Hola Graminoleños.
En el recientemente finalizado año 2016 se cumplieron 25 años de la trágica desaparición de José Celestino Casal. Dicho así no aclara mucho de quien estamos hablando ni de porque protagoniza la edición de “La Graminola” de hoy, pero si os digo que se trata de uno de los talentos más descomunales que ha pasado por la música de nuestro país, al que el merecido reconocimiento, como tantas y tantas veces, no le llegó hasta después de muerto, la cosa cambia. En fin, que hoy vamos a hablar de la, desgraciadamente, corta carrera del gran Tino Casal.
Pintor, escultor, productor, compositor, cantante, en definitiva, artista. Este asturiano de pro se convirtió en el creador del que él denominaba “Barroquismo Visual” y una pieza fundamental en lo que significó para el mundo de la música “La Movida Madrileña”, con ese carácter innovador y adelantado a su tiempo del que siempre hizo gala.
Desde muy joven se adentraría en el mundo de la música y con tan sólo 13 añitos formaría parte de su primer grupo, llamado Los Zafiros Negros, aunque su primer contacto serio con la música sería a bordo de “Los Archiduques”, realmente su primer grupo aunque con una andadura muy corta entre los años 1967 y 1970.
Para estar hablando de finales de los 60 y principios de los 70 su aspecto era algo “innovador”, aunque su música era la típica que se hacía por aquellas fechas, guatequera y sin más pretensiones, como podemos apreciar como muestra en su tema “Linda”.
Viendo que la progresión musical no era la que él había imaginado, decidiría abandonar el grupo y marcharse una temporada a Londres para hacer algo que siempre le gustó sobremanera: pintar. Esta sería una etapa de total evolución como artista ya que no solamente crecería como pintor y escultor sino que quedaría prendado del glam-rock que lo llenaba todo en aquella época en la capital londinense, quedando atrapado en la fulgurante figura del camaleónico David Bowie.
Sería en el año 1977 cuando regresaría a España dispuesto a retomar su carrera musical, teniendo muy claro que lo de los grupos se había acabado, iniciando entonces su andadura como solista, aunque, una vez más, el experimento no saldría como él quería.
Resulta que por aquel entonces habían desaparecido dos grandes artistas de la música melódica española como eran Nino Bravo y Bruno Lomas, por lo que las discográficas estaban buscando a un cantante que llenara ese hueco y algún “ilumado” vería en él la posibilidad de no seguir buscando. Así que la música que publicaría sería del estilo de este “Olvidar, Recordar”, un tema que suena más a Pablo Abraira que a música moderna.
Para que nos hagamos una idea, llegaría a participar en la edición de 1978 del Festival de Benidorm, quedando clasificado en segundo lugar. De cualquier modo, una vez más se daría cuenta de que ése no era el camino que él quería seguir y aparcaría nuevamente su carrera musical volcándose en la pintura.
Habría que esperar hasta el año 1980 para volver a tener noticias suyas dentro del ámbito musical y sería como productor de grupos tan dispares entre sí como Obús (a los que muy pronto dedicaré una merecidísima edición de “La Graminola”, y Goma de Mascar, un grupo efímero que tendría su historia por detrás y que os cuento a continuación.
Por aquella época triunfaba un programa musical emitido por Televisión Española llamado “Aplauso”, una de cuyas secciones llevaba el título de “El Doble De Los Famosos”, que consistía en un concurso en el que los participantes imitaban a sus artistas favoritos. El ganador de la primera edición, imitando a John Travolta, sería Reyes Poveda, cuya popularidad le llevaría a formar el citado grupo cuyo primer y único disco sería producido por Tino Casal. La música es incalificable, pero tiene ese aire de lo que el asturiano iba a ofrecernos apenas un año después.
Era la época de “La Movida Madrileña” y la evolución de la música era total. Los jóvenes talentos hacían la música que querían y nadie se alarmaba por ello, por lo que sería el momento en el que Tino Casal decidiría dar el salto que iba a ser definitivo para llevarle hacia el estrellato. Ahora sí tenía bien claro la música que quería a hacer y nadie le iba a poner ningún tipo de impedimento.
Así pues, en el año 1981 iba a salir el mercado su primer disco, un trabajo que iba a convertirse en toda una revolución musical en nuestro país, por su innovación y puesta en escena. Su título sería “Neocasal”.
El primer sencillo de este disco se convertiría en uno de los temas destacados del año y llegaría de inmediato al número uno de las listas de éxito, no solamente por su melodía sino que también por la imagen transgresora, arriesgada y novedosa que Tino presentaba. Una canción que con el paso de los años se ha convertido en todo un clásico: “Champú De Huevo”.
Como anécdota, os contaré que entre los músicos de acompañamiento que aparecen en el vídeo, con una camisa azul y pelo rubio, se encuentra el mismísimo Fabio Mcnamara, que se convertiría en uno de sus mejores amigos y que siempre comentaría que en nnguna de las ocasiones en las que apareció en alguna actuación musical llegó a tocar instrumento alguno más que nada porque no tenía ni idea de como hacerlo.
Las críticas hacia el disco no fueron demasiado buenas y es que muy pocos fueron capaces de ver que más alla de esa imagen “rara” y de “loca” (siempre se especuló con su homosexualidad aunque él nunca dijera esta boca es mía sobre el tema ni en un sentido ni en otro), que se trataba de una gran artista cuya voz llegaba a unos registros a los que pocos podían hacerlo.
El resto del disco no tendría demasiada trascendencia debido a que mucha gente no veía en él a un artista muy adelantado a su tiempo sino a una “rara avis” que tendría un recorrido muy corto. Si acaso, habría que destacar el otro sencillo que se publicaría de este disco: “Billy Boy”. No os perdáis la frase que aparece a principio del vídeo que dice “Me odiáis porque me he adelantado con la chaqueta que pensabáis poneros”. Genio y figura.
El disco sería producido por ese monstruo del periodismo muscial que es Julián Ruiz, contando con la colaboración a la guitarra de Carlos García Vaso, 50 por ciento del grupo español de tecnopop por excelencia que fueron Azul Y Negro, a los que no tardando mucho dedicaré también un merecido artículo.
Instalado definitivamente en Madrid, se haría asiduo de todos los locales de ambiente de “La Movida Madrileña”, lo que llevaría a contactar con los personajes más variopintos y populares de aquel momento. Sin dejar de lado la producción de otros artistas, colaboraría y ayudaría financiar dos de las primeras películas de Pedro Almodóvar, concretamente “Pepi, Luci, Bom Y Otras Chicas Del Montón” y “Laberinto De Pasiones”, cediendo algunos de sus numerosos a la par que espectaculares trajes para distintas escenas de estas películas.
Hasta el año 1983 no llegaría su segundo disco, pero mientras tanto, entre los grupos a los que bendijo con su producción se encontraría una banda valenciana que lograría un tremendo éxito con su primer disco. Me estoy refirendo a Vídeo, que sonarían una y otra vez en las emisoras de radio con este ya clásico “La Noche No Es Para Mí”.
Pero centrándonos en la figura de Casal, como ya os digo en el año 1983 iba a aparecer en el mercado el disco que iba a lanzarle al éxito de manera inmediata y convertirle en uno de los artistas españoles más populares del momento, además de ganarse el reconocimiento de muchos de los que se habían burlado de él hacía apenas dos años. El disco llevaría el título de “Etiqueta Negra”.
En muchas ocasiones, la elección del primer sencillo de un disco es fundamental para que éste consiga un gran éxito. Hay que hilar muy fino y escoger una canción que sea un bombazo y que tire del resto de las canciones. En esta ocasión, el acierto de Casal no pudo ser mayor.
Esa canción no es otra que uno de sus dos temas más emblemáticos y conocidos de su carrera, que se ha convertido con el paso de los años en un auténtico clásico de la música española de los 80. Una canción con un ritmo frenético desde el principio, mucho sintetizador y una letra que se queda a la primera. Como muchos os habréis imaginado me estoy refiriendo a la “mítica” “Embrujada”.
La base del disco es una instrumentación marcada por los teclados y la voz de Casal. Y es que desde ese instante el asturiano encontraría en la figura de Javier Losada a su teclista de cabecera. A partir de ese instante se convertirían en uña y carne y su participación en los discos que estaban por venir iba a ser fundamental.
Las ventas del disco fueron inmejorables, en gran medida al descomunal éxito de “Embrujada”, y aunque el resto de las canciones que integraban el disco no llegaron a repetir repercusión si que hay un par de ellas que son dignas de reseñar y que también alcanzarían cierta popularidad. Una de ellas sería este siniestro “Los Pájaros”.
Era evidente que su experiencia como productor le había llevado a madurar y a componer mejores canciones. La calidad de este segundo disco era muchísimo mayor que la del primero y esto motivaría que sus ventas fueran superiores incluso a lo esperado. El tirón del primer sencillo fue fundamental, pero otro de sus temas, para mí una gran canción, también alcanzaría bastante éxito.
La canción a la que me estoy refiriendo no es otra que “Póker Para Un Perdedor”, que siguiendo la línea de todo el disco viene marcada notablemente por las manos de Javier Losada.
La estética en plan “New Romantic a la española” empezaría a calar en el público y ya no se le veía como a un bicho raro. Además su música también empezó a ser valorada. Para que nos hagamos una idea de lo que supuso el lanzamiento de “Etiqueta Negra”, no hay más que quedarse con un dato que lo explica todo a la perfección.
Pocos meses después de su publicación, Tino tendría un gran protagonismo en la banda sonora de la película “Sal Gorda” dirigida por Fernando Trueba. Uno de los temas destacados de la misma, titulado “Tigre Bengalí” alcanzaría también gran popularidad y traería consigo la reedición de “Etiqueta Negra” conteniendo como bonus esta canción, logrando también unas ventas bastante buenas. Ni él mismo podía creer la repercusión que había adquirido con su segundo trabajo.
Su imagen en escena era fundamentel para su carrera y él lo sabía, por lo que cuidaba hasta el último detalle su vestuario cada vez más llamativo e innovador. Así las cosas, aprovechando el tirón que tenía en ese momento, en el año 1984 se publicaría de inmediato su tercer disco bajo el título de “Hielo Rojo“.
Nuevamente la elección del primer sencillo, de la auténtica carta de presentación del disco, sería un tremendo acierto, logrando repetir éxito y popularidad. Por si fuera poco, esa canción se convertiría en el tema principal que acompañaría a uno de los grandes eventos deportivos que se celebraban cada año en nuestro país.
En aquella época, cada mes de mayo se celebraba la Vuelta Ciclista a España, y para las retransmisiones tanto de las etapas como de los resúmenes de cada una de ellas era clásico escoger canciones que iban a convertirse en absolutos éxitos de manera inmediata. Pues en la edición de ese año 1984 sería la voz de Tino Casal con su “Pánico En El Edén”, la que amenizaría musicalmente hablando esas retransmisiones. Por cierto, os debo un artículo de “La Graminola” dedicado a la música ciclista. Próximamente en vuestro blog amigo.
En cuanto a sonido, lo cierto es que había variado bastante con respecto a su anterior trabajo. Sin abandonar los teclados, por supuesto, el aire tecnopop parecía cederle paso a unos tonos mucho más cercanos al funk y a la música para bailar, algo que podemos apreciar claramente en otro de sus temas: “Bailar Hasta Morir”.
Muy pocos esperaban que pudiera reeditar el éxito cosechado con “Etiqueta Negra”, pero sorprendería a propios y extraños consiguiendo superar sus ventas pese a no contener un pelotazo tan demoledor como “Embrujada”. Estaba claro que lo había vuelto a hacer, superando cualquier tipo de espectativas y dejando con un palmo de narices a sus voraces críticos.
Sin embargo, cuando mejor pintaba la cosa, un en principio insignificante suceso, un pequeño accidente en el escenario iba a traer consigo unas cosecuencias que estuvieron muy cerca de ser trágicas.
La gira de “Hielo Rojo” estaba llegando a su fin y una de las actuaciones en directo, Tino sufriría una torcedura en su tobillo que le provocaría un fuerte esguince. Pese a las recomendaciones médicas de tratarse y guardar reposo, él se automedicaría a base de calmantes y antinflamatorios sin dejar de seguir subiéndose al escenario durante dos meses más.
Como no podía ser de otra manera, la lesión fue a más y terminaría sufriendo una necrosis que casi le cuesta la vida. De hecho recibiría incluso la extrema unción, aunque afortunadamente, por esta vez, iba a burlar a la muerte consiguiendo recuperarse, aunque muy lentamente, teniendo que ir en silla de ruedas durante una buena temporada y con secuelas importantes que le llevaría a partir de ese momento a tener que utilizar un bastón, algo que él, una vez más, utilizaría como adorno de sus indumentarias y se convertiría en una de sus señas de identidad a partir de ese instante.
Muchos aprovecharían esa larga convalecencia para darle por acabado artísticamente. En el mundo de la música, si no se te ve, si no se te escucha, si no se sabe nada de ti terminas por “caducar”, pero Casal volvería a demostrar de la pasta de la que estaba hecho e iba a reinventarse para volver, y a lo grande, al primer plano del panorama musical español.
Tres años después de la publicación de su anterior disco, concretamente en el año 1987, iba a aparecer en el mercado “Lágrimas De Cocodrilo”, su trabajo más ambicioso y, sin ningún lugar a dudas, el mejor disco de toda su carrera. Justo cuando muchos le daban por acabado volvía y lo hacía a lo grande.
Bajo la producción, una vez más, de Julián Ruiz, Tino se marcharía a Londres para grabar este disco, centrándose en lograr la mayor perfección en uno de sus temas que iba a ser el gran tirón del mismo y que se iba a convertir en un grandísimo éxito y en una de las mejores canciones de finales de los 80 en nuestro país, alcanzando también cierto éxito a nivel internacional.
Para esta gran ocasión, Casal contaría con la colaboración de la mismísima y mítica London Philarmonic Orchestra y ese genio de la producción que llevaría a la cima del éxito a The Alan Parsons Project llamado Andrew Powell. Con semejantes colaboradores y con un Casal que se encontraba en un momento de voz verdaderamente espectacular nacería su versión del clásico de Barry Ryan de 1968 “Eloise”.
El éxito que cosecharía con esta canción sería descomunal. Tino había puesto toda su energía en este tema hasta el extremo de que tardaría nada más y nada menos que seis semanas en terminar su grabación, ya que quería que quedara perfecta, algo que finalmente conseguiría.
Normalmente, cuando algún artista versiona un tema de otro, el original siempre está por encima. En esta ocasión no sería así, ya que la versión de Casal sería considerada como muchísimo mejor que el original, hasta el extremo de que en el Reino Unido le propondrían publicar una versión en inglés y el propio Barry Ryan reconocería la gran calidad de la versión.
Los británicos quedaron cautivados de los registros a los que el asturiano fue capaz de llegar con esta canción, así que volvió a meterse en el estudio de grabación para llevar a cabo la versión en inglés. Lo cierto es que el bueno de Casal estaba capacitado para muchas cosas, pero los idiomas no eran lo suyo y su vocalización en inglés era bastante floja, por lo que tras intentarlo durante unas semanas, finalmente decidió declinar la oferta y volver a España donde se había convertido ya en uno de los referentes musicales del momento.
Ni que decir tiene que “Lágrimas De Cocodrilo” se convertiría en un número uno de inmediato y solamente la sombra de Mecano con su “Descanso Dominical” eclipsaría de algún modo el gran éxito que cosecharía. Un éxito que sería originado principalmente por “Eloise” pero también por otro de los temas que formaban parte del disco, repitiendo la exitosa fórmula que había seguido años atrás con “Pánico En El Edén”.
Y es que nuevamente la sintonía de cabecera de la edición de la Vuelta Ciclista a España de 1988 contaría con uno de los temas de Tino. Concretamente con “Oro Negro”, que a fuerza de ser escuchado una y otra vez durante las tres semanas que dura la competición se convertiría en otro de los éxitos musicales destacados de ese año.
En ese momento Tino estaba instalado en la cima del éxito y él mismo sabía que posiblemente había tocado techo y que iba a ser bastante complicado seguir teniendo el mismo tirón, por lo que decidiría darse un pequeño capricho con la publicación de su siguiente disco, que a la postre iba a convertirse en el último, que aparecería en el mercado en el año 1989.
Se trata de un trabajo que iría dedicado a dos amigos suyos que habían fallecido recientemente víctimas del SIDA y que venía repleto de versiones de otros artistas cuyo estilo mezclaba a la perfección con su música bajo el título de “Histeria”
El disco estaba formado por versiones de canciones de otros artistas y algunos temas totalmente nuevos compuestos por él, entre los que destaca el primer sencillo en publicarse y que da nombre a todo el álbum.
Este disco tendría unas ventas bastante reducidas con respecto a sus dos trabajos anteriores, pero era algo con lo que Tino ya contaba. Quería hacer este disco porque le apetecía, consciente de que siempre que se lo había propuesto había sido capaz de evolucionar y publicar grandes discos, incluso en situaciones más que complicadas, incluso dramáticas.
Estaba claro que ya nadie dudaba de su calidad como artista y cuando se ponía a versionar canciones de otros artistas lo hacía a lo grande. Como muestra un botón, la versión espectacular incluida en este último disco del tema de The Human League titulado “Don’t You Want Me”, cuya versión en español él titularía “No Fuimos Héroes”.
Tras este disco, Tino decidiría tomarse un pequeño respiro en su faceta musical para dedicarse en pleno a sus otras dos debilidades artísticas que eran la pintura y la escultura, pero no tardaría mucho en ponerse manos a la obra para preparar un nuevo disco.
Su intención era que el disco apareciera en el mercado en el año 1992 pero, desgraciadamente, el destino le tenía preparada una fatal jugada. En septiembre de 1991, cuando regresaba de una noche de fiesta en una de las discotecas de moda del modernismo madrileño, el coche en el que viajaba sufría un accidente y terminaba chocando contra una farola. El deselance sería definitivo, ya que Tino fallecería de camino al hospital sin que los sanitarios pudieran hacer nada para salvar su vida.
Años atrás, la muerte estuvo abrazándole durante unos días y supo vencerla, pero en esta ocasión se lo llevaría de una manera inesperada y sorpresiva. Con él desaparecía un artista de pies a cabeza, con una música sencillísima cuyo mayor artificio era su voz que usaba a la perfección como elemento melódico.
Como en tantas y tantas ocasiones, el reconocimiento que él verdaderamente merecía le llegaría después de muerto. Muchos fueron los que nunca le tomaron en serio e incluso se mofaban de su imagen, pero lo cierto es que es una de las referencias musicales de nuestro país le pese a quien le pese.
Y esto esto todo por hoy, Graminoleños. En unos días más y mejor.
JUAN JOSÉ GOMARIZ