Cuando la pandemia del coronavirus se extiende como la lava de un volcán por el mundo los gobiernos declaran el estado de alarma, de modo que la movilidad de los ciudadanos se ve restringida, se cancelan vuelos regulares, las fronteras se cierran, se crean gabinetes de crisis y la actividad productiva ralentiza notablemente.
La enfermedad golpea sin piedad a las poblaciones que, si están enfermas, están obligadas a ser ingresadas en los hospitales, y si no lo están, a permanecer confinadas en sus viviendas como medida preventiva. Retorna el recuerdo de pestes, gripes, cólera, fiebre amarilla, y otras plagas bíblicas que tuvieron lugar en la historia y azotaron a nuestros antepasados. De nuevo surgen el temor y el temblor, así como el sentimiento de fragilidad. El orden social que parecía perpetuarse de forma casi natural en los países ricos se ha roto, y la alarma se vuelve contagiosa.
Para neutralizar el miedo se recurre a los móviles, a los correos electrónicos, a la comunicación con los vecinos, a la vez que se extienden los rumores de noticias alarmantes, proliferan las normas y los consejos sobre cómo hay que utilizar las mascarillas, los guantes, sobre cómo hay que desinfectar y mantener ciertas reglas de higiene para combatir el covid-19.
Preocupados, e instalados en un tiempo que se ha hecho mucho más lento, intentamos escuchar nuestro cuerpo, con el temor de padecer los síntomas de la enfermedad: fiebre, tos, disnea, mialgia y fatiga... Acudimos a las voces cercanas de los amigos que nos hacen sentirnos vivos.
En medio de este duro panorama la mayoría de la población expresa un justo reconocimiento a médicos, enfermeras y enfermeros, personal sanitario que de forma altruista, abnegada, tratan de salvar vidas y enfrentarse a la pandemia aunque ello signifique poner en riesgo su salud y su vida. Estos profesionales son los nuevos héroes anónimos de un mundo desencantado en el que casi no teníamos tiempo para pensar por nosotros mismos.
Las desigualdades sociales se perpetúan e incluso se acentúan en épocas de crisis. En el interior de cada país no todos los confinamientos son iguales. Mientras que una minoría rica pasa el tiempo paseando por el jardín de su casa y cultivando los rosales cuando empieza a irrumpir la primavera, hay familias hacinadas en espacios enlatados. En las casas de las clases medias hay agua corriente, luz, transistores de radio, teléfono, ordenadores, móviles, televisión, conexión a la red... y una despensa llena de provisiones. Mientras tanto las farmacias están abiertas, aunque algunas hacen su agosto multiplicando el precio de las mascarillas o del alcohol, y también están abiertas las tiendas de comestibles en donde periódicamente se reponen los artículos de primera necesidad. Personas desconocidas nos permiten, con sus esfuerzos de cada día, hacer frente a los enemigos invisibles de los virus.
La grandeza de la democracia radica también en que todos y cada uno somos responsables de promover una mayor integración social y, sobre todo, de evitar que la sociedad se deshaga.
El panorama produce escalofríos si pensamos en la India, África, América Latina, en los barrios superpoblados de las grandes ciudades, en las grandes desigualdades que ha generado la bipolarización del mundo entre el Norte y el Sur. El coronavirus ha globalizado la enfermedad y los gobiernos y los organismos internacionales, junto con las organizaciones no gubernamentales están llamadas a coordinar las respuestas en términos de solidaridad.
En el marco de el actual confinamiento obligatorio para combatir el avance de los virus retomé las notas de dos libros publicados en estos últimos años, concretamente la novela alemana, , escrita por el novelista alemán nacido en Hamburgo en 1940 Uwe Timm, y un ensayo, Sonrie o muere, escrito por la periodista de investigación norteamericana Barbara Ehrenreich, nacida en Montana en 1941, y emparentada con los valientes muckrakers. Presentaré una lectura de estos libros ateniéndome, en función de su contenido, a un cierto orden cronológico. Empezaré por la novela de Timm para pasar después al ensayo de Barbara Ehrenreich que aborda asuntos más actuales.
Ambos libros nos ayudan a poner en cuestión sucesivamente la gestión totalitaria y la gestión tecnocráticas de las poblaciones. En ambos casos, y pese a las enormes diferencias entre ellos, unos especialistas, presuntamente competentes, enarbolan sus saberes, presuntamente científicos, para ejercer un poder sobre los ciudadanos. En el caso de la Alemania nazi se trata de un poder de vida y muerte. En el caso de la América neoliberal el recurso a la psicología de las emociones permite encubrir con malestares íntimos todo un cúmulo de conflictos sociales que han crecido a la sombra del capitalismo neoliberal.
Durante el tiempo de cuarentena que se mantendrá hasta que se produzca la salida de la crisis del coronavirus, estos libros nos pueden ayudar a reflexionar sobre los males sociales que han padecido las sociedades y que padecemos en la actualidad, para ponerles remedio y tratar de construir entre todos una sociedad democrática más consolidada.
Alemania 1945. La Segunda Guerra Mundial está a punto de terminar. Las tropas aliadas dirigidas por el poderoso ejército norteamericano avanzan, sin detenerse, adentrándose en territorio enemigo, el enorme territorio ocupado por el ejército alemán. La poderosa maquinaria bélica made in América se despliega imparable, y de forma organizada, derribando con facilidad el frente alemán. Ciudades en llamas, catedrales derruidas, cadáveres en descomposición, escombros, chatarra, hambre y miseria.
Integrado en las tropas norteamericanas nos encontramos con Michael Hansen, el protagonista de la novela de Timm, un joven oficial de nacionalidad norteamericana, de veinticinco años de edad. Michael, hijo de padres alemanes que han emigrado a los Estados Unidos, es un joven bastante normal, alto, y las mujeres dicen que es guapo. Además de inglés Michael habla alemán, tiene el carnet de conducir y se siente responsable de contribuir en la guerra contra el totalitarismo participando en la defensa de las libertades democráticas. El joven norteamericano se alistó unos meses antes de ser enviado al frente en Europa y fue asignado a una compañía de transmisiones. Por su buen comportamiento durante el tiempo de la instrucción fue destinado a la formación de oficiales, y, tras la jura de bandera, recibió el grado de teniente segundo. Los padres de Michael vivían en Ringwood, cerca de Nueva York, y no entendían por qué su hijo se había alistado sin consultarles, precisamente cuando terminaba de finalizar brillantemente el Master en la Universidad.
Tres meses antes de desplazarse con el ejército norteamericano a Alemania Michael conoció por casualidad a Catherine, una chica francesa, nacida en Alsacia, que estudiaba Antropología en la Universidad de Columbia, pero se ganaba la vida enseñando idiomas, especialmente el alemán. Tras la capitulación de Francia en la guerra su familia alsaciana pasó a ser alemana y el padre de Catherine la envió a los Estados Unidos con un tío. Hacía tres meses que la joven no tenía noticias de sus padres ni de su hermano. Sabía que su hermano había caído prisionero de los alemanes y que más tarde los alemanes lo habían incorporado al ejército alemán. Catherine y Hansen se enamoraron en ese primer encuentro fortuito.
A primeros de abril de 1945 Michael Hansen se incorporó al frente de guerra. En un diario recoge las impresiones de los lugares por donde pasaban. Dominan los escenarios de desolación. A primeros de mayo Hansen se encuentra en Frankfurt. El comandante Leo Alexander le pide que lo acompañe a Dillenburg en donde iba a visitar al profesor Hallervorden, director suplente del Instituto Kaiser Wilhelm para la Investigación Neurológica. Era uno de los muchos profesores alemanes implicado en la campaña por la eutanasia y afiliado a las SS desde 1933. El decreto de Hitler de 1939 hacía referencia al criterio de los médicos para practicar al eutanasia. Los oficiales norteamericanos calculaban que más de cien mil personas habían sido asesinadas entre 1939 y 1941. Había seis centros de eutanasia en funcionamiento. Se decía que los enfermos crónicos debían recibir la eutanasia por compasión. Sin embargo aquella compasión era alto secreto. Tanto Hansen como Alexander quedaron sorprendidos por la frialdad y la distancia con las que el mencionado profesor les habló de los pacientes gaseados.
Regreso a Frankfurt. Hansen tiene que personarse en el puesto de la División de Guerra Psicológica. El comandante Engel, vienés, discípulo del filósofo Husserl en Friburgo, becario y profesor en América, y simpatizante de la III Internacional, le dice que a partir de ese momento se ocupará de investigar el proceso de institucionalización de la eugenesia en Alemania. Su primera misión será ir a Múnich siguiendo el rastro del Dr. Alfred Ploetz: ¡Queremos saber cómo se desarrolló esa teoría de la higiene racial!
Hansen se instaló en una casa señorial confiscada en Herrsching, cerca del castillo en el que investigó Alfred Ploetz. En la parte alta del pueblo se encontraba la Escuela de Finanzas del Reich. Desde la mansión se contemplaba el lago, y la vista se extendía hasta los Alpes. Ese lugar idílico paradójicamente dio cobijo a sofisticados estudios que avalaron el horror: la sistematización de los crímenes contra la humanidad.
Wagner, librero y a la vez informante de Hansen, había sido un convencido socialdemócrata. Ahora tenía 81 años, y sobrevivió al Reich escondido en el sótano de una librería de viejo en la que trabajaba como asalariado. En el verano de 1933 lo soltaron del campo de Dachau, llamado eufemísticamente campo de custodia preventiva, en donde fue detenido por su colaboración con los socialistas durante la República de Weimar. Su liberación se produjo precisamente a instancias de su amigo el Dr. Ploetz, que en abril de ese mismo año había enviado al Führer un mensaje de lealtad. La Ley para la prevención de la descendencia con enfermedades hereditarias entró en vigor el 14 de julio de 1933. La esterilización forzosa se aprobó también en Estados Unidos, Dinamarca y Suecia. En Suecia se aprobó en 1934, y en Dinamarca ya se practicaba con anterioridad. En Alemania la ley contaba desde entonces con las herramientas administrativas del Estado.
Wagner comenzó de nuevo a ser buscado por la Gestapo en el verano de 1934 y un librero que llegó a estar afiliado al partido nazi lo protegió. Conservaron en un armario la literatura alemana prohibida: Kafka, Heine, Heinrich Mann, Brecht, Feuchtwanger, Döblin... Con los años otros libros de otros autores también perseguidos iban entrando en el sótano: Erich Mühsam, Ernst Toller, Ernst Bloch y otros. En la lista de libros degenerados figuraba A través del desierto de Bloch, Huellas, de este mismo autor, y también los libros de Gustav Landauer, Thomas Mann y El cuerno mágico de la juventud de Brentano.
Alfred Ploetz murió en 1940. En su juventud se sintió fascinado por el libro de Cabet Viaje por Icaria. Alfred Ploetz fundó Pacific, una sociedad secreta anti-autoritaria. En un principio no tenía nada contra los judíos, al contrario, creía que los judíos eran una rama perdida de la emigración del pueblo ario. Primero encerraron a los comunistas y a los socialdemócratas, en campos de prisión preventiva; (...) después (el encierro) se amplió a todos los espíritus críticos; y finalmente y de forma sistemática contra los judíos y los gitanos.
¿Cómo se produjo la transición del joven Ploetz, un ateo beligerante, del comunismo libertario de los cabetianos, y de la defensa de la igualdad, a la colaboración estrecha con el nazismo, hasta el punto de llegar a convertirse en uno de los principales inspiradores de la higiene racial? Sin duda en ese cambio brusco jugó un papel importante el empuje del darwinismo social, una corriente de pensamiento muy influyente en el campo científico combatida entre otros por el príncipe Kropotkin. Frente a la tesis de la selección natural el anarquista ruso desarrolló la defensa de la ayuda mutua. Pero no adelantemos acontecimientos pues el personaje de Wagner describe con minuciosidad en la novela la frustrada incorporación de él mismo y del propio Ploetz, entre otros, en América, a una sociedad de seguidores de Cabet ubicada en Iowa y formada por miembros provenientes de Francia, Alemania, Suecia, Inglaterra..., una comunidad internacional destinada a superar las disputas entre las naciones. En esta pretendida comuna ideal las mujeres no tenían derecho al voto. La experiencia alternativa de la nueva sociedad utópica se saldó con un rotundo fracaso.
En el viaje de regreso del Nuevo Mundo, cuando ya se habían roto los sueños de la sociedad cabetiana, Ploetz escribió una carta desengañada a los miembros de la sociedad Pacific, en la que afirmaba que la hermosa idea de la igualdad, la idea más bonita que ha engendrado el ser humano, se convierte en un impedimento para una sociedad organizada, en un obstáculo para el desarrollo y la evolución. Los seres humanos son radicalmente desiguales: unos inteligentes, otros limitados; unos trabajadores, otros holgazanes; unos desinteresados, otros egoístas. Es la desigualdad la que estimula una mejor adaptación al medio. Se precisa una revolución biológica que complete la revolución social. Ploetz retomó de Nietzsche el camino hacia el superhombre, un camino que a su juicio pasaba por cambiar las disposiciones biológicas de las personas. Era preciso crear las condiciones hereditarias adecuadas para que los personas pudieran desarrollar sus predisposiciones. Wagner, su amigo, a su vez extrajo del fracaso de la utopía de Cabet en América la conclusión contraria. Abandonó la medicina para intentar conocer las fuerzas que mantienen unida una sociedad y las que las dividen.
Higiene racial positiva
En una de las múltiples entrevistas que Michael mantiene con Wagner este relata una visita con Ploetz a la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Zurich dirigida por el Dr. Auguste Forel, partidario de un antialcoholismo estricto. La descripción de las salas en donde estaban recluidos los enfermos muestra la degradación de vidas humanas arruinadas por el consumo compulsivo de alcohol. La palabra eutanasia pudo pronunciarse durante aquella visita, pero el amigo Ploetz aún no había comenzado a pensar en dividir a la humanidad a partir de las razas, eso vendría más tarde, cuando defendió que la raza inferior era la negra y la superior la aria, la raza nórdica. Y la raza daba lugar a la nación; la nación a lo antinacional; lo antinacional a los parásitos del pueblo; y los parásitos a su erradicación.
¿Por qué colaboró durante tanto tiempo la población alemana? La pregunta aparece formulada en la página 210 de la novela, pero de momento la respuesta queda eclipsada por personajes singulares vinculados al mundo medico-psiquiátrico que ofrecen un programa eugenésico aprobado por la plana mayor del movimiento nazi. Mientras tanto avanzan las historias singulares de los horrores cometidos, como por ejemplo el asesinato en la clínica de Kaufbeuren de Ernst Lossa, joven vendedor ambulante de origen gitano, que fue eliminado mediante una inyección de Luminal cuando se le hacía creer que se trataba de una vacuna contra el tifus. Lossa formaba parte del colectivo que los nazis denominaban los individuos lastre.
La investigación de Michael Hansen avanza en paralelo a un viaje a Hamburgo en busca de sus raíces, una ciudad en ruinas ocupada por los ingleses, con barrios como Rothenburgsort y Hamm completamente destruidos por los bombardeos aliados. Cuando en el noveno día Hansen entrevista a Wagner este le comenta la discusión que mantuvo con su admirado amigo el Dr. Ploetz quien, tras años de trabajo ya había publicado en Berlín en 1895 el libro, producto de sus investigaciones realizadas a partir del método experimental, sobre La capacidad de nuestra raza y la protección de los débiles. La oposición de Ploetz a las políticas socialdemócratas en esa época era ya total: La compasión, la asistencia a los débiles, a aquellos que no daban la talla, como él decía, todo ello conducía a la degeneración de las razas culturales humanas. Y añade: Fue entonces cuando empezó a cambiar su visión de los judíos. Wagner llega a poner en boca de su amigo la siguiente afirmación:
Lo que voy a decir suena cruel, pero la asistencia a los pobres debe ser mínima y solo debe suministrarse a aquellos que ya no puedan influir sobre la descendencia. Esas y otras sensiblerías como el cuidado permanente de enfermos, ciegos, sordomudos, débiles en general, simplemente obstaculizan o retrasan el efecto de la selección natural.
Willibald Hentschel, un conocido del Dr. Ploetz, fue el promotor de las colonias Mittgart basadas en los emparejamientos sexuales libres en una comunidad formada por cien hombres y mil mujeres con el fin de promover las uniones libres y facilitar la mejora de la especie, en suma, la cría seleccionada de la raza aria. El proyecto fracasó porque se presentaban pocas mujeres voluntarias. La ofensiva racista sin embargo no se detuvo pues toda una serie de sociedades y asociaciones secretas proliferaron en esa misma dirección. En 1905 nació en Berlín la Sociedad para la Higiene Racial. En 1907 Ploetz se trasladó a Munich y creó una sociedad de este tipo. En 1910 creó el Nordischer Ring, una sociedad secreta, a la que se añadieron el Bogenklub München, el Ring der Norda, el Nordbund y en 1918 el Widar-Bund.
En 1935, en el Congreso Internacional de Demografía celebrado en Berlín, Alfred Ploetz afirmó en un discurso lo siguiente: A las políticas fiscales, económicas, agrícolas, y colonizadoras orientadas a aumentar la tasa de natalidad de los más dotados, en la línea de la higiene racial positiva, debería sumarse la esterilización obligatoria y vehemente, que no ceda a la resistencia de los círculos eclesiásticos más políticos, la esterilización de los enfermos y los lisiados cuyos problemas sean hereditarios, así como de los deficientes de carácter hereditario. El ciclo se cerraba en torno a la raza: La raza, escribió, es el sustrato biológico de todas las formaciones sociales. El programa nazi se vio avalado por una legitimidad presuntamente científica.
La primera esposa de Ploetz, Pauline Rüdin, era hermana de Ernst Rüdin, catedrático de psiquiatría y estudioso de la genética de la equizofrenia que colaboró en la redacción de la ley para la prevención de descendencia con enfermedades hereditarias. Pauline se suicidó en Suiza en 1942. Wagner se refiere al libro de Rosenberg El mito del siglo XX. También se refiere a Nietzsche, frente a quien adopta una posición muy distinta a la de Ploetz: Nunca me ha gustado. Su mirada hacia el ser humano es hostil. Es la mirada de un miope, pero que siempre habla desde la perspectiva de un águila.
En la onceava entrevista de Michael con Wagner éste se refiere a la masacre de los libertarios de Münich. En febrero de 1919 un subteniente, el conde Arco, asesinó al ministro presidente Kurt Eisner, un socialista libertario y un pacifista radical que implantó el sufragio femenino, la jornada de ocho horas, el seguro de desempleo... Le disparó en plena calle. El conde Arco era miembro de la sociedad Thule, una sociedad racista y antijudía. El asesinato desencadenó la república de los consejos obreros. El gobierno socialdemócrata había huido a Bamberg. Entre los anarquistas, entre los literatos y artistas que habían tomado el poder, se encontraban Ernst Toller, Erich Müsham, Ernst Nieckisch, Silvio Gesell y Gustav Landauer. Este último era ministro de cultura y entre sus atribuciones estaba la sección de escuelas y universidades. Democracia de base era la propuesta. Al fin el Estado Libre de Baviera se libraba de la militarista Prusia. Aquel gobierno consejista tenía poco que ver con los bolcheviques. Los anarquistas reunidos en Munich rechazaban a todas las partes beligerantes en la Gran Guerra. El gobierno huido a Bamberg llamaba a luchar contra la República Consejista de Münich. En la alta Baviera se formaron los Freikorps. El 13 de abril se proclamó una nueva república de los consejos bajo el liderazgo del Partido Comunista. El 26 de abril el Freikorps ya había entrado en Münich. Allí fue donde vi las primeras esvásticas pintadas de color negro en brazaletes. El partido nazi aún no existía. Seguramente eran hombres de la sociedad Thule. Vi cómo se llevaban en grupos a los obreros que habían defendido a su gobierno, es decir, que habían actuado legalmente, cómo los maltrataban y ejecutaban. El baño de sangre de los consejistas, que fueron degollados como animales, anticipaba la barbarie nazi.
Uwe Timm no explica la catástrofe nazi, pero sugiere una vía de explicación. Por una parte la investigación biologicista promovida por científicos de la vida y por psiquiatras para hacer frente a los procesos degenerativos y favorecer la eugenesia dio alas a un racismo de Estado alentado por un militarismo conservador que a su vez se nutrió, tras la Primera Guerra Mundial, de la represión de minorías libertarias y pacifistas que luchaban por una verdadera república social. Entre una minoría radical de izquierdas, (bien representada en la novela por Wagner, el informante, que a su vez es presentado como un encendido admirador de Gustav Landauer, el cerebro torturado y asesinado de la Comuna de Munich), y los hombres del Freikorps, el grueso de la población alemana, amante de la ley y el orden, elevó a Hitler a la cima del poder político en las elecciones de 1933, coincidiendo con la gran depresión y con la crisis del empleo. Esta población temerosa guardó silencio ante los horrores de los crímenes nazis contra la humanidad, prefirió mirar hacia otro lado, optó por la servidumbre voluntaria a los jerarcas nacional-socialistas que prometían el inmediato advenimiento de la gran Alemania.
En vano el lector encontrará una respuesta explícita en la novela a la pregunta de por qué prefirieron la sumisión a la autonomía y a la libertad, pero implícitamente todo apunta a que minorías muy activas, y toda una serie de profesionales de clases medias, como médicos, abogados, profesores universitarios y otros, contribuyeron de forma decisiva a legitimar todo un entramado de instituciones que generaron un consenso para proporcionar una aureola de legitimidad científica al recién instituido orden nacionalsocialista.
El libro de la periodista y ensayista norteamericana Bárbara Ehrenreich se publicó por vez primera en inglés en el año 2009 y su temprana traducción al español pasó injustamente desapercibida, pese el enorme interés del libro. La versión original incluía un subtítulo un poco distinto del que SE acuñó EN la edición española, un subtítulo que se podría traducir así: Cómo el pensamiento positivo enloqueció a América y al mundo.
A lo largo de Sonríe o muere la intrépida periodista trata de explicar qué es y cómo opera el pensamiento positivo. Avanza en este sentido toda una serie de preguntas: ¿Por qué esta corriente de la psicología positiva, tan de moda en la actualidad en los Departamentos de Psicología, surgió en el siglo XX en los USA como heredera de otras corrientes del siglo XIX? ¿Cómo y por qué esta nueva doctrina se extendió por el mundo occidental con tanta proliferación y rapidez? ¿Para qué sirve y a quien sirve esta nueva ideología? Para responder a estas cuestiones Bárbara Ehrenreich opta por un planteamiento socio-histórico que aborda en un tono periodístico, ágil, alegre, alejado de plúmbeos academicismos.
En las primeras páginas de la Introducción se formula la tesis fuerte sostenida a lo largo de todo el libro, pues la autora postula la existencia de una afinidad natural o innata entre el capitalismo y el pensamiento positivo. Para probar esta afinidad se avanza por toda una serie de círculos concéntricos íntimamente relacionados con las propias experiencias vitales de la autora, y con los avatares que la llevaron a realizar entrevistas a informantes cualificados, así como a obtener materiales para su libro basados en la observación participante, de modo que el lector echa de menos una argumentación más convincente que recurra a procesos causales, y se base en materiales socio-históricos. Los capítulos se suceden sin embargo reforzándose entre si de forma sugerente, pero predomina la yuxtaposición, es decir, no existe entre ellos el desarrollo de una argumentación basada en procesos sociales. Se podría decir sintéticamente que en el libro los indicios prevalecen sobre las pruebas, las intuiciones sobre los argumentos razonados.
El pensamiento positivo no es el fruto de una gran nación joven del Nuevo Mundo formada por ciudadanos que ven el futuro con optimismo. Aunque se ha hablado mucho del optimismo norteamericano, casi adolescente, en los USA los antidepresivos son los medicamentos más recetados, hasta el punto de que este país tiene como cuota de mercado las dos terceras partes del mercado mundial de estos productos. Por otra parte en USA el calvinismo, la religión de los pioneros, como mostró Max Weber, está en la base del fuerte empuje del capitalismo americano. El calvinismo, del que se nutren las sectas protestantes, no dio alas a grandes esperanzas, fue más bien una religión dura, rigorista, exigente, que generó entre los creyentes la angustia de estar o no entre los elegidos, los predestinados por Dios para la salvación desde toda la eternidad. ¿Cómo se pasó por tanto del primer capitalismo de Calvino al pensamiento positivo promocionado por los psicólogos que encaja, como anillo al dedo, con el nuevo capitalismo? Bárbara Ehrenreich avanza una respuesta, y, aunque no se detiene demasiado en ella, se podría resumir en términos generales así: mientras que el calvinismo fue el caldo de cultivo de un capitalismo centrado en la producción, en el trabajo, es decir, el capitalismo de la revolución industrial y del siglo XIX, el pensamiento positivo presenta una estrecha afinidad con el nuevo capitalismo que se desarrolló en el siglo XX, el capitalismo de consumo. Bárbara Ehrenreich contaba, para probar su tesis, con este hipotético e interesante hilo conductor, pero, lamentablemente, no lo siguió, de modo que el libro tiene mas que ver con el propio itinerario personal de investigaciones sectoriales desarrolladas por la autora que con un análisis de sociología histórica, un análisis que en esta obra tan sólo se queda en un sugerente esbozo.
El primer capítulo del libro está dedicado a las relaciones complejas entre el cáncer y al pensamiento positivo. A la autora le diagnosticaron un cáncer de mama y vivió en su propia carne el asedio de gurús y predicadores empeñados en convencerla a ella, y en general a las mujeres afectadas por esta enfermedad, de que es preciso buscar el lado bueno de la enfermedad, que la supervivencia depende de la actitud, que es posible luchar contra el cáncer y vencerlo con la fuerza de una mente positiva que no acepta la derrota y que, ante una enfermedad devastadora, responde con una sonrisa. En el negocio de la cura del cáncer la autora toma abiertamente partido por combatir l a tiranía del pensamiento positivo que no sólo contribuye a esconder las causas materiales y sociales de la enfermedad, sino que también nos anima a negar la realidad, a someternos con alegría a los infortunios, y a culparnos solo a nosotros mismos por lo que nos trae el destino.
Los libros de autoayuda están muy extendidos en nuestras sociedades y nos indican como debemos reaccionar ante la adversidad y la soledad. En la red hay mas de dos millones de entradas en google sobre el pensamiento positivo, y su expansión corre en paralelo con la des-territorialización del capital en el nuevo orden neoliberal. Cuando las relaciones sociales se ven fragilizadas por el empuje a escala global del nuevo capitalismo financiero se expande con fuerza un nuevo pensamiento mágico-mítico que supera con creces el pensamiento salvaje de las sociedades de cazadores-predadores para invadir las pasarelas y los medios de información. Su principal objetivo es promover por doquier la ciega creencia en los poderes ilimitados de la mente.
Las falacias de la "psicología positiva"
Lo quiero, lo tengo. La publicidad refleja bien el lado primario, emocional, en el que toda una cohorte de nuevos profetas, sacerdotes, predicadores, publicistas y científicos pretenden instalarnos. ¿Cómo se pasó en la cultura norteamericana del austero y viejo puritanismo, que abogaba por la disciplina en el trabajo, a este nuevo mercado de las emociones envueltas en luces intermitentes de colores? Ehrenreich sostiene que la transición se inició a partir de 1860 a través de una especie de batiburrillo filosófico generalmente conocido como Nuevo Pensamiento, un pensamiento positivo convertido en respetable entre otras razones por el apoyo que le prestaron pensadores norteamericanos tan reconocidos como William James y Ralph Waldo Emerson. Una derivación del Nuevo Pensamiento fue la llamada Ciencia Cristiana. El eje de sus enseñanzas era que no existe el mundo material. No hay más que Pensamiento, Mente, Espíritu, Divinidad, Amor. Uno de los lemas de la Ciencia Cristiana se podría sintetizar en el siguiente consejo que resume bien la actitud ante la vida del cristiano que aspira a ingresar en el paraíso tras la muerte: Si la vida te pone de rodillas, aprovecha para fregar el suelo.
Un pastor protestante, Norman Vincent Peale, publicó en 1952 un libro que constituye el antecedente de la marejada creada más tarde por el pensamiento positivo. El libro se titula El poder del pensamiento tenaz y en él Peale formula las siguientes reglas para lo que se podría denominar en la actualidad la reprogramación de la mente:
- Formule y grábese de forma indeleble en la mente una imagen mental de si mismo consiguiendo el éxito. Mantenga con tenacidad esta imagen; no permita que se difumine. Su mente buscará siempre que se haga realidad (...).
- Cuando le asalte un pensamiento negativo sobre sus capacidades personales, diga en alto deliberadamente un pensamiento positivo que anule la idea anterior.
- No se construya obstáculos imaginarios. Desprecie todo lo que le parezca un obstáculo. Minimícelo.
En la actualidad en torno al pensamiento positivo se ha creado toda una gran industria basada en un producto muy valioso: la motivación. En estos primeros años del siglo XXI, escribe la autora, la motivación enlatada ya no es una añadido al mundo de los negocios: ha penetrado hasta el mismo corazón de la actividad empresarial norteamericana. Afecta no ya solo a la red de ventas, sino también a los que trabajan en las oficinas, e incluso a los del departamento de comunicación, a los ingenieros y al personal de la administración: a todos hace falta motivarlos para generar en ellos pensamiento positivo y que mejoren los resultados.
Los gurús de la motivación no han parado de crecer y sin duda han resultado especialmente útiles cuando el empuje del capitalismo especulativo obligó al cierre y a la reconversión de miles de empresas. Se calcula que entre 1981 y 2003 unos treinta millones de oficinistas norteamericanos perdieron su trabajo. A cambio de la pérdida de su salario real, en forma de dinero, la propuesta de los empresarios para que los despidos no minasen la moral de los trabajadores fue generar un salario emocional. Gracias al buen trabajo sobre las emociones quedar sin trabajo dejaba de ser una desgracia para convertirse en una oportunidad para la auto-transformación del yo. Cuando un trabajador o una trabajadora pierden su trabajo, cuando pierden la profesión que les proporciona una identidad, a la vez que pierden sus fuentes de autonomía, los gurús del pensamiento positivo les entregan un poder absoluto sobre si mismos para que buceen sin cesar en las fuentes del propio yo. Cuando la realidad no se puede cambiar lo mejor es transformar la percepción de la realidad, aunque ello implique la negación de la realidad y su sustitución por ensoñaciones místicas. En último término, desde la perspectiva del pensamiento positivo todo está en la mente. Lo quiero, lo tengo.
En 1997 el psicólogo norteamericano Martin Seligman fue elegido nuevo Presidente de la influyente Asociación Americana de Psicología. A partir de que Seligman asumiera el mando (...) los psicólogos más respetables, con su licenciatura y su doctorado a la espalda, empezaron a generar una cantidad impresionante de trabajos científicos que se publicaban a veces en el nuevo "Journal of Happiness Studies". El propio Seligman publicó en este sentido en Nueva York, en el año 2002, el libro titulado La auténtica felicidad. En él presenta su conocida ecuación de la felicidad: H=S+C+V, en la que H, la felicidad ( Hapiness), es igual a S, tu situación de partida, más C, las circunstancias de tu vida, más V, que son los factores que están bajo tu propio control voluntario. Seligman encabezó para los psicólogos la estrategia de abandonar o relegar la psicología "negativa", centrada en lo patológico, en la depresión, la neurosis, el sufrimiento, para sustituirla por un nuevo proyecto profesional para los psicólogos centrado en la psicología positiva. La psicología positiva, escribe Ehrenreich, como la corriente de pensamiento popular que lleva asociada, se fija sobre todo en los cambios que puede obrar una persona sobre su interior, ajustando su mentalidad. En 2007 mas de doscientos centros universitarios y de postgrado en USA ofrecían cursos de psicología positiva. El psicólogo científico pasaba a ser un pastor de las emociones, un gestor del control mental, un entrenador capaz de conducir a los sujetos a la maximización de su yo.
En el libro la autora dedica todo un capítulo a intentar poner en relación el pensamiento positivo con las hipotecas basura, los productos tóxicos, los bonos de alto riesgo y la burbuja financiera que estalló cuando se produjo la crisis del 2008. El optimismo casi unánime de los expertos contribuyó ciertamente a la escalada de la deuda de mala calidad y de los préstamos dudosos, (...) y la ideología del pensamiento positivo vino a dar alas a este optimismo. De la terapia para normales pasamos ahora al coaching. Para la autora del libro el capitalismo fundamentalista no es otra cosa que el pensamiento positivo huyendo hacia delante. Y cuando la crisis estalló, cuando los propietarios de los derivados tóxicos se arruinaron, y cuando los empleos de verdad se perdieron, los chamanes del pensamiento positivo aconsejaban a los parados que se centrasen en trabajar sobre si mismos: controla tus pensamientos, ajusta tus emociones, concéntrate más a fondo en tus propios deseos.
Tanto los viejos códigos religiosos fraguados en moldes calvinistas, como las predicaciones que tienen lugar en las nuevas mega-iglesias, como los pretendidos estudios científicos integrados en el paradigma de la inteligencia emocional o de la psicología positiva apelan a la centralidad del mundo interior, a la necesidad de explorar los abismos del yo para poder entender las claves del universo. En el interior de los cantos de sirena de todas estas ensoñaciones individualistas, narcisistas, intimistas, identitarias, se encuentra una negación radical del mundo social, de las relaciones sociales y políticas. La pobreza, la explotación, la violencia institucionalizada se volatilizan en nombre de la psicología científica, por lo que tampoco existen las alternativas sociopolíticas. La renuncia a la acción política se paga con la ceguera. Como señala la autora al final del libro nos enfrentamos a problemas reales y solo podremos afrontarlos si pensamos menos en nosotros mismos y nos ponemos manos a la obra en el mundo real. Dicho de otro modo: hay vida más allá del capitalismo de producción y del capitalismo de consumo. Otro mundo es posible. Podemos y debemos afrontar los problemas reales que atraviesan nuestras sociedades y condicionan nuestras vidas. No existe el yo al margen del nosotros, ni el nosotros al margen de la lucha por la justicia.
Cuando contemplamos el mundo, a nuestras sociedades, y a nosotros mismos, desde la perspectiva de la solidaridad, se crean las condiciones para un pensamiento crítico, un pensamiento capaz de cuestionar el mundo real y de mostrar la irrealidad de otros mundos que encubren la realidad con ficciones. Desde esa posición vigilante la autora de Sonríe o muere ha sido capaz de poner al descubierto las falacias del pensamiento positivo, la manipulación promovida por los expertos de la felicidad, y aunque esa ideología psicológica dista de haberse derrumbado como un castillo de naipes, ha quedado patente para qué sirve y a quien sirve, es decir, su inconsistencia. Hay que felicitar a Bárbara Ehrenreich por la coherencia de sus críticas y las sugerencias que nos proporciona para seguir elaborándolas.
Madrid 25 de Marzo del 2020
- Uwe TIMM, Icaria, Alianza, Madrid, 2018 (Traducción del alemán: Paula Aguiriano Aizpurúa)
- (2) Bárbara EHRENREICH, Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo, Ed. Turner, Madrid, 2011 (Traducción del inglés: María Sierra).