me imagino que más basadas en la capacidad para inundar sus soleadas melodías de psych-pop con la música de latitudes algo más exóticas a nuestros oídos, que en una estricta vecindad sonora. Desde luego (aquí me van a llover palos, lo sé) me confieso mucho más capacitado para lidiar con el inofensivo pop multicolor del segundo álbum de los neozelandeses que para meterme de-pé-a-pá ese tocho de petas-zetas llamado “Merriweather Post Pavillion” (a ver cúantos seguidores del blog me cuesta esta ligereza tan mía, esta vez…).
Echemos un vistazo a las fabulosas panorámicas que el disco ofrece: tenemos desde postales escritas en el desierto (“Oh, Mojave“), a souvenirs remitidos desde las islas de la Polinesia que tan bien debe conocer -qué suerte- Ryan McPhun, el californiano convertido en neozelandés de adopción que lidera la banda: escuchénse esos gloriosos coros tribales de inspiración maorí en “Tane Mahuta“, y díganme si no se siente uno transportado al mismísimo ombligo del cielo.
El último tercio del disco flojea un poquito, pero no llega a aburrir. Destacaría “Morning Sun“, que empieza como una coda soleada de esas en las que a los 30 segundos piensas que está todo el pescado vendido, pero que esconde un as en la manga: a partir del 3:50 nos esperan los mismísimos ¡New Order! doblando el Cabo de Buena Esperanza. Por último, “Gibble” (un bonus track, que, mierda, no viene en la edición de Sub Pop que tengo en casa), pone el cierre perfecto a tan colorida travesía.
El tema al que va dedicada esta entrada se escapa sin embargo de lo contado en los párrafos anteriores: digamos que si “There Are Birds” es una postal, entonces nos llega desde la luna. Con una mayor presencia de la electrónica, y -con diferencia- mucho menos orgánica que sus compañeras de álbum, diría que la canción tiene hasta un puntito 4AD, o incluso se arrima al retrofuturismo de (ya sé que me pongo muy pesado con ellos, pero es una absoluta debilidad) Broadcast. Escuchad sino a Amee Robinsons (sustituida en 2009 por Gus Franklin de los Architecture In Helsinki, por cierto) recitar eso de:
“Hay un lugar al que me gusta ir. Me gusta estar sola cuando hay pájaros y hace frío, el pasto es verde y los árboles suenan como historias del tiempo…”
Si ese lugar es esta canción, yo también me apunto.
Publicado en: Canciones EscondidasEtiquetado: 2008, Beach Boys, Broadcast, Lil' Chief Records, Pop, Psicodelia, Sea Lion, The Ruby SunsEnlace permanenteDeja un comentario