Revista Cultura y Ocio

Todo el mundo necesita leer a Saki

Publicado el 30 abril 2011 por Mariannediaz

Hace un rato compartí la lista de mis 10 autores de cabecera. Sin embargo, hoy no he podido sacarme de la cabeza algunas historias de un escritor que marcó mi manera de ver los libros desde pequeña, y me temo que quiero insistir en esto: explicarles por qué quiero evangelizar al mundo en la lectura de Hector Hugh Munro, mejor conocido bajo el nombre de Saki.
De la mano de Saki nos han sido dados los mejores relatos de humor negro que yo haya tenido la dicha de leer. Un humor sarcástico, agudo, un humor británico, pues él era británico, que era, al mismo tiempo, una sátira permanente hacia la sociedad inglesa de su época.

Jocantha Bessbury andaba en plan de sentirse feliz, serena y bondadosa. El mundo en que vivía era un lugar ameno, y ese día mostraba una de sus facetas más amenas. Gregory había logrado venir a casa para almorzar de prisa y fumarse un pitillo en el acogedor cuartito de descanso; el almuerzo había estado bueno y aún quedaba tiempo para hacerles justicia al café y al tabaco. Ambos eran excelentes a su modo; y Gregory era, a su modo, un marido excelente. Jocantha se sentía más bien tentada a sospechar que como esposa era encantadora, y sospechaba de sobra que tenía una modista de primera.

Saki, “La benefactora y el gato satisfecho“.

En “Tobermory”, uno de mis cuentos favoritos, Saki nos presenta a un personaje, el señor Appin, que ha conseguido enseñar a hablar a un gato, llamado Tobermory, y lo presenta como un logro en una reunión de sociedad, a la hora del té. No cuenta Appin con el particular carácter y la predisposición de Tobermory a ciertos comentarios inadecuados.

-¿Qué opinas de la inteligencia humana? -preguntó Mavis Pellington, en tono vacilante.
-¿De la inteligencia de quién en particular? -preguntó fríamente Tobermory.
-¡Oh, bueno!, de la mía, por ejemplo -dijo Mavis tratando de reír.
-Me pone usted en una situación difícil -dijo Tobermory, cuyo tono y actitud no sugerían por cierto el menor embarazo-. Cuando se propuso incluirla entre los huéspedes, sir Wilfrid protestó alegando que era usted la mujer más tonta que conocía, y que había una gran diferencia entre la hospitalidad y el cuidado de los débiles mentales. Lady Bremley replicó que su falta de capacidad mental era precisamente la cualidad que le había ganado la invitación, puesto que no conocía ninguna persona tan estúpida como para que le comprara su viejo automóvil. Ya sabe cuál, el que llaman “la envidia de Sísifo”, porque si lo empujan va cuesta arriba con suma facilidad.

Saki, “Tobermory“.

Entre los cuentos de Saki, los hay terriblemente crueles, como Sredni Vashtar, y que no obstante, podrían arrancarnos una carcajada, proveniente de algún lugar inesperado dentro de nosotros mismos:

La gallina del Houdán no participaba del culto de Sredni Vashtar. Conradín había dado por sentado que era anabaptista. No pretendía tener ni la más remota idea de lo que era ser anabaptista, pero tenía una íntima esperanza de que fuera algo audaz y no muy respetable. La señora De Ropp encarnaba para Conradín la odiosa imagen de la respetabilidad.

Saki, “Sredni Vashtar“.

La ironía de Saki se hallaba dirigida, principalmente, a los convencionalismos sociales y a la conducta humana. En general, sus cuentos generan ese tipo de inquietud que sólo puede hallarse en la prosa escrita con mordacidad, sutileza e inteligencia, y al mismo tiempo, desde un profundo ejercicio de observación e imaginación.

James Cushat-Prinkly era un joven que siempre había abrigado la firme convicción de que un día de estos iba a casarse; y hasta los treinta y cuatro años de edad no había hecho nada para justificarla. Quería y admiraba a un gran número de mujeres, en conjunto y desapasionadamente, sin dedicar a una en particular ninguna consideración matrimonial, lo mismo que uno puede admirar los Alpes sin por ello querer ser dueño de un pico en concreto.

Saki, “Té“.

Háganme un favor y sigan los vínculos. Búsquenlo en Google. Sáquenlo de la biblioteca. Cómprenlo. Léanlo. Y después me dicen si no fue buena idea recomendárselo.


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