"Lo más seguro es que no te acuerdes de mí" Esta es una frase que se escribe igual que se tira una piedra a un lago, esperando que las ondas que provoque en el agua remuevan la memoria de la otra persona. Y si no lo hacen... que se hunda rápidamente y nadie la vea nunca más.
Para mí esa frase, ayer por la noche, fue una pedrada en la cara. No necesité las ondas, ni remover el agua, ni nada. Me acuerdo de él, claro que me acuerdo. Perfectamente.
Tenía que ser ayer, de todas las noches, de todos los días, de todos los años que han pasado tenía que ser ayer. Llevo semanas rechazando amablemente invitaciones a una cena aniversario de los 25 años de mi salida del colegio que justamente se celebra hoy. "Gracias, espero que lo paséis muy bien pero no me gustan esas cosas", "Gracias pero no" y "Gracias, de verdad que no me gustan estas cosas"... Y lo digo de verdad, lo pensé y lo repensé, pero no quiero volver a ver a gente que hace 25 años que no veo, no tengo curiosidad, ni necesidad ni me apetece. Todo eso pensé y repensé estos días y, de repente, su pedrada en mi salón. Un tío que no veo desde hace 20 años, desde que acabamos la carrera, aprobé Numismática y Paleografía y desaparecimos de nuestras vidas.
Me acuerdo de él aunque no recordaba su apellido. Yo no hubiera podido buscarle, ni googlearle ni reconocer su nombre si me hubiera saltado en cualquier sitio. La culpa no es mía, ¡tiene un nombre muy común!
Le recuerdo y, además, tengo dos momentos grabados en mi memoria. Dos momentos que a lo largo de todos estos años que han pasado he tenido presentes varias veces. No sé por qué, ni importa, ni tiene mayor trascendencia pero los tengo.
Era, y creo que sigue siendo, muy discutidor conmigo. "No te vengas arriba ahora" me dijo ayer. Un día, hace 20 años íbamos por la calle, creo que por la zona de Ventas, charlando de cosas. A mí me parecía más listo que yo (probablemente lo fuera) y sobre todo creía que había vivido mil vidas más que yo (probablemente no), íbamos enfrascados discutiendo y, entonces, se giró y me dijo:
–Mira yo sé que en el futuro si nos encontráramos por la calle te avergonzarías de ser mi amiga. –Eso es mentira.–Es verdad. Yo no soy como tú y es así.–Eso es una gilipollez.
Le odié un poco por aquello pero luego se me pasó. Lo curioso es que he recordado esa conversación un millón de veces en todos estos años. Me he arrepentido muchas veces de haber tenido amistad con determinada gente... pero nunca con él y como soy así de rencorosa he pensado muchas veces en decirle "Ajá. Yo tenía razón". Ahora que además sé que no es subsecretario de un ministerio, sigo sin arrepentirme.
Tengo su libro guardado. Seguro que esto no se lo espera.
–Yo nunca dejo libros a nadie- me dijo muy serio. Bueno, siempre estaba muy serio.–Vale, pues no me lo dejes si te vas a poner así.–Te lo voy a dejar porque sé que me lo devolverás.
20 años lleva el libro en la estantería esperando para devolvérselo.
Yo también sé lanzar piedras.
