Esto bien vale una oreja. Así está el patio. CABRERA
Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. San Isidro. Décimo cuarta de feria. Lleno. Toros de Nuñez del Cuvillo para Curro Díaz, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante.
¡Plasss! ¡Plasss! ¡Plasss! Todavía me duelen los oídos de oir a la gente aplaudir hasta el movimiento de una mosca. Que un subalterno pone un par de banderillas una miaja en condiciones, pues se aplaude. Que se hace un quite mitad chicotazos, mitad saltilleras que sale como Dios quiere, se aplaude. Si un torero mata de un bajonazo mortal, a aplaudir pues. Como también se premia con la música de las palmas a un picador por no picar. San Isidro se ha convertido en una verbena de barrio.
Hay que decir que no ha sido la peor corrida de Cuvillo que se ha visto por estos lares, que estaban mejor presentados que la costumbre de la casa y, que, como los frailes de ayer, se han ido algunos con las orejas tal y como las traían. Pero no se me emocionen, no dejan de ser un manantial de sosería e insustancialidad.
Abrió la parte seria del festejo Curro Díaz, ausente y bucólico hoy, muy por debajo de sus dos cuvillos. Da rabia y es penoso ver la inconsistencia y conformismo del artista, abandonado a su suerte y, de paso, toreando al aficionado. Uno va a los toros, por muchas cosas, pero sobre todo para ver tíos dispuestos y no almas en pena, cual currante en la cola del Inem. Nos debe una el linarense.
El discípulo de Cepeda también ha vuelto. En esta feria, que es la más mediocre que se recuerda en tiempo, resulta que todos vuelven. Luque, El Cid y ahora Perera. Siempre según el bigotudo del 3D, que es el que realmente hace los carteles. El caso es que por llevarse una voltereta fea en una colada del toro por el pitón izquierdo, y que por falta de oficio, no pudo esquivar ni enmendar, más unos cuántos trapazos encimistas sin mando alguno le han valido para cortar una orejita de la talanquera del pueblo de Madrid. Con el quinto, un inválido, que sería de triunfo de garabatillo en plaza de provincias, se puso pelmazo, instrumentando muletazos a diestro y siniestro, que no toreando, a sabiendas de que con un arrimón y una estocada efectista le podían pedir otra orejita que le abriera las puertas de la gloria. Cabe recordar que el año pasado Castella salió a hombros con materiales de la misma ganadería con dos faenitas que firmaría el mismísimo Pedrito Capea.
Y de Talavante podemos decir que no se acopló con un bendito de cuvillo, sorteado en tercer lugar. Por cada pase limpio que le daba surgían dos engachones. Y por cada enganchón, dos muletazos fuera de cacho. Y por cada muletazo fuera de cacho, dos manoletinas atropelladas. Y por cada manoletina, otros dos enganchones. Éste es el ciclo del destoreo, pulido hasta límites insospechosos por Talavante. Con el séptimo estuvo aseadito, con sus cositas y sus detallitos y todas las minucias acabadas en -ito o -ita, que tanto celebran los catedráticos del toro. Pero de toreo fundamental, nada de nada.