Revista Cine

Tiburón: el poder de la mente

Publicado el 23 agosto 2015 por Juancarrasco @JuanCdlH

¿Son ustedes más de playa o de montaña? ¿Gustan de mantenerse fresquitos chapoteando al son de las relajantes olas del mar? ¿Están de vacaciones? Pues bien, ¡hablemos de Tiburón! Han volado ya nada menos que cuatro décadas desde su estreno y se antoja justo y necesario rendir tributo al aterrador cumpleañero.

Tiburón: el poder de la mente
Con el transcurso de los años Steven Spielberg, indiscutible mito del cine, ha ido convirtiéndose en un director con tantas sombras como luces, pero en 1975 su talento natural y una descarada juventud que incluso llevó al hoy guardián del recato moral a rodar un desnudo femenino en la playa (!!) lograron convencer a los productores para otorgarle los mandos de este potencial bombazo de taquilla que se acabó convirtiendo también en una cinta de culto.

A Spielberg, curiosidades de la vida, ni siquiera le gustaba el libro en el que se basaba la historia; fue por dicho motivo recortando y cambiando de un lado y de otro para hacer lo que realmente le apetecía, que era la atractiva a la vez que claustrofóbica sensación del espectador de asistir a la circunstancia de que un desmesurado tiburón blanco sembrara el pánico devorando a todo bañista viviente de un pueblo costero de Nueva Inglaterra. El particular trío que se acaba enfrentando al gigantesco escualo asesino es el formado por el jefe de policía, el oceanógrafo y el lobo de mar (Roy Schneider, Richard Dreifuss y Robert Shaw), pasando los cuatro meses largos que duró el rodaje casi más tiempo en un pequeño barquito en el mar que en tierra firme y perseguidos por una maqueta que ni siquiera funcionaba correctamente. Fue por ello y por el ingenio del director que se rodó la mayor parte del metraje de una cinta basada en un tiburón sin el propio tiburón, lo cual desembocó en una afortunada paradoja que asemeja el proyecto al terror psicológico de Alien más que al género más explícito y “visceral”…

El presupuesto de apenas 9 millones de dólares se transformó en más de 430 millones, para regocijo de los que apostaron por este modelo de película y, como es lógico, tuvo secuelas (nada menos que 3), en las que ya no participó Spielberg, alegando con buen criterio que la historia estaba contada y debía acabar con la muerte de la amenaza.

Pero por encima de cualquier otro acierto de esta película, hay que hablar de John Williams. Sabemos de la importancia de la banda sonora en cierto tipo de cine, convirtiéndose en un protagonista más, pero estamos ante el único ejemplo que recuerdo de unas notas musicales que están en importancia por encima incluso de cualquier miembro del reparto, ya sea humano o virtual. Porque al hablar de Tiburón, automáticamente se nos viene a la cabeza el “taaaarán…, taaaarán…, taran, taran, taran, taaaaarararaaaaan” que precede al ataque y que nos mantiene en vilo hasta saber si los bañistas logran escapar o acaban de mondadientes entre las fauces del bicharraco. Hay infinidad de melodías de cine míticas, reconocibles y sin las que la cinta a las que acompaña no sería lo mismo, pero ninguna tan fundamentalmente activa en la trama. Evidentemente, el trabajo de Williams fue reconocido con el Oscar a la Mejor Banda Sonora, y el conjunto del metraje además de la nominación a Mejor Película, fue premiado con las merecidas estatuillas a Mejor Sonido y Mejor Montaje.

Celebramos desde aquí la fecha señalada de este ya clásico inmortal con el bañador puesto y un chapuzón en ¿la piscina?

Dirección: Steven Spielberg. Título original: Jaws. Año: 1975. Género: terror. País: USA. Duración: 124 min. Intérpretes: Roy Scheider, Robert Shaw, Richard Dreyfuss, Lorraine Gary, Murray Hamilton, Carl Gottlieb, Jeffrey C. Kramer. Guión: Peter Benchley, Carl Gottlieb (adaptación basada en la novela de Peter Bentchley). Música: John Williams.


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