Revista Espiritualidad

Timón de fliunte, esceptico helenístico

Por Josep Pradas

Timón de Fliunte o Flío, o Fliasia, en el Peloponeso (a caballo entre los siglos IV y III a. C.), llamado también el Silógrafo. Quedó huérfano de padre siendo joven. Según Laercio, y esto es verosímil, era tuerto. La tradición nos lo muestra como un hombre de agudo ingenio y sereno. 

Aficionado a la danza, sintió la vocación por la filosofía y se trasladó a Mégara, donde recibió lecciones de Estilpón. Regresa a Fliunte y se casa, pero después se traslada a Elis, donde contacta con Pirrón. Allí, ambos ejercen la medicina. Siguen viajes por Grecia, y después por Egipto en tiempos del rey Ptolomeo Philadelpho; pasa por Macedonia y luego por Tebas, hasta llegar a Atenas, donde pasa los últimos años de su vida, que duró, según Soción (en su libro Sucesiones) y Antígomo Caristio, noventa años. 

Se le atribuyen unas treinta comedias y sesenta tragedias, y un número importante de obras en prosa. Su estilo es satírico y bien elaborado. Contiene citas de presocráticos, principalmente de Heráclito, recogidas por Laercio. Su obra más importante son los Silloi, colección de sátiras en verso, dividida en tres libros. El primero está escrito como un ensayo, y los restantes son diálogos entre Jenófanes de Elea, por quien siente simpatía, que pregunta, y él mismo, que contesta. Aquí ataca a Sócrates, Platón y Epicuro por su dogmatismo. 

En cuanto a sus ideas, Sexto Empírico dice que fue un simple intérprete de Pirrón de Elis, con quien compartía la idea de la filosofía como práctica para hacer agradable la vida. Su escepticismo se formula en el sentido de que nuestro conocimiento depende de las apariencias, pero éstas no son fiables; y la ciencia construida sobre la base de axiomas no demostrables, tampoco es fiable. Dado que no es posible conocer con certeza, la mejor actitud consiste en suspender el juicio, toda afirmación y toda negación (afasia), y considerar sólo las apariencias. Esto se aplica también a la vida práctica: no se puede tomar partido por ninguna opinión, pues ninguna tiene más valor que otra. Sólo así se alcanza la serenidad, la ataraxia

En cuanto al futuro de la escuela escéptica, Laercio explica que Timón no tuvo sucesor, y que sólo a partir de Ptolomeo de Cirene resurgió el escepticismo; no obstante, se citan algunos de sus discípulos, como Dioscórides de Chipre, Nicoloco de Rodas, Eufranor de Selenia y Paulo de Tróada. Discípulo de Eufranor fue Heráclides Póntico, que más tarde dirigió la Academia platónica. 


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