Revista Solidaridad

Tiempo de reflexión

Por Pcelimendiz

Casi se me pasa este año, pero el día dos de mayo este pequeño blog ha cumplido siete años intentando aportar una mirada sobre algunos aspectos de la realidad y de la política social en nuestro país.


Tiempo de reflexiónY como en todos los aniversarios, no puedo dejar de dedicar un espacio para la reflexión, echar la vista atrás y ver qué ha pasado desde ese ya lejano 2012 en que comenzábamos a escribir de estos extraños temas desde una posición que intenta mezclar algunas referencias teóricas con la experiencia de haber trabajado en la atención social primaria durante treinta años.
Esta experiencia me sirve para tamizar algunos de los desarrollos del Sistema de Servicios Sociales y de la posición del Trabajo Social dentro del mismo incorporando a los diseños y paradigmas que se van creando (esencialmente a través de la legislación y planificación social, pero no sólo) una visión pragmática que me permite evaluar, (de un modo sesgado y limitado pero concreto y aplicado) el impacto de todo ello en la vida y el bienestar de las personas y poblaciones a las que tengo acceso.
Lo primero es la constatación de la deriva asistencialista del sistema. Atender la pobreza se ha convertido en la principal marca de contexto del mismo, constituyendose en su principal función y, en el marco de una política social neoliberal, concretándose en realizar certificaciones de la situación de precariedad que permitan acceder a los insuficientes y contradictorios servicios y prestaciones (económicas la mayoría) que dicha política diseña.
Lo segundo es la renuncia a redefinir el sistema desde otras claves que superen la posición residual respecto al resto de áreas de la política social. El Sistema de Servicios Sociales tiene el encargo social de proporcionar a los pobres lo que los otros sistemas no pueden, no saben, o no quieren proporcionar. Ello, naturalmente, es ineficaz, pero no importa. Lo verdaderamente importante es que permite al resto de sistemas expiar sus pecados y seguir desarrollando sus políticas sin excesivas presiones y expulsar los problemas difíciles hacia otro sistema donde, si no se resuelven, los primeros quedan salvados de responsabilidad alguna. 
En el fondo es hacer trampas al solitario. Sabemos que los problemas no se resuelven así, atribuyendo esas funciones al Sistema de Servicios Sociales, pero hay un gran consenso social para creer que ese es el camino, más allá de la evidencia de constatar como los grandes problemas de la sociedad como la pobreza, la desigualdad o la violencia se han cronificado desde hace más tiempo del que creemos.
Como consecuencia de esta función expiatoria tan necesaria aparece por tanto la indefinición, confusión y descoordinación en el marco normativo y legislativo que subyace (que no sustenta) al sistema. Hace tiempo que el sistema renunció a una Ley General que lo definiese. Las leyes generales están para los sistemas importantes y, no nos engañemos, en este terreno los servicios sociales jugamos en las divisiones más humildes. El Sistema ha optado por legislar de modo parcial (dependencia por ejemplo) o de modo territorial (leyes autonómicas y normativas locales), configurando un entramado descoordinado y confuso tras el que poder esconder las miserias de nuestra política social.
Tiempo de reflexiónEn otro orden de cosas, en estos años se ha consolidado otra tendencia, que tiene que ver con la atomización de la intervención a todos los niveles. Las relaciones se van individualizando cada vez más y las intervenciones conjuntas empiezan a ser la excepción. Es una tendencia que se ha incrementado en la relación entre sistemas, cada vez más descoordinados y con menos relación entre sí. Cada sistema se considera una una entidad autocapacitada en sí misma para intervenir en la parte del problema que considera oportuno. Los problemas complejos se escinden y se parten en trozos, de manera que cada cual puede ocuparse de la parte que se autoatribuye, sin necesidad de coordinarse con los demás. El mantra de la confidencialidad o el secreto profesional se está utilizando para evitar dichos abordajes conjuntos, a costa de cronificar y de aportar soluciones ineficaces a los problemas.
En cuanto al Trabajo Social opino que como profesión no hemos sabido situarnos ante estas realidades. Creo que nos falta reflexión conjunta y consenso, dos bienes escasos que tenemos que recuperar.
Y estas son las principales tendencias sobre las que ando reflexionando en este séptimo aniversario del blog. Por lo demás, Wang y yo tenemos intención de seguir. Por octavo año consecutivo amenazamos con seguir dando la tabarra con nuestras convicciones, esperanzados en que alguna vez cambien los vientos y las tendencias que he descrito se modifiquen hacia una sociedad más habitable y amable que la que tenemos.

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