Revista Deportes
Te toca la lotería por chiqueros. Cinqueño el premio, con el DNI en el hocico. No hay chicuelinas. Ni revoleras. Tampoco largas cambiadas. No se ponen pares de banderillas al violín. La silla se queda en el hotel, con los gafes. Los relojes no se paran; el morito, tampoco. Nada de monodosis de monopuyazo. Cinco varas al manso, que las toma sin morirse antes de tiempo. De bravo nada, pero de tonto ni un pelo. Arte, lo que ahora se llama arte, no se ve por ningún lado. Mejor. Ni falta que hace. Pedro Castillo, torero honrado. Figura, ni de lejos. Respetable, desde el primer día. No se ha reunido con ningún menistro. No ha dado ruedas de prensa. Las únicas ruedas que conoce son las de peones. No ha pisado palacios. Si acaso, la trena. Traje gastado, viejo, torero, trajinado como los hombros de un costalero. Ni bordaos cargantes, ni alamares de no se qué, ni tonos "azules marino con tintes fucsias que remanecen del verde pistacho cuando éste está en flor". Público también orejero, vale, te lo compro. Pero ojo, saben de que va la vaina del caballo, la pica y la lidia. Pitan por picar mal o no picar, y no por que el picador haga su trabajo. El bicho "no es toreable". Además sin clase. No embiste haciendo el avión. Ni con tranco. Mucho menos con buen son. No repite. Fijeza, lo que se dice fijeza, sí que tiene, pero sólo la usa para esfijarse en el pecho de Castillo. El vendedor de las pipas, en crisis. Nadie se duerme. Aburrimiento, ni un gramo. Emoción, miedo, suspiros. ¿Duendes? No. ¿Musas? Emigraron a España. ¿Empaque? Menos. ¿Toreo de quilates? Pssss... Así asao. ¿Antológico? Frío, frío. Nada, que la bestia no va larga, que se queda debajo y es mu mirona. El artista, llamémosle para no herir sensibilidades, Morante de la X, -vamos a ponernos en la utopía de que estuviera delante de esa masa con el hierro de la A encastada*-, le daría dos trapazos sacando el trasero apurándose para despenarlo de cuatro bajonazos con estoque con wi fi. Para la crítica, un éxito. Genio y figura. A ver si le dan veinte corridas más al chaval. En cambio, al torero Castillo, del que no sale en el gugle una foto ni de cuando juró bandera, y que no sabe atoreá de otra forma que no sea jugándose la pelleja, colocándose bien, con conocimiento de las formas de siempre y tirando la moneda, se retiraría harto de escuchar aquello de "de dónde no hay no se puede sacar", "no ha nacido pa' esto" o "esto no es lo tuyo chaval".
Hay muchos castillos actuales: Alberto Aguilar, El Califa, Fundi, Robleño, Encabo, Urdiales...
Que no se cansen. Que no los cansemos. Que aguanten como puedan, en sus manos y en su voluntad, está el futuro de una tauromaquia tan -o más- válida que cualquier otra.
* Los albaserradas que toreó Morante en Sevilla en el mano a mano con el Cid hay que recordar que eran de los de la á minúscula coronada. Victorinos de contrabando.