En mayor o menor medida, todos somos responsables del mundo en que vivimos. No hablo sólo de la crisis financiera actual (de la que el surgimiento de la misma es responsabilidad de todos los agentes económicos), sino también del presente y futuro del mundo social y medioambiental de nuestro planeta. A vueltas con el cambio climático, las desigualdades socioeconómicas entre países pobres y ricos, los conflictos por el control de los recursos clave (como, por ejemplo, ocurrió con YPF en Argentina o con el interminable conflicto entre Argentina e Inglaterra por Las Malvinas), la peligrosa extinción de las abejas (Albert Einstein decía que, si las abejas comenzaran a desaparecer, a la humanidad le quedarían 4 años de vida)… llega un momento en el que nos damos cuenta de que el grado de irresponsabilidad del ser humano alcanza niveles dramáticos. Y no cabe buscar unos pocos culpables, ya que, en mayor o menor medida, todos somos partícipes de la situación actual. ¿Dejas correr el agua mientras te lavas los dientes? ¿Reciclas materiales? ¿Ahorras agua cuando te duchas? ¿Ensucias el suelo con papeles? ¿Respetas a los demás (independientemente de la raza, clase social, etc)? etc. Son preguntas que ayudan a ver si estás ayudando o no. En general, los seres humanos tenemos una visión cortoplacista de las cosas y esto hace que, en muchos casos, acabemos sufriendo el “síndrome de la rana hervida” y pagando las consecuencias de “la miopía del marketing”. Ahora mismo, la sociedad está dedicando la mayor parte de sus pensamientos en cómo salir de esta crisis (cuando, en realidad, esta crisis “ya ha acabado”), pero, si no hay cambios significativos, en unas décadas habrá problemas más graves de sequías e inundaciones extremas, temperaturas extremas y muy variables, problemas de contaminación, etc. ¿Los países serían más ricos si los países controlaran sus propios recursos naturales? Ante esta pregunta, creo que no tiene por qué suceder así. Primero, porque no todos los países tienen los recursos económicos necesarios para la explotación de los mismos y necesitan la inversión de empresas privadas. Y segundo, porque los beneficios suelen quedarse en manos de unos pocos y también hay muchos problemas de corrupción. Benjamin Disraeli decía que “cuando los hombres son puros, las leyes son inútiles; cuando son corruptos, las leyes se rompen”. No hay que confundir crecimiento económico con desarrollo económico. Un país puede crecer mucho, pero si hay mucha corrupción y no se logra mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos, entonces no sirve de gran cosa. Y esto pasa mucho en Latinoamérica y África. Por ello, la Responsabilidad Social Corporativa no debería estar ceñida exclusivamente a las empresas, sino que también debería ocupar las mentes de la vida cotidiana de todos los ciudadanos. Margaret Mead decía que “nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado”. Es indudable que si todos aportamos nuestro granito de arena, la sociedad mundial irá a mejor. Y es que, 7.000 millones de granitos de arena pueden cambiar el mundo… Para bien o para mal…