in opinamos / by Sergio A. T. / on September 11, 2013 at 5:52 pm /
Es curioso como una historia aparentemente anodina y sencilla, puede esconder en su fondo un estudio sobre el comportamiento animal de los seres humanos. ‘Todas las mujeres’, que no importan en la historia, sirven de hilo argumental para el macho protagonista con ínfulas de ser alfa. Eduard Fernández, actor con un amplio camino cinematográfico, representa el papel de una persona sobre la que debe girar el mundo; la única verdad que existe es la que vaya en su beneficio, y en este punto se basa la película.
Esta puede ser la lectura más interesante de la película. La carencia de remordimiento ante las faltas cometidas en la vida, y la necesidad de encontrar una salida que beneficie la mente desordenada del protagonista. Siento que me voy por freudismos que ni siquiera domino y tampoco pretendo dar una charla de ello. Centrándome en los aspectos fílmicos, decir que ‘Todas las mujeres’ me ha parecido una película algo carente de identidad, donde uno no sabe muy bien si está asistiendo a una mordaz comedia, a una crítica sobre el ser humano de hoy, o a un simple telefilm de manta y sofá.

Cierto es que el presupuesto de la película, que no conozco, debe ser reducido dadas las limitaciones técnicas que se aprecian; sin embargo, y pese a que el guión funciona al menos para hacer amena la hora y media que dura la película, la dirección de la cinta da una sensación de amateurismo que nada tiene que ver con tener o no más recursos, donde además el elenco de actores hace aguas con la excepción del personaje protagonista, aunque cierto es, que éste posee ciertos tics algo caricaturescos que no ayudan a la hora de dar entidad a la historia.
Finalizada la película me queda el sabor que no sé muy bien si me he confundido y le he puesto mayonesa a las fresas del postre; si en vez de sirope de caramelo puse vinagre balsámica encima del flan. La gente ha reído en la sala, yo también por momentos aunque siempre con la sensación de estar perdiéndome algo que desconocía. En definitiva película potable y visible, que sin embargo puede causar un corte de digestión si no se sabe muy bien aquéllo de no beber agua muy fría después de cenar, o dejar tres horas antes de meterse a la piscina que nos recitaban nuestras madres cuando eramos más chiquitos.