Alguno se ha empeñado en vivir al borde del precipicio y querer ser más valiente que nadie proponiendo dar un paso al frente. Esto es muy propio de este gobierno, acostumbrado como está a medir sus políticas en base a su resultado propagandístico, pero sin tener en cuenta que la puta realidad de los resultados esta ahí para quien quiera verla y estudiarla.
Es ahí cuando hay que exigir responsabilidades políticas por el absoluto fracaso de todas y cada una de las medidas de austeridad y recorte que ha venido realizando desde hace dos años, con la siempre a punto excusa de “tranquilizar a los mercados”. Pues bien, ni la reforma de las pensiones, ni los durísimos recortes en la administración, ni el fin de la inversión pública, ni el recorte de salarios de los funcionarios y por ende la devaluación de los demás, ni la reforma laboral, ni las privatizaciones de empresas públicas ha tranquilizado un corno a los mercados.
Y esto es así porque se parte de una falacia: creer que esos mercados, anónimos conocidos, siguen otra lógica que no sea la de garantizarse beneficios aquí y ahora. Y no dudan en hundir economías con toda su población dentro si es necesario.
Es hora de cambiar el sistema. Sólo así, poniendo al ciudadano y su bienestar por encima de los beneficios y la especulación, seremos capaces de salir de esta. Es tiempo de política. Y que esta la lleven a cabo otros que estén dispuestos a no arrodillarse.
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