Todo lo que tecleas es público. Con este lema remato cada miércoles las clases sobre blogs que desde hace años imparto en colegios públicos de A Coruña. Inicialmente era una clase sencilla para explicar a niños de entre 9 y 12 años cómo se escribe un titular y un texto, cómo se inserta una foto y cómo se comenta en un blog. Con el tiempo he decidido acompañar esa clase de unos consejos que siempre me agradecen los profesores. He ido descubriendo que nuestros menores de nativos digitales tienen lo que yo de astronauta y que su estado de ingenuidad hacia Internet es inmenso en la mayoría de los casos. Por eso cada clase práctica la arranco ahora con los ordenadores apagados y abriendo un pequeño debate sobre el uso que hace de Internet esta Generación Pantallas, advirtiéndoles de sus bondades y maldades. Les hago un mini sondeo a mano alzada sobre qué redes sociales manejan. Tras decirles que pueden levantar la mano sin miedo, me llevo la sorpresa de que, a pesar de su edad, algunos de ellos ya tienen cuentas activas en Facebook, Twitter o Google+ (sí, ohh, Google+) y que donde realmente hacen vida sociovirtual a todas horas es en Instagram y WhatsApp.
Los dejo boquiabiertos cuando les digo que todo lo que teclean en redes sociales se ve inmediatamente en A Coruña, Madrid, Japón o Nueva York. Sencillamente no se lo creen porque nadie les dijo (o no lo grabaron) que esto de Internet es a escala mundial y en tiempo real. Como lo leen: presuntos nativos digitales que no son conscientes que la Red no tiene fronteras. De boquiabiertos a alucinados cuando les advierto de que con una simple captura de pantalla desde el móvil se puede sacar a la luz cualquier conversación o foto de un grupo privado en WhatsApp o Instagram. O que un vídeo colgado con bromas o vejaciones hacia un compañero de colegio salta de YouTube a cualquier telediario o a la Guardia Civil en cuestión de horas. Usando su lenguaje, flipan en colores cuando les cuento todo esto. Mientras les explico que Internet es una valiosa herramienta para hacer bien las cosas o meter bien la pata a la vista de todos, me suelo encontrar al fondo de la clase con el asentimiento o la sonrisa cómplice del docente de turno, harto de lidiar con esto a diario.
Todo lo que tecleas es público y si estás en un ámbito privado recuerda que puede haber alguien del propio grupo que puede reventar tus confidencias a golpe de pantallazos. Les insisto mucho en que a partir de ahora sean más responsables con los textos y fotos que publican, que huyan de contenidos inapropiados y que vayan construyendo una huella digital que no les saque los colores cuando en la primera entrevista de trabajo alguien de la empresa teclee su nombre y apellidos en Google.
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