Un alto oficial militar se ha encargado de enviarme un mensaje con los presos que me acompañan en el lugar donde me encuentro. Aprovechando que ellos salen a trabajar, se ocupó de que me trasmitieran que Fidel Castro y su hermano Raúl, hoy el presidente, habían llegado al poder por las armas, por lo tanto, si la oposición quiere quitarlos del poder tiene que tener el valor que los Castro tuvieron en aquel momento, alzarse y formar un movimiento armado y luchar por el poder “a tiros”.
Los presos me lo transmitieron desde sus lógicas, y se sorprendieron cuando les expliqué que “ese mensaje solo demuestra su actitud de pillaje al peor estilo de los piratas del siglo XIX”. Es decir, que el hecho de tomar el poder con las armas, les extiende su patente de corso. Y aunque este oficial me haya enviado esa comunicación corsaria, sé que ese “razonamiento” es el generalizado entre los cabecillas del régimen totalitario.
A través de más de cinco décadas en el poder, han conservado ese machismo imperante en los años cincuenta y lo proyectaron a la sociedad. Los atacantes que Fidel Castro empujó al Moncada –recordemos que él no participó en el asalto porque dijo que no encontró la puerta de entrada del Cuartel– fueron condenados con sanciones muy leves. Ese “error” del tirano Batista lo aprendieron muy bien los Castro; por ello, condenaron a muerte a cuanto alzado encontraron luego en las lomas del país, y aplicaron largas condenas de cárcel a los que enfrentaron su dictadura.
Tampoco debemos jamás olvidar a los jóvenes que fusiló por intentar abandonar el país en una lancha de transporte popular –vale acotar que lo hicieron sin lastimar a ningún ser humano– y que se entregaron cuando –en las conversaciones con los que representaban al gobierno– les mintieron al garantizarles sus vidas.
Cuando se abra la historia real, contada sin censura, escucharemos a millones de personas decir que ni siquiera sospechaban las cosas que ocurrían o cómo sucedieron, como los propios alemanes que sobrevivieron a la segunda guerra mundial y que apoyaron a los nazis; o más recientemente, los intelectuales de renombre que de alguna manera apoyaron o hicieron silencio durante las dictaduras latinoamericanas, y ahora en Cuba. Escuchar sus disculpas será percibir la sensación de ver una película que antes nos contaron.
Ángel Santiesteban-Prats
12 de mayo de 2015
Prisión Unidad de Guardafronteras
La Habana