Revista En Femenino

Tú me quieres virgen, tú me quieres santa, tú me tienes harta

Publicado el 16 abril 2012 por Mariannediaz

El lunes publiqué un post que no me hizo precisamente popular, por comenzar hablando de que fui a ver una biopic sobre Margaret Thatcher, que es un personaje odiado por sus decisiones como líder del Reino Unido. De pronto estaría bien insertar acá un párrafo que explique el hecho de que soy de izquierda, que no puedo simpatizar en un nivel personal con alguien que ordena el hundimiento de un barco lleno de gente, y que apoyaba, por ejemplo, la pena de muerte, una cosa que me parece aberrante, pero la verdad es que no me da la gana de hablar de eso, que aquel post no trataba sobre eso, y éste tampoco.

La misma gente que me acusa de relativizar, detestó la película porque no trata sobre la política interior y exterior que adoptó Thatcher, sino sobre otra cosa muy distinta, sobre el poder y la pérdida, sobre la pérdida del poder político, del dominio propio, de la memoria, de los seres queridos. Pero yo soy simplemente una mala escritora, y no me interesa la Humanidad con mayúsculas, sino la gente. En ese mismo post usé como ejemplo a otra mujer que me cae terriblemente mal, María Corina Machado, y la usé como ejemplo porque, aunque no haya una sola de sus ideas con la que yo simpatice, me molesta que su forma de vestir sea considerada relevante en relación con su actuación política, igual que la de cualquier mujer en la política, incluso en medios “serios” como el NY Times.

Éstas son las cosas que a mí me preocupan. Si quieren leer sobre política exterior, Internet es ancho y largo. A mí acá no me interesa hablar sobre por qué no considero que tenga sentido luchar por recuperar la mal llamada “zona en reclamación”. A mí me interesa la gente, concreta, específica e individualizada.

Por otra parte, a riesgo de que, por enésima vez, me vuelvan a decir relativista, mi único extremismo es mi intolerancia hacia los extremistas. No soporto a la gente que se piensa poseedora de verdades absolutas, dueña de la moral universal, jueces supremos de las vidas ajenas. Este blog es mi casa: compré el terreno y construí las paredes. En esta casa creemos en el libre pensamiento y en la libertad de expresión, y todos están invitados a pasar a tomar café, pero si vienes a ofender a la dueña de la casa, tienes que estar preparado para salir con una taza en la cabeza.

Abajo los sistemas, arriba las putas.

María Magdalena, versión Mónica Bellucci.

María Magdalena, versión Mónica Bellucci.

En las últimas semanas tuve ocasión de debatir con varios amigos sobre el uso de la palabra “puta”. A algunas de mis amigas les molesta, por razones obvias. “Puta” es la mujer que cobra por prestar servicios sexuales, pero también es “puta” la que no cumple los parámetros, la que usa una falda demasiado corta, un escote demasiado pronunciado, la que no llega virgen al matrimonio, y también la amante, la que anda con hombres casados, la que se enamora de alguien mucho mayor que ella, la madre soltera: todas putas, caídas en desgracia en la dicotomía tradicional de María Inmaculada versus María Magdalena.

A veces me parece que todos los días hago esta pregunta de distintas maneras: ¿por qué llamamos puta a la mujer que odiamos, pero el hombre que odiamos es un hijo de puta? ¿Por qué extrapolamos nuestros juicios hacia una mujer siempre hasta su vida sexual? Mejor aún, ¿por qué los valores que se consideran positivos en una mujer -la sumisión, la obediencia, el silencio, la suavidad- son negativos en un hombre, y viceversa?

Hombres cercanos, a los que aprecio y respeto, han expresado sus prejuicios hacia las mujeres con implantes. Otros, y otras, critican a las mujeres que se visten con poca ropa, que se tiñen el pelo de un color muy llamativo, o que llevan un labial demasiado vistoso. La conclusión que obtengo de este desprecio, es que la mujer no es considerada dueña de su cuerpo. Como decía en el post anterior, el cuerpo del hombre le pertenece, pero el cuerpo de la mujer pertenece al colectivo, a la sociedad: debe mantenerlo agradable para otros, debe tolerar las expresiones obscenas en la calle, debe considerar a la sociedad en sus decisiones sobre lo que elige hacer con su cuerpo.

Sería conveniente recordar que hasta hace muy poco, en ciertos países, y todavía en otros, la violación es considerada un delito contra el honor, y no contra la integridad de la persona, y el honor es un concepto social, es decir, algo que sólo puede poseerse frente a los otros. Las putas no tenían honor, y por tanto, la violación a una prostituta no era delito. (Algunos países que se creen civilizados aún conservan vestigios de estas legislaciones, y el deshonor de una mujer, e.g., si no es virgen, puede considerarse un atenuante). En otros países se considera aún que el honor que se lesiona es el de la familia o el de la comunidad, y de allí que se resuelva mediante la aplicación de la ley del talión, o que en ocasiones se considere que la infractora es la propia mujer (por cuya causa el honor de la familia se ha perdido). El hecho de que la mujer pueda “restaurar” su honor casándose con su violador, por ejemplo, es una muestra de que su honor no le pertenece, sino que pertenece al colectivo. Adán fue hecho a imagen y semejanza de Dios, del barro originario; Eva fue hecha de la costilla de Adán. No puede pertenecerse, porque no es más que una parte del cuerpo del hombre, hecha de éste y para éste, para suplir sus necesidades. Del mismo modo, una mujer occidental no es dueña de su cuerpo para alterarlo, para vestirlo como le parezca, para engordar si eso desea, para operarlo, tatuarlo, teñirlo; para entregarlo a quien elija en el acto sexual, ni para elegir no tener hijos o abortar. En algunos casos puede tomar estas decisiones y enfrentarse al juicio de la sociedad; en otros, estas decisiones no están siquiera en el ámbito de sus posibilidades. La mujer no se pertenece, es propiedad del hombre, de su familia o de su sociedad, y aún hoy en día sigue siendo así.

Ni sumisa ni devota; te quiero libre, linda y loca

El título y los subtítulos de este post provienen de grafittis hechos por el colectivo boliviano Mujeres Creando. En muchos de sus grafittis y en algunas de sus intervenciones artísticas, se aborda la apropiación de la palabra puta. En una exposición, por ejemplo, se exhibieron las fotografías que se tomaba a las prostitutas cuando se les procesaba policialmente, la típica fotografía con el letrero delante del pecho, con la salvedad de que se les ponía un pañuelo de determinado color en la cabeza. Este pañuelo representaba el estigma, el equivalente de la letra escarlata, la marca con la que se distingue a la puta del resto de la sociedad.

A lo mejor a mucha gente no le parece gran vaina, pero estoy cansada de ver a mujeres denigrar a otras mujeres llamándoles putas. Yael ya escribió sobre esto, y me parece que hay mucho de cierto en lo que dijo. Pienso que descalificamos a otras mujeres llamándoles putas, porque trasgreden los límites que la sociedad ha fijado para todas nosotras, y que nosotras no “podemos” traspasar. Y sí, pienso que hay mucho de frustración en ello, y también de hipocresía.

En “El estigma de la prostitución“, Cristina Garaizabal dice:

No en vano aún es muy mayoritario llamar “puta”, de manera insultante, a aquellas mujeres que manifiestan comportamientos sexuales “incorrectos” desde el punto de vista de la moral dominante o que simplemente se atreven a desafiar la situación de subordinación en la que nos encontramos (de hecho, en los primeros momentos del movimiento feminista, había gente que consideraba que las feministas éramos todas unas putas). (…)

las decisiones que tomamos son sólo nuestras, que nuestros cuerpos son sólo nuestros, que nuestras mentes son sólo nuestras?

Varias personas me reprocharon mi “desafortunada elección” de hablar de Margaret Thatcher en un artículo sobre el feminismo. Me dicen, y comprendo sus posturas, que debí elegir a un ícono positivo, alguien que hubiera aportado cosas al mundo, a Marie Curie o a Teresa de Calcuta. Podría decirles simplemente que no “elegí” a Margaret Thatcher, que sólo vi una película de Hollywood y me puse a pensar cosas que vine luego a escribir en mi blog, y da la casualidad de que ésa era la película. Pero me puse a pensar un poco más, y resulta que sí estoy satisfecha con esa elección inconsciente, porque me resulta profundamente simbólica para representar algo en lo que creo. Luego de escribir ese artículo, un amigo me dijo que los cien inventos más importantes de la Humanidad eran todos hechos por hombres, y que por culpa del machismo quién sabe qué inventos nos habríamos perdido: la cura contra el cáncer, por ejemplo. Y yo pensé, o una bomba más fuerte que la atómica, por ejemplo.

Porque no entiendo cuál es la necesidad de la sociedad de justificar la igualdad “concedida” a la mujer, pidiéndole a ésta que aporte cosas positivas a la Humanidad, que sea noble, abnegada, brillante, buena madre, esposa, hija, de principios morales intachables y con visión de futuro. El hombre nace con las prerrogativas que le otorga su sexo; la mujer debe hacer méritos para acceder a ellas, y si no cumple con los parámetros que la sociedad le impone, estas prerrogativas le son retiradas: la igualdad de Margaret Thatcher o de Diosa Canales no son temas para ser discutidos, porque sus trasgresiones rebasaron el límite donde merecían un trato igual al de un hombre. En consecuencia, no se les juzga de acuerdo a las leyes de sus países, no se les procesa penalmente si es que existen infracciones, sino que se les considera perras, putas. Se han apropiado de sus cuerpos, y de sus vidas, para dedicarlos a objetivos distintos de los que la sociedad les ha asignado, y ante la disyuntiva al tener que clasificarlas como Marías Inmaculadas o Marías Magdalenas, la sociedad, confundida, las marca con una P escarlata. Hablemos de la igualdad de Cristina Fernández, siempre y cuando se vista bien y se maquille. Hablemos de la igualdad de Lady Di, que era una dama… hasta que se consiguió un amante, ahí ya no nos sirve como modelo a seguir.

No puedo ser la mujer de tu vida, porque ya soy la mujer de la mía

Ahora bien ¿qué ocurre si todos nos terminamos de dar cuenta de que no tenemos que vivir nuestras vidas en los términos de los demás? Mejor todavía, ¿qué ocurre si todos nos terminamos de dar cuenta de que los demás no tienen por qué vivir sus vidas en nuestros términos?

Quizás la gente no deje de juzgarme cada vez que me pongo una falda demasiado corta. Quizás los hombres en la calle sigan creyendo que eso les da derecho de decirme obscenidades, quizás la gente siga pensando que una mujer que ha sido violada se lo buscó por andar en la calle hasta muy tarde o vestirse provocativamente. Sin embargo, algunas de nosotras tenemos la posibilidad de ignorar esas voces, de salirnos con la nuestra aún a costa de algunos malos ratos, de forzar a los demás a quitar sus cercas de nuestro campo: si los ignoramos lo suficiente, tendrán que irse, y quizás valga la pena hacerlo, por todas esas mujeres a quienes aún se les dice que no valen, que deben cubrirse porque el pecado ajeno lo causan sus rostros y sus cuerpos, que no deben hacer ruido al caminar, ni hablar cuando hay hombres presentes. Por todas esas niñas a las que sus propias madres les compran pequeñas aspiradoras rosadas , pero también por todos esos niños a los que les compran pequeñas ametralladoras y se les dice que no jueguen con muñecas.

Los niños son el futuro, ¿no?

Los niños son el futuro, ¿no?

Por todos ellos, podríamos intentar vivir nuestras vidas en nuestros propios términos. Quizás valga la pena.

Si te leíste todo este artículo, que tiene casi seis páginas, quizás te interese el tema del machismo. Podrías ver el comercial que hizo que dejara de comer Snickers, leer sobre la campaña del Gobierno de Carabobo que decía que incitar al sexo genera violaciones, o visitar mi álbum de publicidad machista en Google+ (no necesitas cuenta para verlo).


Volver a la Portada de Logo Paperblog
Por  Pablo Martinez
publicado el 25 diciembre a las 20:26

Hola que tal, me pareció muy interesante el artículo, pero hay varias puntos en los que difiero.

Lamentablemente a la mujer se le enseña desde niña a ser una puta, los padres "enseñan" a las niñas que requisitos deben tener los hombres para que estos sean "buenos partidos", es decir: si, es caballeroso, te trata bien, te lleva a cenar, te escucha, etc = buen partido, por lo tanto, esta bien, socialmente puedes acostarte con el. Pero a fin de cuentas, se les enseña a recibir algo a cambio de sexo.

Mencionas que la sociedad tacha de putas a quien viste provocativamente; creo que la mujer se busca sus propios males, en toda la historia de la humanidad la mujer siempre se ha utilizado como objeto de ornato, y en nuestros días es más marcado este hecho, pero, el problema es que a las mujeres ¡les gusta!, les encanta la atención y sentirse atractivas. Hay una hipocrecia en este hecho, ya que invierten mucho tiempo en su arreglo para verse bien al ir al trabajo o a alguna reunión con amigos, sin embargo si algun desconocido les dice algo, se ofenden ¿cómo es ésto posible? se arreglan para verse bonitas, pero si se les señala ese hecho, se ofenden.

Muchas mujeres se quejan de que en los trabajos no se les trata igual y se les ve como un objeto sexual, pero, ¿cómo puedes respetar a alguien que se presenta a trabajar como 3/4 partes de su busto por fuera?....si, si, las mujeres tienen derecho a vestirse como gusten, pero hay un lugar para cada cosa, ¿o cuándo fue la última vez que una mujer fue vestida con tanga a un velorio?, sería algo irrespetuoso, ¿no?, sin embargo quieren que se les respete si van cuasidesnudas al trabajo, van a un lugar laboral, a aportar con su inteligencia algo a la organización en la que trabajan, no a un concurso de belleza, hay una gran diferencia entre vestirse elegante y sensual, a vestirse como una puta. Creo que la mujer confunde lo que pueden hacer con lo que deben hacer, y no digo "deben" en un sentido obligatorio. De poder, todos podemos hacer todo, puedo traicionar a mi amigo, puedo asaltar un banco, la pregunta es ¿debo hacerlo?, toda acción conlleva una reacción.

Ciertamente no hay nada que justifque una transgresión sexual, y reitero que la mujer tiene el derecho a vestrise como quiera, pero creo que es simple lógica: quién tiene mas posibilidades de tener un accidente vial, ¿alguien que maneja sobrio, o quién maneja en estado de ebriedad?, ¿quien tiene mas posiblidades de involucrarse en malas mañas, ¿alguien que frecuenta lugares "normales", o alguien que frecuenta antros de mala muerte?, quien tiene más posibilidades de ser agredida, ¿una mujer caminando en la noche con minifalda y escote largo, o una mujer que no vista de manera provocativa?; claro, siempre le pueden pasar cosas a todos, y cuando te "va a tocar" te va a tocar, pero dicho en palabras llanas, no hay que ponerse en el tocadero.

La equidad de género es un tema complicado, de entrada el título lo hace contradictorio, y en el camino se pierde el objetivo ¿cómo hacer iguales dos cosas radicalmente opuestas?. Vivimos en un mundo machista, y a la mujer en general le molesta este hecho. En nuestro afán de reafirmarnos como seres pensantes y la especie superior, olvidamos que siempre nos guiaremos acorde a nuestros instintos, es algo que no podemos suprimir, y como cualquier otra especie, la cuestión de las "hembras" marcan muchas cosas, posición social, dominio, poderio, etc., ¿por qué nos ofende tanto este hecho?, antes que nada somos animales, y, aunque "pensantes", nunca dejaremos de pertenecer al reino animal ni mucho menos podemos renunciar a nuestros instintos.

Hace algun tiempo, comentaba con un amigo el porqué lo "malo" se califica como "puta", como bien mencionas, si eres mala mujer eres una puta, si eres mal hombre eres un hijo de puta, tratabamos de encontrar el porque ésto nos ofende. Soy una persona muy abierta sexualmente, y estoy a favor de que las mujeres tenga varias parejas sexuales antes de "sentar cabeza", creo que para cualquier persona es mejor el vivir un poco antes de dar un paso tan serio como lo es el decidir vivir con alguien, comentaba a mi amigo. Sin embargo, al llegar a este punto de la discusión, nos preguntamos: si tuvieras a elegir, hipotéticamente, dos mujeres exactamente iguales, guapísimas, inteligentes, amables, simpáticas, ¿cuál preferirías, la que ha tenido 80 parejas sexuales o a la que ha tenido 10?, la respuesta de ambos fue la de 10. ¿Suena machista, no?, sin embargo la pregunta se puede extender y aplicar hacia las mujeres para demostrar que ellas mismas denigran este termino. Si pudieras elegir, de manera hipotética: 1.- tu madre es una mujer que te saco adelante usando su inteligencia, aportando algo al mundo y realzando las bondades del razonamiento lógico. 2.- tu madre es una mujer que te saco adelante teniendo sexo por dinero con extraños y acostandose con quien le llegara al precio. ¿cuál es la respuesta a ésto?, cabe mencionar que he estado realizando esta pregunta a hombres y mujeres por igual, y la respuesta es la misma invariablemente, eligen la opción 1.

Esto me dice que este tan criticado estigma es utilizado y apoyado por las mujeres al igual que por los hombres, por lo que criticar el uso de la palabra "puta" para definir peyorativamente a alguien por parte de una fémina, resulta hipócrita.

No he encotrado la respuesta al planteamiento que menciono anteriormente, esto lo considero ilógico y carente de sentido, pero ciertamente la "bondad" de una mujer esta directamente ligada a su experiencia sexual, llámalo estigma social, falsa sociedad, la etiqueta no importa, el hecho irrefutable es que así es. ¿Bueno o malo? es discutible.

Saludos Pablo