El fulano se movía delante de la ventanilla y agitaba la libretita azul delante del empleado:
-”Todo. Lo quiero sacar todo”
-”Todo no se lo puedo dar ahora. Deme dos días y se lo tendré preparado”
…tras unos cuanto intercambios ásperos: -”Pienso seguir viniendo todos los días”
La gente de la cola, ante esto, intercambiaba miradas intranquilas…
En fin, que somos los descendientes de los primates más cobardicas porque los primates valientes no dejaban descendencia (la perogrullada es de aúpa, lo admito, my friends). Ni tampoco los más lentos en reaccionar, tema este ya recurrente por aquí (lo siento) dado que esta es la segunda entradita que le dedico al miedo colectivo, uuh. Donde más clamorosamente se muestra esta herencia de cagones es en muchedumbres y bancos.
Bancos, bancos. Deambulaba yo esta pasada semanita por una de las sucursales de la infausta Bankia y se masticaba en el ambiente el miedo colectivo. Tenemos la desgracia de que la economía se mueve por expectativas interesadas y estas son ominosas para el país en general y para este banco en particular. No seré yo quien ponga la mano en el fuego por la solvencia económica de ninguno de los dos, pero las expectativas se realimentan por el efecto bola de nieve dichoso.
…El fulano, de mediana edad, salía con mirada nerviosa. Los que estábamos en la cola empezábamos a rumiar si no sería acertado pedir también nosotros todo el dinero. Alguien dijo que lo más cómodo era abrir cuenta en otro banco y que desde allí enviaran una O.T.E (orden de transferencia de efectivo) reclamándolo…
En ese momento, ya empezaba yo a sentirme como Juan Tembladeras. Alguien mencionaba que si su hija ya había abierto otra cuenta por ahí, pero como dios manda: en el Deutsche Bank, una operación financiera, por cierto, que se debe hacer con buen asesoramiento si eres lo bastante atrevido como para sacar tu dinero fuera del país, sobre todo si lo llevas al IV Reich…Otra opción es tenerlo en una sucursal de un banco extranjero y encima en dólares. Eso sí, cuidadín con la letra pequeña.
No conviene hacerlo si eres un asalariado normal, tan solo si tienes un capital estratégico de reserva que te permita hacer frente a un “corralito”, expresión introducida desafortunadamente por Paul Krugman esta semana, me cago en la madre que lo parió millares de veces.
No voy a entrar en el fondo del tema, porque en su artículo se decían también cosas atinadas. Pero azuzar el pánico colectivo debería ser delito punible y perseguible, porque fomenta lo que pretendídamente se pretende evitar. Parece mentira que a estas alturas aún haya personajes públicos que torpedean la economía de las naciones sembrando el miedo. Y también parece mentira que a estas alturas yo me sorprenda de ello…
Pues en un corralito -además de las gallinas- las transferencias de nóminas “parecen” funcionar todavía, así como el pago con tarjetas. Lo que circula mal son las transferencias a otros países (prohibidas) y el efectivo, lo cual es una mala noticia para los que cobran en negro, cosa que en nuestro país permite vivir a un montón de gente, por cierto. Pero todo depende del grado de severidad del corral. En Argentina dictaron que se depreciaran todos los depósitos hasta la tercera parte, sin pretender que las situaciones sean comparables, ojito. Tenemos a Italia con mucha más deuda que nosotros.
Por tanto y por lo anterior, juntar algunos billetitos de vez en cuando podría ayudarte en tu futura relación con reparadores y comerciantes, lubricando los intercambios.
Pero basta de mieditis y de bolas de nieve, que el futuro no está escrito y mi dinerito se queda aquí. Total, para lo que tengo.
Saludos serenos.
PD: “…y el fulano dichoso nos miró a todos una última vez, antes de salir de las oficinas bancarias, quedándose con las caras de sus futuros compañeros de viaje…¿a donde?